"Una lenta agilidad caracteriza la tonicidad del espiritu" Jorge Luis Borges
Las empresas de comunicación funcionan usufructuando una permanente tensión donde las respectivas reivindicaciones populares asumidas chocan con el insalvable límite que les impone el sistema tal como lo conocemos. En ese vaivén entre la posibilidad de la acumulación de capital, la suficiencia productiva y el espiral inversor se circunscriben los medios de comunicación tenidos en muchos casos como alternativos. Y esta contradicción, esta paradoja ipso facto, entre una identidad nacional y popular y la expectativa de la colocación de un producto en el mercado para generar una ganancia razonable queda cercada por las condiciones y los efectos de un sistema productivo que transversalmente atraviesa cada gesto social. De ello considero imprescindible, una cuestión de honestidad intelectual, traerla a la superficie de cada exposición para desengañar a cierta izquierda infantiloide y, por otro lado, conminando analizar un poco mejor esta disyuntiva.
Si somos precisos todos adolecemos de contradicciones, sobre todo en términos de praxis declarada y aun más en la gestión pública donde la cuestión filtra diversas y heterodoxas dimensiones. En el caso de las empresas de comunicación esto no es menos cierto. Para ser más claros, los embates de la comunicación oficial se dirigen hacia sectores de poder concentrado cuya impunidad se satisfacía en el cinismo de mostrarse (solapadamente, como incógnita detrás del apelativo CEO como Magnetto) o sugerirse sin ninguna clase de cuestionamiento. Cuando este poder, por un cambio coyuntural se desvanece, la capacidad de estos sectores entra en franco declive. Claro que no menos cierto es que para que se noten tan grotescamente los signos de esmerilo de esa hegemonía es necesario un cierto consenso social que bloquee la acción orientada hacia el terror clandestino y directo a la que los grupos, hoy unívocamente cuestionados, acudían casi de forma autómata cuando la dinámica social les resultaba incontrolable. Por ello es tan sencillo exponer la avidez golpista de Biolcati y su acuerdo ideológico con la dictadura pero no el desliz de Tiempo Argentino que refirió a la Barrick Gold en los términos del institucional de su sitio en internet y, de paso, redujo el impacto testimonial de los pobladores de las zonas donde opera la empresa. No obstante el director de Barcelona Pablo Marchetti hace un salto injustificado en 6,7,8 señalando que esa conducta es un clarinismo de diferente signo.
A prima facie la calificación es injusta; transcurrido algún tiempo se devela como un disparate sempiterno. La injusticia del comentario hace acordar a la reducción teórica de cierta centroizquierda prescindente (y cierta derecha) que insiste en subrayar que esta década no difiere de la de Carlos Saúl Menem. Huelga a esta altura recordar que el grupo Clarín tiene mas de doscientos medios mientras las empresas o grupos ligados a la comunicación oficial no llegan ni siquiera al cuarto, en muchos casos con diferencias editoriales ostensibles en cuanto a la taxonomía de los temas y variables en lo que refiere a la propiedad de esos medios, lo que escenifica la tremenda impertinencia de ese alegato. Sin embargo la contradicción sigue ahí, la tensión igual. ¿Por qué no la Barrick Gold y sí Biolcati y la Sociedad Rural? ¿Por qué no CNN, C5N, FOX y sí Clarín? ¿Por qué no el imperialismo norteamericano y el lobby israelí y sí las oligarquías locales poderosas y rastrearas, embriagadas por la bestialidad del verdugo impaciente por ejecutar el asesinato? Porque las cosas se hacen de a una por vez y con el auxilio de la suficiente legitimidad social acumulada por el talento persuasivo o el aplicado terror que genera pavor aun entre los conservadores. Y en esa tensión subyacente entre los negocios y las reivindicaciones populares hay una línea de fuerza, una tendencia que se sobrepone a la otra sin dejar de estar en permanente puja. Si esto no se entiende, será difícil creer que la consigna de Jauretche emparejemos después hablamos se cumpla en algún tramo de nuestra historia. Vuelvo a distinguir que las empresas de comunicación ligadas al kirchnerismo hacen negocios (legítimos, no como la expropiación de una masa accionaria por tortura y vejación en Papel Prensa) y también que esa comunicación extrae lo que le conviene en el momento, sea de Cristiano Ratazzi, Nelson Castro o Carlos Scudé (un poco para burlarse de sus francas piruetas ideológicas o discursiva).
Las cosas son más o menos así y negarlas a la manera de la izquierda pueril nos veda del ingenioso recurso empleado por la física que define Ortega y Gasset para convertirse en la ciencia expansiva y preponderante del siglo XIX. La naciente disciplina en lugar de saltar su sombra, sus imperfecciones, sus imposibilidades, las asumió y construyó su ciencia en base a ellas para alcanzar un nuevo estadio. Desconocer el límite de las empresas de la comunicación ligadas al kirchnerismo por el hecho de estar inscriptas en el sistema de producción capitalista que prevalece en la sociedad humana desde un poco antes de su cristalización política en Francia, sería una necedad difícil de consignar en términos específicos. Además porque cualquier intento revisionista se encontraría con que los planteos de ciertos muchachos son absolutamente irrisorios y, mas terrible que la deshonestidad intelectual, es la sospecha de que nada les importa en verdad el destino de quienes ellos juran defender. Tema que por supuesto excede los propósitos de esa nota.
En la tensión entre la propia esencia popular y la necesidad de concretar negocios para sostener monetariamente la defensa comunicacional de esas convicciones prevalece un valor por encima de otro sin que se anule el contrario que en repetidas oportunidades resulta visiblemente antagónico. Cualquier otro planteo es falso o hipócrita. Los puristas lo son en virtud de que no se han expuesto nunca a esas paradojas que solo pueden derivar de la praxis. Por ello los alegatos condenatorios que buscan el máximo despoje, el vertiginoso abandono, la mágica confutación únicamente pueden plantearse en virtud de su prescindencia o en la perspectiva de la capacidad real de causar daño con el destino señalado de antemano de claudicar. Claro que cuando se pone a consideración los rasgos de esta anomalía, sus exponentes huyen de la objeción o con el chiste paupérrimo o con el agravio. Afortunadamente se ponen por fuera del proceso, salvo cuando alistan fuerzas con los golpistas tal como ha sucedido en el pasado en aras de un análisis político de escasa mira y alto grado de miserabilidad.
Que nadie se asuste de esta breve condescendencia con la Baring pero que se concientice y se prepare para lo que va a venir, porque todo movimiento o proceso o se trasciende o se muere, pero no se lo derrumba únicamente por deficiencias menores en su estructura.
La razón crítica tampoco está íntegramente construida por Tiempo Argentino que contrariamente a sus objetores ha colaborado pedagógicamente en la lectura analítica de los principales diarios hegemónicos. Así que toda acusación de ejercicio tendencioso se difumina apenas uno ve el aporte de Tiempo Argentino para someter a juicio crítico su propia letra en molde. Y allí, en ese contexto, 6,7,8 no es ni por aproximación teórica presuntuosa el Después de Hora kirchnerista.
Finalmente el placer continuo e indolente de situarse por fuera de la praxis, de toda responsabilidad real, excepcional y no rutinaria, solo puede conducir a esa nada que, en definitiva, borra las noches y los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario