miércoles, 29 de abril de 2009

Ultimo verano

Hay un agrado en observar la arcana
Arena que resbala y que declina
Y, a punto de caer,
se arremolina
Con una prisa que es del todo humana.

Jorge Luis Borges


Luna desnuda la noche en silencio
igual a un rezo sin voz
Ciegas promesas
ajenas a la flor
razón para la soledad.
Cuando un canto es nuevo
a la luz del sol y un mismo espejo
es el que nos mira.


Nos preguntamos
por qué razón
somos dos almas heridas
con signos, marcas, distancias y miedos
y sin saber qué sueños
viven detrás de este tiempo.


Perdido por perdido sea bienvenido
este amor como las golondrinas
que llegan al último verano


Señal de gracia sin luz sin descanso
lazos que no dejan salir.
Partes del viaje se pierden al fin
golpe tan duro al corazón.
Cuando el cielo nos encuentra a los dos
y todo lo que nos rodea es vida.

Nos preguntamos por qué razón
somos dos almas heridas
de sombras secretos y días que fueron
Y sin saber qué sueños viven detrás de este tiempo.


letra de Leon Gieco

martes, 28 de abril de 2009

Sobre una calabaza, observo el cascabel de aquel gato asustado

Murmuraban que todo enigma es una sustitución. Una cosa se hace pasar por otra y en realidad, agazapado en un rincón (¿del pensamiento?), el verdadero objeto aun perdura en la construcción verbal que lo envuelve y lo oculta a la percepción primigenia. Así se nos aparece el tropo.

Hace menos de un siglo alguien descubrió que los jóvenes poetas de una generación se inclinaron por unas apenas pocas combinaciones, desechando todas las demás e infinitas posibilidades. Por fortuna algunos aun hoy nos demuestran en menor o mayor grado que es posible rescatar metáforas originales de ese ánfora invisible y arduo de conjeturar que es la inspiración humana. Una de las ultimas que me arrastró a pensar estos versos el mundo es el cascabel/ de un gato asustado persiste en la desolación de chupando un palo sentado/ sobre una calabaza para referir parejamente al vértigo y al desengaño

El tropo

Del disco alado que envuelve
El espejo reticente, lo exalta,
Con sustituciones de eternas
Ánforas, de símbolos y de sombras.

Soberbia mascara de vocablo
Ungida por el doblez derecho
De la mano fraterna que la erige
Y la olvida de inmediato.

Atribuciones de la palabra
O el verso. Afirmaciones vanas,
El enigma no exonerado
De la conjetura o el fervor.

Hay en el lenguaje de Dios
Una cadena infinita de derivaciones
que apenas rozamos con el alfabeto
O la voz imprecisa.

Mi palabra es esta u otra
Su significado, la sucesión
Su pormenor, su entretejido.
En fin nadie dice lo que dice
O cree decir otra cosa.

lunes, 27 de abril de 2009

El prestigio





Es una asignatura pendiente (¿casi una obsesión?) la arquitectura de un artículo que refiera a la novela de Christopher Priest The Prestige y su ulterior metamorfosis en el film dirigido por Christopher Nolan y protagonizado por Hugh Jackman, Michael Caine y Christian Bale. Presiento que el discurrir de los días algo vislumbrarán de esta inquietud visceral.

Existen varios elementos que a mi juicio atrapan al espectador y al lector, en especial a este que escribe: la morfología y los alcances del duelo entre dos individuos que ciertamente necesitan el uno del otro para satisfacer sus propios y enrevesados anhelos, la obsesión (la reconcentración en el objeto que tan bien denotará Poe en su Berenice) y la prestidigitación como alelada astucia del hombre severamente urbano. Tres vértices de atracción estéticas interesantes, a mi ver. Parejamente me es imposible eludir la preferencia por el segundo pero sospecho que no valdría nada sin la primera premisa. Toda obsesión (o deseo de) debe ser compartida y su consumación en un duelo inclaudicable, es quizá la mejor manera de fabular una historia.

A falta de algo propio, por ahora, reproduzco este soberbio artículo del fabuloso blog La taverna de Pat Cohan, mientras enhebro, una a una, las esperanzas en esa próxima reseña:



"Cuando a finales del siglo XIX el cine empezó su andadura de manos de los hermanos Lumière y de Edison, era un fenómeno de feria, un producto de una era de prodigios tecnológicos... y mágicos.

Básicamente, hoy, más de un siglo después, en otra era de avances tecnológicos, sigue teniendo esa fascinación.Y no sólo por los efectos especiales y las maravillas informáticas, si no también por la capacidad de contar historias enrevesadas, con trucos y trampas variadas, que, sin embargo, sean capaces de concitar la atención del espectador y manejar sus sentimientos y emociones.

El truco final no es sólo un homenaje al mundo de la magia y a una era fascinante, es también un despliegue de pirotecnias tan efectistas y efectivas como los trucos mágicos que presenta.

No habiendo leido la novela en la que se basa la película, ignoro cuánto de este arte de birlibirloque guionístico hay en el material original y qué es cosecha propia de los hermanos Nolan, pero sea cual sea el caso, hay que felicitar a los responsables. Porque el film es tan tramposo como las artes mágicas descritas en el mismo... pero igual de triunfador en su efecto.

Estamos ante una película estructurada como una muñeca rusa, con un flash-back que encierra otro, con un misterio que esconde otro más. Como en los buenos trucos de magia, se muestra casi todo y se dan prácticamente todos los datos. El espectador puede intentar deducir quien está detrás de cada acción, de cada personaje... y hasta puede adivinarlo. Y si no lo hace, en la resolución verá que cada pieza estaba en su sitio.Una segunda lectura de la película estaría en la caracterización, en el enfrentamiento de tintes bíblico entre dos amigos, Hugh Jackman y Christian Bale, que devienen enemigos mortales. Hay mucho de Cain en ese Robert Angier (Jackman), trabajador y carismático, que suple su venganza hacia el antiguo compañero por una envidia que el muy próximo a Abel Alfred Borden (Bale) verá convertida en odio.

Hay un tercer nivel, poco desarrollado pero fundamental en su breve aparición por las pistas que aporta, y es el de las mujeres en la vida de los dos protagonistas.

Si algo se le puede reprochar al guión es que hay hacia el final un giro temático (o más bien de género cinematográfico) que chirría un poco... alguien podría sentirse engañado por este cambio, pero también podríamos decir que estamos ante "el prestigio" definitivo, ese momento que maravilla y sorprende al mismo tiempo. Que cada espectador decida.

En lo que sí se debería estar de acuerdo es en que la reconstrucción de época es excelente, la fotografía soberbía, la interpretación -especialmente Hugh Jackman y Michael Caine- más que eficiente y que el pulso narrativo de Christopher Nolan hace que las más de dos horas de celuloide pasen veloces. Como bien dice Rafael Marín en su bitácora, estamos ante la primera gran película del año. Una demostración más de que la calidad y el cine de gran consumo no tienen por qué estar reñidos."



Para leerla en su contexto original sin la dilación del espantoso exordio:

http://patcohansbar.blogspot.com/2007/01/el-truco-final-el-prestigio.html

viernes, 24 de abril de 2009

Una maravillosa, cruel y casi porteña paradoja






Borges escribió yo suelo regresar eternamente al eterno retorno. Yo puedo asegurarles que eternamente regreso a Casanova. Sea por afinidad estética o afecto, Giovanni logra impregnarme con sus memorias, y gran parte de mi amor por la literatura se la debo a sus historias galantes. Cumplo, dicho sea de paso, con el precepto de Savater quien afirmó que hay autores con los cuales uno se siente más a gusto y puede llegar a profesar amistad, como Camus, aquel que en épocas de tanto fascismo inescrupuloso se manifestó cumplidamente indignado y resuelto a combatirlo desde la trinchera. Camus también era otro magnifico seductor. Murió joven y nos ahorro, como señala Savater, las dimisiones de su vejez.



También me incita a la amistad Lord Byron quien prácticamente acosaba a las mujeres pero ¿qué mujer no querría ser acosada por Byron? se pregunta Paul Johnson, si al cabo de eso se nutre al acto de la seducción. No obstante, Bertrand Russell señala la verdad acerca del persistente y agobiante pesimismo byroniano, tan cercano al del Eclesiastés que no merece ni la atención. Ciertamente, Byron vestía de negro y su talante no deparaba nada bueno. Una crónica refería, quizás con razón, que el gesto de Byron era el de aquel que lleva una carga en su espalda, una culpa, una condena…Quien mira mucho tiempo un abismo corre el peligro de absorber el abismo, de confundirse con él.
Giovanni, no obstante, es laico, completamente laico, aunque también completamente responsable de sus actos y un magnífico enamorado, que lo está, resueltamente y hasta el paroxismo, cuando se declara como tal. Un buen enamorado diría Alejandro Dolina, independientemente de sus negligencias o sus trastadas infantiles cuando se siente herido.


El relato de la historia con la joven Charpillon transcurre cuando este contaba con cuarenta y ocho años a sus espaldas. El eco de Lacán que refiero en las últimas líneas de la compilación de la historia era previsible. No obstante, hace algunos años un hombre, de fina estampa, gris y presumiblemente alto nos adoctrinó a todos los porteños con una verdad esencial. La reproduzco a instancias de mi fallida memoria: “En el amor uno lo pierde todo, no puede manipular, no puede mentir verdaderamente, ni ejecutar vaivenes sentimentales mezquinos con el objeto de herir, pierde el poder de someter al otro; no es capaz de la ironía o el desdén, de calcular los detalles y ejecutarlos, con cierta gracia cruel; no puede evitar el ridículo ni darse el lujo de apostar, no puede engañar con astucia persiguiendo alguna ventaja. Atributos, todos, que le servirían para mitigar la fatuidad o el egoísmo del otro, demostrando a los demás que no se ha perdido a sí mismo, ni se ha aferrado a los detalles insustanciales como naúfrago a la costa del deseo. Lamentablemente cuando el enamorado recupera sus capacidades, cuando puede manipular o herir al otro, cuando es capaz de la ironía y el desprecio, cuando ejecuta sin mas la crueldad y miente, entonces ya no le sirve de nada. No las usa, pues ya no ama” Cuando Casanova encuentra a Charpillon, resigna esas condiciones que él tenía en gran medida, por estar enamorado de la coqueta. Es entonces cuando se ridiculiza y desiste de las armas que le hubiesen servido para desplantar a Charpillon.


La frase, por lo demás, es espléndida en sí misma sin la ilustración del caso. Alude creo yo a una ética. No ignoro que existen personas que aun sin estar previamente enamoradas son capaces de ejercer estas acciones, por la razón que fuere. Es implícita la evaluación de este caso en la sentencia de Alejandro. Pues nótese la paradoja del enamorado: cuando quiere no puede, cuando puede no quiere hacerlo, dando como resultado la imposibilidad factual. Pese a eso, no deja de ser digna de admiración esa instancia en que el sujeto llega incluso a perderse a sí mismo.


Eugenio Trias desde España nos da una pista: la mirada de Isolda cuando descubre los ojos de Tristán, más allá de ser la ejemplificación de la singularidad que define el punto de partida epistemológico del conocimiento, revela ese hecho tan desparejo y difícil de evaluar por los refutadores de leyendas. Manifiesta esa escisión, esa pérdida, ese dejar de ser en que Isolda ya no hiende con la espada la carne del asesino de su hermano. Se olvida de su venganza por los bellos ojos de Tristan.



Es decir, que cuando hubiese querido no puede y cuando puede ya no lo desea…

miércoles, 22 de abril de 2009




Antes de incrustrar el rostro en un nuevo fin de semana quería dilapidar estos últimos versos.
Leyéndolos hoy, me parecen un tanto extraños al hombre que los escribió. No lo sé. Un largo camino por la Digonal 80, una parada en la plaza San Martín y la vista de frente a la Catedral de esa bella ciudad del sur fundada por Dardo Rocha, levemente los inspiran.
Hacia los costados de la plaza tras unos senderos que terminaban en la unión entre el cesped y el suelo, apenas recostados podíamos ver ese mundo perplejo y vertiginoso del centro de una ciudad.

Recuerdo que nos vinieron a pedir cigarrillos. Yo fumaba a mas no poder. Veíamos luciérnagas tras un muro. Los mudos portales se volvían complices de los besos azarosos de una pareja que buscaba resguardo. La acera se resquebrajaba y los ojos de una adolescente brillaban como el neón. Las estrellas indiferentes nos contaban el drama de Imhotep, la breve historia de filtros y voluntades desencontradas, de la ofrenda que Imhotep les hizo con sangre. Quise decir algo que partiera el aire o incitara una elegía pero solo acerté una frase trivial, luego hice silencio. Quemaba la noche. Un tipo a mi lado dijo una frase o un poema de tres palabras. Lo miré de soslayo. Alguien me ofreció un último mate. El camino de regreso se hizo corto. Unos ojos centellantes y sumamente inquietos, algo reclamaban. La mañana congregó al universo y, al alba repetido de los días, una nueva promesa sumó.



Estoy harto de anticipar cada palabra
Al fragor de las noches cansadas
Envueltas en cenizas que cubren
El centro del mundo,
Y despedazan las risueñas letras de papel
Gráciles y sin sentido,
Ceñidas al borde de una mesa
Anclada al recóndito azar del living.
Mientras trenes húmedos rechinan,
Un grito de espanto que no cesa
Arde junto a letanías
De cielo amurallado.
Allí donde claudican un ciego de tripas destiladas
Por el hedor indigno de los fueyes,
De los purgatorios moribundos,
De ciertos valles descuidados
Por la sombra.

Estoy harto de los entreveros
Del lenguaje, de la silueta
Compulsa que perturba la noche,
Del sueño anónimo que me llega de pronto
Ante el paraíso ganado o desierto.
Y entre vigilias negligentes
Una furibunda caterva de seres errabundos
Custodian el pan sobre anaqueles,
El cáliz de los últimos santos
Al separarse de la iglesia prebisteriana.

Estoy harto,
ligera o terriblemente abatido,
De los inútiles codos dilapidando
El resto del espacio vacío
de tu cuerpo ausente
En medio de los días y las vedas,
Incrustado contra una pared de frío y tinieblas,
Hundido en placares polvorientos
Con Sombreros colgados, cruces de niquel,
Sin paz.
Con Rostros fantasmagóricos asediando
Los techos, la empalizada,
al aire furtivo que sacia la distancia
Sin distinguir mis versos de tantos ajenos
Y aun sabiendo que si musitaran algo notable
Los miraría con desdén impasible
los llenaría de olvido.
Estoy harto de los dilemas que se derrumban
Entre espinas de pasado,
Entre mustios e ingrávidos muñones
Congregados a lo largo de la calle,
De Los humeantes artesanos de moneda fácil
En los avatares de una ciudad subterránea,
Perpleja en medio de la nada
Y la corriente.
Estoy harto de no saber de herejías,
de los alados cubos que se precipitan
contra la acera rota y manchan mis sienes,
de las muletas arrumbadas en un cuarto celeste.
Estoy harto de no saber de ti
de tu universidad, de tu ciudad
de las miríadas de rostros cuya incógnita me desvela
de las esquinas entrecruzadas
de origen y destino incierto
que derivan en un páramo o en un ombú.
De la precipitaciones lejanas que rozan mi cuerpo y no el tuyo,
De estar solo y gritando
De los colores de la primavera
Envuelta en carmín.
Estoy harto de los placeres dolorosos
Mezquinos y vahos
de no saber de ti, ni de tu universidad
De ignorar los caminos que me llevan a tu regazo
Y anticipan el regreso.

Septiembre de 2001


Fue sábado el primer día de aquel septiembre del año 2001. Año convulso, atroz, terrible que tiene hoy un carácter un tanto irreal, excepto por aquel día en particular, diez noches antes de que atestiguáramos la caída de las torres gemelas en Manhattan.
No poseo el temple para ver películas en solitario, necesito compartirlas y son muy pocas las que me han impresionado lo suficiente como para lograr el milagro de estar absorto frente a una pantalla durante dos horas. Sin embargo recuerdo que como todo en mi vida lo que me llevo a verla fue una mujer, fue la sonrisa de Chaja o de Laura Fraser que por suspensión de mi incredulidad se convirtió en aquella joven judía, liberal, como bien se comenta en una reseña, la miel mas dulce de Israel.


El film contaba los avatares de dos familias judías, una heterodoxa de la que proviene Chaja, una bella estudiante universitaria con una franca y despreocupada actitud frente a los convencionalismos de los ortodoxos jasídicos. El padre de Chaja, un tal Silberschmidl interpretado por Maximilian Schell, narra en los primeros fragmentos del film que escapando de los soldados nazis durante la Segunda Guerra Mundial, toma sus pertenencias mas queridas, las guarda en dos maletas y las entierra en un subterráneo. Al regresar a Antwerp donde las había enterrado, no logra hallar las maletas y su búsqueda se transforma en una obsesión.


Chaja, por su parte, busca independizarse y un viejo amigo de su padre le consigue un trabajo como niñera en el seno de una familia tradicional judía. Uno de los niños, Simcha, no pronuncia palabra. Su mundo es tan estrecho como las costumbres y los rígidos mandamientos paternos. Muy pronto los hábitos conservadores del padre de Simcha entran gradualmente en conflicto con la conducta de Chaja pero, al mismo tiempo, el vínculo entre ella y Simcha comienza a ser más estrecho, al punto de que la muchacha comprende que, más allá de las palabras, existen otras formas de comunicarse y de expresar amor. Ella afirma que Simcha es su “novio” aunque su verdadero novio la abndona antes de iniciarse la secuencia de acciones.


La relación entre ambos se profundiza y Simcha vocifera, para sorpresa de su madre, la onomatopeya del graznido de un pato, tras una de las tantas visitas al parque junto a Chaja. Una comunión nace entre ellos. Tanto Chaja como Simcha encuentran un amparo en el otro, un bálsamo, una huida. Se diluyen los sombríos convencionalismos, la mirada agazapada y distante.


La esplendorosa voluntad y simpatía de Chaja ganan la quietud mortuoria del pequeño y, a la vez, la fragilidad y la ternura de aquel, incitan el afecto de la niñera. Simcha descubre en su silencio el rostro de Chaja, su infinita sonrisa, sus ojos redondeados y traviesos. Este mismo afecto, paradójicamente o no, determinará la muerte de Simcha quien se ahoga por intentar alcanzar aquellos patos que tanto lo fascinaban en la fuente del parque que a menudo visitaba junto a Chaja. No obstante las desavenencias entre el patriarca judío y Chaja no merman ni siquiera tras la muerte del niño. El hombre sigue iracundo por naturaleza. Pero aun ante el funesto designio de ese desenlace, la madre de Simcha, reconoce el afecto de su hijo por ella e intenta mitigar en Chaja el dolor de la pérdida, absolviéndola de toda culpa.


Hasta aquí el resumen de la trama. No puedo evitar la evocación de los ojos y los modos del personaje de Laura Fraser, ni las confrontaciones con Jeroen Krabbe, la voz de Simcha imitando el graznido de los patos del parque, quizás el momento más brillante del filme, o el hecho tan fortuito y poco común de lograr acaparar mi entera atención.
Hace muy poco releía un reportaje a Roberto Benigni donde afirmaba, al pasar, con esa mirada inquieta y ladeada casi intermitente, que no estaba tan mal empaparse de las cosas que uno ama.


El gusto estético (o amoroso) es ciertamente un misterio. No existe una fórmula para el placer o para determinar aquello que nos incita el hechizo irracional del encanto. Se le pueden atribuir virtudes, inciertas seguramente, y disfrazar sus defectos y negar sus miserias. Las opiniones ajenas nunca cuentan demasiado. Existen grandes probabilidades de que la película que reseño no valga en nada al espectador versado y que las maravillas que le atribuyo sean tan solo íntimas supersticiones. Creo que eso no importa demasiado. La devoción ante la mirada de Simcha, su cara tersa y pálida, sus pómulos rojizos junto a la inclaudicable belleza de la sonrisa de Chaja, el atractivo de la forma y los detalles que hacen al encuentro del uno con el otro, anula cualquier porfiada conjetura. Y aun hoy recuerdo los gestos y la sonrisa de Chaja que asociaría algo después a otros gestos y a otras sonrisas.



El final del film es interesante en sí mismo: Chaja, tras la tragedia de Simcha, empieza a buscar las maletas perdidas por su padre. Aquella obsesión paterna se transforma en su propia obsesión. Ambos intentan recobrar algo de un pasado perdido y añorado, de lo que el tiempo arrebata y nunca devuelve, excepto a través de fantasmagóricas representaciones o indicios. Por desgracia, aquellas maletas también constituyen apenas los retazos de lo que en verdad se intenta recuperar. El carácter irreductible de la ausencia insolventa todo esfuerzo. Y aun así le da un sentido a lo que hemos perdido, lo transmuta en múltiples símbolos, le otorga la inmortalidad de la memoria. Nos devuelve, acaso, un fragmento vivo de lo que fue aquel tiempo, de su gente y su peculiar modo de transformar nuestras vidas.

martes, 21 de abril de 2009

Ecos desde Rupairu

Quería transcribir este lacónico pasaje, sincero, agobiante, publicado por Javier Bergia en su Rupairu.
Los borbotones de una sentencia vociferada por la severidad del tiempo, por el vértigo de los días, nos imponen una pena. Estas líneas, y no otras, agotan acaso mi imaginación y el lejano canto moribundo de un cisne monógamo me advierte que otro invierno ha derrotado antiguos senderos, que una batalla se perdió (¿contra la soledad, Ana?) y acaso otra comienza.

"La distancia es agónica cuando arrecia el mar en el interior del alma. Al amparo de la melancolía, la amargura se transforma sutilmente en éxtasis embriagador. Vuelven a imponer las gaviotas su reclamo desesperado. Al fin concluyo que si eras tu la Musa redentora y confusa, nublada caricia, vaporosa y frágil en desvanecimiento. Gacela inconfundible de noble busto y distinguido cuello, veloz y temerosa que abandono temprano aquel sueño conspicuo. Prudente tus dedos rozaron mi frente de madrugada llevandome al cenit del universo deseado. El tiempo aquel de laureados días de apasionados besos, se hizo añicos por las calles de una ciudad que apenas merece ser nombrada. He de romper la noche para buscarte por quien sabe donde y traerte de nuevo a mi almohada en estas gélidas horas de un Marzo cortante, afilado y maldito. No odio ni guardo rencor, ya es inútil, si acaso te quiero mas que nunca."

lunes, 20 de abril de 2009

Casanova y Charpillon (II)

Diluido el encanto, se declara la guerra entre Charpillon y el amigo Casanova, pero él en posesión, una vez más, de todos sus medios, la ganará.

Al día siguiente logra hacer arrestar a la madre y sus dos tías para recobrar el crédito. Tras quince días ceden y le devuelven las seis mil libras. Ellas, por su parte, lo hacen detener en venganza bajo la acusación de querer acuchillar a Charpillon. No le cuesta nada probar su inocencia a Giovanni, quien dirá la ultima palabra.
Paseando por el mercado de pájaros descubre un loro de escasa edad. Decide comprarlo. Después se dedica pacientemente a enseñarle la frase:
“Miss Charpillon es aun mas puta que su madre”

Cuado el animal aprende la frase lo pone en venta a un altísimo precio en el mercado donde la adquirió. La suma pedida es tan grande que atrae a los curiosos. Muy pronto, la frase se hace célebre en toda Londres. Charpillon se limita a reír levemente al enterarse pero su madre y sus tías se ponen furiosas. Los abogados de la época con gran sensatez les advierten que no hay ley que castigue las infamias de un loro. Finalmente un amante de Charpillon, que la entretiene solo pasajeramente, compra el animal. Casanova concluye el romance con estas palabras: “esta travesura puso fin a mis tratos con la coqueta, a la que después encontré en Londres, en los paseos y los espectáculos sin acordarme siquiera de todo cuanto me había sucedido por su causa, hasta tal punto que ya me era indiferente.”

Diez años más tarde, Charpillon se convierte en la amante del político John Wilkes que al año siguiente sería lord mayor de Londres. Con el político panfletario, virulento, Charpillon siente una admiración sin límites y se somete. No obstante, cuatro años mas tarde Charpillon debió interesarse demasiado por otros sometimientos. Wilkes se despide con una carta que hubiera causado gran placer a Casanova.
“Señorita: las últimas palabras que me has hecho el honor de dirigirme fueron: Señor has llegado a ser tan odioso como mi madre. Ya sabes lo que pasó el domingo por la noche.
Las lamentaciones son propias del fatuo,
El ruido del necio,
El hombre honrado y engañado
Se aleja sin decir palabra.
¡Adiós!

La historia de Casanova y Charpillon se refleja en buena medida en la novela de Pierre Louÿs La femme et le pantin donde el protagonista goza de mayor fortuna que el amigo Giovanni.
Así concluye la historia de un Casanova seducido, celoso y ridículo aunque también absolutamente enamorado y envuelto por el hechizo insustancial de la pasión que le inspiraba Charpillon. Amor decepcionante que incita en Casanova su mayor astucia y el anacrónico eco de Lacán que lo hubiese prevenido la mujer no existe (la mujer como generalidad quería significar o hubiera debido), haciéndole comprender que ciertas llaves no abren ciertas voluntades, ni espantan a antiguos fantasmas o sus costumbres.


Compendiado, adaptado, arruinado y garabateado de Casanova, una vida de placer de Ned Rival

domingo, 19 de abril de 2009

Casanova y Chapillon (I)

Casanova conoció a Charpillon cuando esta tenía apenas doce o trece años. Su abuela le hizo agarrarse una rabieta cuando le negó una chuchería y Casanova en un impulso de hombre galante, que prefiere evitar el llanto de una niña, se la compra para luego obsequiársela.
No supo nada más de ella hasta un tiempo después. Charpillon se había convertido en una exquisita mujer de pelo castaño, con ojos color miel, piel severamente clara, senos redondeados y gentiles que impactaron de manera honda a Casanova. La familia de Charpillon, madre, abuela y sus dos tías, era una familia de prostitutas bastante conocida en Berna. El gobierno helvético enterado de que se las calificaba de chourren, putas en castellano, les ordenó que abandonasen la ciudad, ofreciendo incluso pagar los gastos del viaje. De esta manera arriba a Londres, la hermosa Charpillon que hará quedar como un idiota al brillante seductor.


Casanova estaba confiado en que no le sería difícil hacerse de los favores de Charpillon que, según refiere, desde el primer encuentro le ha robado el corazón. Pese a los consejos de sus amigos que lo ponen en alerta acerca de los hábitos de Charpillon, él prosigue en la empresa. Si bien le concede cien guineas con el pretexto de lanzar al mercado un bálsamo de vida cuyo secreto posee la abuela, no le permite ninguna intimidad se niega a que le agarre de la mano cuando intenta besarla. Casanova, molesto, perplejo, asedia a la muchacha. La va a visitar con frecuencia a su departamento del Soho donde mora con su madre, su abuela, su tres tías. El instinto de Casanova podría haberle advertido pues reconoció en la parentela de Charpillon a quienes él hizo un préstamo de seis mil libras que nunca le devolvieron. No obstante, olvidaría todo si el gesto favoreciera sus escarceos con la joven. Tan pronto habla de dinero, Charpillon lo frena en seco proponiéndole que la conquiste como un amante razonable y no como un bruto. Y Giovanni la visita cada día como su prometido.

Lleva siempre un regalo. La saca a los espectáculos y a largos paseos por la campiña. Por todo consigue besarle la mano, aguardando que pasen las dos semanas de cortejo que ella le había propuesto. Ultimo día de la penitencia: esa noche sería suya cuando le entregase cien guineas a su madre. Charpillon no se entrega a él: “apenas se mete en la cama, me acerco a ella para estrecharla en mis brazos, pero la encuentro peor que vestida. Acurrucada en la larga camisa, con los brazos cruzados y la cabeza hundida en el pecho, me deja decir todo cuanto se me antoja.”Ante esa rechazo la pasión de Casanova se convierte en furia, le desgarra la camisa y llevándole las manos al cuello, se siente tentado a estrangularla. Recordando treinta años después alega: “Noche desoladora, noche cruel durante la cual hable al monstruo en todos los tonos: dulzura, cólera, razón, desesperación, ruego, lagrimas, caricias y atroces insultos…”
En otra oportunidad Chapillon lo atrae en el césped de un parque y al resguardo de los matorrales finge casi entregársele. Induce hasta tal punto a Casanova que éste loco de rabia con el corazón tumultuoso, saca un cuchillo del bolsillo y amenaza con degollarla. Elle se escapa y se unen a sus acompañantes.Algún tiempo después Charpillon le propone otra cosa: solo aceptaría intimidad con él fuera de su casa y de la casa de él. Casanova alquila entonces una casa en Chelsea y entrega la letra de cambio por la deuda que tenía contra su madre y sus tías. Ella ofrece como pretexto una indisposición natural para no cumplir la promesa.Escaso de ingenio, Casanova saca a relieve la charada, la abofetea y la saca a patadas de la cama cubriéndole el rostro de sangre. El propietario se la quita de las manos antes de que vaya más lejos.

Una semana mas tarde lleno de arrepentimiento se pone de rodillas ante aquella a la que quiere, según el caso, estrechar en sus brazos y estrangular. “Como me moría de deseo de volverla a ver entre mis brazos, dulce y acariciadora como la había tenido, le envié un servicio de café y te de porcelana de Sajonia, para doce personas, escribiéndole la esquela de amor que me convertía en el mas cobarde de todos lo hombres. Lo mismo que el perdón de la deuda, no doblegó a Charpillon. Entonces Casanova exige que le devuelvan la letra de cambio a lo que la madre de Charpillon respondiendo por ella alega que se la devolvería en persona cuando se comportara de otro modo y aprendiese a respetarla”.

Al leer esas insolentes palabras, Casanova se precipita al Soho para hacerse devolver lo que se le debe. Pero cuando llega de improviso descubre a Charpillon con el peluquero. Casanova empieza a regar de bastonazos lo que encuentra: la espalda del peluquero, el servicio de Sajonia; Charpillon se arroja al otro lado del lecho, luego desaparace. El peluquero también. El caballero reclama sus letras, a lo que la parentela de Charpillon, atraída por el escándalo, le dice que ellas no la tenían sino la muchacha. A consecuencia Casanova permanece postrado en su casa varios días, sin oír hablar de aquella a la que no puede dejar de amar. Le llegan noticias: Charpillon se halla en grave estado. Después de lo sucedido tiene fiebre, delira, grita sin cesar ¡ahí está Seingalt! ¡ahí esta mi verdugo! ¡Salvadme! quiere matarme. Giovanni se desespera y envía a un criado para ver como sigue, hasta que decide el mismo apersonarse en la casa. La madre le dice que ya no hablaba y que dentro de una hora o poco mas moriría.

Casanova llega al colmo de la desesperación, no ve otra salida que el suicidio. Vuelve a su casa pone en orden sus papeles, su testamento y sale con la idea de arrojarse al Támesis. Compra plomo en una tienda para hundirse. Esta determinado a morir. “Me alegraba de tener la equidad de castigarme, reconociéndome culpable del imperdonable crimen de haber detenido el curso de la vida en el encantador objeto que la naturaleza había creado para el amor”.Un joven ingles lo encuentra, lo ve triste y lo invita a acompañarlo en la velada de la cena. Casanova seguía desolado. Ambos terminan en un baile público. Una de las que bailaban atrae la atención de Casanova. Parecía ser Charpillon pero ¡no podía ser! ¡era imposible! y sin embargo lo comprueba ¡era ella! la que estaba ofendida e iba a morir por su desatino. Se produce en él una convulsión. Trémulo de los pies a la cabeza, el corazón le oprime el pecho. Parece que ese paroxismo lo llevará a un desenlace fatal. Todo lo contrario. Le invade una súbita calma. ¡Curado! Su afección se cura. El amor abandona su corazón. El encanto se ha desvanecido. El hechizo que padecía roto.

viernes, 17 de abril de 2009

Fé de una rata:

En la nota El cangrejo progresista lease C5N en lugar de CN24. El error fue involuntario aunque no sin proposito de desdén.

jueves, 16 de abril de 2009

Habla laura

Este poema un tanto sesgado, otro tanto doliente consta en El libro del fantasma. A veces, sospecho, es irreprimible no hallar en los ultimos tres versos una verdad irrefutable mientras los primeros parecen ocultar mas de lo que sugieren. Las responsabilidades del poeta, la voz ausente que en su réplica podría conjurar cada verso, cada afirmación, dictan el reverso de cualquier homenaje. Mas que nada agitan el filo de la distancia, de la ausencia, de lo que el cosmos ofrece a cada momento y en todos los sitios.


Yo que sostuve la agitada trama
del verso escrito al borde del abismo,
siempre volví la espalda al cataclismo.
Yo soy la que no está. La que no te ama.
Yo que alumbré con pertinaz ausencia
tu visión de poeta endemoniado
respondí a cada agónico llamado
con la misma estelar indiferencia.
Soy Hidra que venció, fiera salvaje
que al héroe despedaza y atormenta
pero recibe a cambio un beso tierno.
Te pregunto: ¿no es cruel el homenaje?
¿No esconde acaso la mayor afrenta?
Muchas puertas, mi amor, dan al infierno.

Alejandro Dolina

miércoles, 15 de abril de 2009

Creo que todos albergamos en el corazón a una Chichina a la que nuestro adiós (o el suyo) nos laceró con su gélido restañar de mañana de inicipiente invierno. La mía es anónima, vano fantasma de niebla y luz, diría Bécquer, intangible, inmaterial, aunque no menos verdadera que la del Che.La feliz conjetura de sus lágrimas me es ajena; intuyo solo un ánfora, quizas la sangre vertida en remotos imperios y en remotos ocasos.
El homenaje es doble; la pericia, me temo escasa. Sin embargo, queda como consuelo el instante de la crisálida, de la palabra erigida en horas de cerrazón y letargo. Esa impronta, acaso, constituye y establece el vasto recorrido de los consignados versos , un poema que en labios del Che sería la épica de una Latinoamérica herida, el excelso epílogo de un trozo de dos vidas que se juntaron en un momento, con identidad de aspiraciones y proyectos y un amor inclaudicable por la ruta. En mi derecha mano, en cambio, sólo vocifera los ecos de una imago, el sórdido retazo del libre albredío y de la cara mojada en un estero alucinatorio.

A Chichina


Solo avizoro un mar remoto en huida plena,
las promesas postreras, tus labios en los míos,
el hálito compartido, sereno, absorto,
y ahora sé que eran el preludio de la pena,
filtrada por la alucinación de la voz y sus bríos.
No cambio nada, ni el extenuado pasaje
por el desierto de Atacama, ni la tertulia improvisada
con los trashumantes mineros,
que secretamente presagiaron
el sendero diverso.

Y, sin embargo, en el Machu Pichu,
en el revelador leprosario de San Pablo,
tu rostro me perseguía, incansable,
mientras mis manos desprendiendo versos
se perdían como naufrago sin faro
en la búsqueda del vocablo impreciso .
¡Si te rozara apenas mi llanto escondido!
Te odio y te amo con el fulgor
de la aurora no exonerada,
y sus dagas me impregnan con dolor
los incesantes crujidos de tu voz,
aparecida y antedicha,
ahora vedada.

Recién en Caracas tus senos conjeturales
desaparecieron por siempre de mi memoria
hundidos en el lejano lupanar de la razón
que constituyen lejanos, infinitesimales arrabales.
Y son últimos.

Sucesivamente mi memoria evocó otras memorias,
fui tal vez otro hombre,
y Chichina perduró en la eternidad del anterior.
Fueron suyas las ínfimas cavilaciones, las escorias,
mi pulcro y sublime estertor,
las dubitativas concepciones del estudiante,
sus erróneas e infantiles ilusiones.

martes, 14 de abril de 2009

El cangrejo progresista

¡Das un paso adelante y dos hacia atrás! Sos como los cangrejos, vociferaba mi madre.

Imitar los avatares del cangrejo parece ser por desgracia la practica corriente de todo el progresismo argentino en el que incluyo a la izquierda y los retoños partidarios que, con posiciones menos extremistas o mas parecidas a la UCR de principios de siglo XX, se nutren de un pasado de militancia (y militantes) comunistas.

El observador puede notar fácilmente y sin el rigor de noches interminables de desvelo crónico el carácter de una situación bastante conocida en Argentina aunque contemple diversas variantes. No es un hecho ignorado que las operaciones mediáticas del grupo Clarín en sus divergentes modos, los alelados y patéticos personeros de Radio 10, CN 24, Canal 26 bregan por crear una densidad cada vez más agobiante. Con mayor o menor suerte, la repetición de argumentaciones, ejemplos y constancias, el ataque permanente donde antes el silencio era salud, filtran de alguna forma la imaginación del espectador y el oyente aun si esto es a priori refuerzo de prejuicios. Teniendo en cuenta que la comunicación actual y el carácter de los dispositivos carece de respuesta inmediata del oyente o el espectador esta función se acentúa notablemente. Que Alfonsín fue el gran demócrata por oposición o comparación a los actuales funcionarios y representantes del ejecutivo, que las cifras del dengue oficiales no son las de la ONG, que el INDEC miente, que Moreno prometió pescado mas barato, que el hijo de Alfonsín es igualito a su padre y se lucía con el bastón presidencial, que cobos recita esplendidos versitos, que las listas testimoniales(y con razón) son un disparate, que la hija de Kirchner toma mate amargo en la playa Varese a las cuatro de la madrugada…

Vease que de este abanico la gentil locura de las listas testimoniales nos devuelve al punto de partida, a la inquietud primera. Un plebiscito de la gestión parece ser la única explicación valida (y viable) para el despropósito que supone la estrategia de las listas testimoniales. Pero también parece ser el zarpazo de un naufrago que se aleja de la costa de la aprobación general. No se trata de un bluff o de una simulación sino el jugarse el todo por el todo ante una perspectiva que se avizora poco prometedora. Y he aquí un juego de responsabilidades compartidas, las que competen al oficialismo poco importan porque conocemos su origen y los favores que conceden a los nuevos actores del capital concentrado. Me importan más las del llamado progresismo.

Como los sectores de izquierda también se disgregan por argumentos ridículos sin consolidar una corriente unificada, pero a diferencia del PO o la ¡Izquierda Unida!, la responsabilidad que les compete es aun mayor por el hecho minúsculo y sustancial de sus vinculaciones con el poder ejecutivo y su inexistente vocación de revolución social (hay ejemplos claros de encuentros que no cuestionan el modelo vigente de acumulación capitalista y enfatizan el mejor funcionamiento institucional sin plantear reformas demasiado profundas y de sustancia, con un atroz verticalismo y una reminiscencia radical de los días en que reclamaban el saneamiento del sistema electoral).

El primer atributo denota una irresponsabilidad clara que se sostiene principalmente en la cortedad de miras del progresismo argentino frente a las reacciones conservadoras de derecha. El embate de la derecha argentina es claro ¿Cómo responde el progresismo? Rompiendo vínculos con el ejecutivo, fabulando armados electorales que sin conformar un núcleo unificado y en base al poder y al sustento de la legitimidad popular representada en el actual gobierno entregan su posibilidad de consolidarse cabalmente. Ciertamente un destino podría ser el armado a largo plazo como el pt brasilero con elecciones fallidas como preludio. La única diferencia aquí es el tiempo y los aparatos mediáticos y de publicidad además de la certeza de que argentina conserva los resabios de conservadurismo popular de naturaleza irracional y nefasta de mayor envergadura de América latina. La posibilidad de establecer una alianza con los sectores que hoy ponderan el aparato estatal contra una parte, repito solo una parte de los sectores mas reaccionarios y de capital concentrado del país, a fin de neutralizarlos impidiéndoles toda posibilidad de reacción al no ver plenamente concedidos sus intereses de clase, bastaría para fortalecer los movimientos progresistas y a todo el campo popular para después dar el próximo salto en el interior del aparato estatal o desde un punto de partida menos viciado por la reacción. Y sin embargo (cantaría sabina) su cortedad de miras muy a tono con su adversario le impide ver esta variante y lo encaraman en la aventura electoralista y mansamente reformista. Extingue lazos con el oficialismo, creando las condiciones para que las alianzas de derecha junto con Duhalde, quienes no dudan en mezclar vino con sandía, los ajusticien merecidamente.

La derecha no tiene problemas en unirse para restablecer el orden basado en la regresión y el pantano. El progresismo no tiene problemas en disolverse para sostener ese orden o proponerlo pero con ¡transparencia y ajustes de gestión!

lunes, 13 de abril de 2009

¡Seré racional!
cuando el presagio del incienso
no destruya las aceras
y espectros con verdes cuchillos en sus fauces
reaviven la sombra dormida
tras la huella de una esquina.

¡Seré racional!
cuando los candados rechinen su vergüenza
y los notarios apabullados por el rigor de la espuma
huyan despavoridos entre papeles y rúbricas,
cuando se derrumben en estrépitos, naufragios
ante un jardín de repleto de alabastro.

¡Seré racional!
cuando aúllen las mujeres sus verdades dormidas
y sus vientres se incendien,
cuando tus dedos repasen las imperfecciones
de una pared de cal ligeramente empapelada.

¡Seré racional!
cuando mires el aire envanecido
y sepas que no quieras perder lo que ganas,
cuando los fatuos fantasmas de Joyce
no se desvanezcan en la memoria por la ausencia.

¡Seré racional!
cuando un elfo me desvele
con silencios y sombras en mitad del Tenampa,
cuando me alimente el humo de tu boca
renaciendo mi pecho con la estela del neón.

¡Seré racional!
cuando mi hastío discurra en el bermellón,
y los postes, los cabriolés y las luciérnagas desfallezcan
ante un espejo cubierto de orlas grises,
cuando tu ausencia remita ciertos versos
de una sílaba.

¡Seré racional!
cuando se deshagan los tirantes de mi garganta,
y un húmedo estilete derrame aceite
sobre tu cuerpo desnudo en medio de la calle,
cuando vea en sueños una serpiente
y el Quetzalcoatl o el Cujubí se cuelen en mi bolsa.

¡Seré racional!
cuando del sínodo de tu boca
salgan las palabras entrelazadas al carmín,
cuando el mundo se rompa en el crujido de una canilla
cuando me ofrezcas una leve mirada
y mi alma se ahogue con el último sorbo de café.

Entre cercos

Uno de los primeros recuerdos de mi infancia se asocia a las ingenuas impresiones que me forme a mi llegada al barrio de Fátima a unas pocas cuadras del centro de Wilde. Nos habíamos mudado con mis padres y mi hermano durante los primeros días de septiembre o noviembre hace ya unos dieciocho años luego de pasar una temporada en San Justo muy breve y después de vivir en Mataderos cerca de la interminable Alberdi que algunas tardes remontaba hasta Caballito o Flores. Por aquí no había mucho, apenas una calle comercial y un sinfín de terrenos mansos en los que podía ver declinar la tarde con cierta impunidad y desprejuicio. Muy cerca de mi calle, las vías del ferrocarril Roca se extendían entre zanjas y pastizales desprolijos, indómitos, sin recortar que cubrían la llegada al terraplén. Desde la ventana de mi pieza podía ver una explanada de barro sin interrupciones que parecían devorar todo indicio de urbanidad y todo indicio de fronteras.


Solamente las casitas bajas e inclinadas en diagonal me recordaban que aquello no era muy diferente al sitio en que me había criado desde muy pequeño. Todo allí era una fiesta, las excursiones por aquel terreno, perderse y descubrirse merodeando en el bosque conjetural que daba al frente de mi departamento auguraba siempre un desafío o una aventura. Pisábamos ruinas, nos escondíamos en sitios abandonados, nos sentábamos en promontorios y perdíamos el tiempo sin remilgos. La convivencia entre las torres de edificios era verdaderamente orgiástica. Se iba y se venia casi con impudicia. Y de allí hasta el campito con los arcos y hasta el club. Me recuerdo perdido después de que mi padre me dejara en la puerta del almacén mientras hablaba con algún vecino. Ubico los lugares desiertos que esas extensiones sugerían con tanta esplendidez, la promesa de lo inacabado, incorpóreo. Algo de eso se modificó para siempre el día en que los consorcios decidieron amurallarnos y separar los complejos, lo cual era bastante previsible. A partir de entonces cada espacio está destinado para cada cual y solo la gracia o el favor ajeno le permite al forastero visitar las inmediaciones de los edificios, sean o no propietarios del complejo vecino. Ciertamente la muralla que pusieron sirvió únicamente como manifestación de un ordenamiento social, una manera peculiar de demarcar los espacios, ya que nunca sirvió a los fines que supuestamente se le atribuyeron a los muros y rejas. Visitantes extraños y de mala monta aun hay; el cerramiento ni siquiera los ha ruborizado. Si se realiza un registro de los robos a automotores se advertirá que han crecido notablemente desde entonces, habilitando formas muy graciosas de perpetración del hurto, verdaderamente ingeniosas en ciertos casos. Eso sí han aumentado la cotización de porciones de terreno a partir de la valoración de las cocheras que se han otorgado a los propietarios, ha creado gastos de mantenimiento y cubrieron las expectativas de herreros, pintores y jardineros y de cierta tradición.


Otra muralla, la china, fue construida parcialmente por grupos de trabajadores que confeccionaban diez metros de muralla por tramo. Al finalizar se unían a otro grupo que hacía lo mismo en sentido contrario. Finalizada la empresa los sobrevivientes festejaban un rato y eran trasladados a otra región del imperio que los hacía olvidar inmediatamente su alegría. La justificación de la muralla era la de siempre, la defensa del imperio ante la invasión de los pueblos bárbaros del norte y el oeste y, como es habitual, nunca convenció a casi nadie. Los constructores de la muralla eran condenados a muerte en el sentido literal o metafórico de la frase; se los sacrificaba, se los tenía como varilla que acomoda las brazas del emperador chino. Ciertamente la muralla era un oropel del imperio, una manifestación ideológica de la supremacía imperial, porque, si bien se argumentaba como protección de los dominios del imperio ¿qué clase de seguridad podía dar un cordón de piedras que se interrumpía por largos tramos y cuya extensión hacía imposible establecer un control unificado de la frontera? En definitiva una completa porquería que hoy es un monumento atroz e inservible. Recorrido por turistas que se admiran casi por contagio o apariencia, se ignora su infausta historia por completo.


Otra muralla ha querido improvisar en San Isidro el intendente Gustavo Posse, Sin chinos ni lugareños del conurbano sur. Intentando escuchar los fundamentos de la instalación de ese muro uno comprueba los matices de la estupidez, rememora ciertas personalidades y sus infinitas contradicciones. Es preciso, no obstante, poner en claro que hasta los argumentos que sostienen la necesidad de ese muro son inverosímiles. Yo no creo que nadie pueda darles verdadero crédito o, si lo alguien lo hace, resulta de la impiadosa derivación de una posición teórica cuyos límites son bastante claros. Sin embargo no hay argumentación que, por la razón o la incoherencia, sea capaz de neutralizar en algo el sentido nefasto de ese muro.


Ignoro si la historia es progresiva y tiene sus retrocesos, si sus intermitencias no detienen la dinámica general de la progresión o si toda novedad es ficticia. Soy simpatizante de lo primero aunque en horas en declive, lo segundo hiera insistentemente mi imaginación. El muro de San Isidro no es sino la manifestación de oxidados trazos de vergüenzas no completamente inoculadas por el paso del tiempo. Quizá a algunos esto les sugiera que los errores cíclicamente retornan y que la condición del hombre adolece de la infeliz tendencia de retroceder sobre sí misma. Me permito disentir: la memoria no es tan frágil y la sombra de los escarnios del ayer impiden pasar por alto nuevas desgracias de la sensatez.

domingo, 12 de abril de 2009

TE VAS

Quiero recordar si alguna vez hubo principio sin fin, algun perdido ocaso de diciembre en que el tiempo se detuvo a orillas de la mesa de un bar. Si las cortinas se cerraban y un coro inmemorial cubría las aceras de nostalgias. Si los ojos se buscaban y éramos como cíclopes con tu miel en mis párpados. Si la soledad era un mal inoculado por viejas heridas. Si huías de naufragios a plena luz, con tus mejillas inclinadas sobre mis palmas y tus ojos redondeados y filosos cerrandose tenues, acompasados, proféticos. Si el sueño se confundía con el sol cargado de la mañana insomne. Si perdías la calma y renacía un destello de vida. Si los caminos no arrastraban presagios, ni desdenes que te inmovilizaban al borde del camino. Si los sueños cubrían con llamas el pecho y un hombre sonreía tras tus huellas. Si al fin el mundo renunciaba a sus horrores, a su calma impoluta, a sus ríos, al otoño y su montaje, al cristal de las noches muertas. Si el abrazo que impidió el erizo de tu piel aun pendula en algun cuarto de hotel. Si una pareja subía los peldaños en dos correteando mas alla de la boca del subte. Si procuró el alba un perfume anclado en la memoria de la boca y su saliva. Si alguien cruzó Chinvat con los pies desnudos. Si tu pelo enredaba mi aire y las luciérnagas desfallecían entre cenizas de humo. Si la calma y el control se perdían, si el invierno regresaba. Si volvías a Ítaca o un paraíso se incendiaba...


Te vas, a la ciudad definitiva, sin mí
Perdonarás que no te vaya a despedir
La noche corta como un cristal roto
Y tú, estarás tan triste como hermosa
Tu luz quemó mis naves cargadas de incertidumbre
Y el corazón que sobre tu mesa yo puse
Para cenar la noche en que nos dispusimos a saltar
de la mano al precipicio.
Y yo, procuraré sonreír más a menudo
Y acostarme a una hora prudente
Tú me enseñaste que afuera siempre
me está esperando una nueva mañana
Como aquella nuestra radiante y soleada
Te vas, a la ciudad definitiva
Y en Madrid quedamos huérfanos y enfermos
Te vas a reír, pero pregunto cada noche
A los fantasmas que habitan mis bares cuándo vuelves a casa
Los días caen lentos como el polen de un árbol
Cubriendo todo mi jardín de desencanto
Un sucedáneo de la vida, será el fin
El tiempo que he de recorrer sin ti.
Y yo, procuraré no suspirar tan a menudo
Y acostarme a una hora prudente
Yo sé que afuera inevitablemente
Me está esperando una nueva mañana
Lo prometiste, radiante y soleada
Y tú, procurarás cumplir con lo que has prometido
Ser fuerte y devorar la manzana
Has de pensar cada nueva mañana
Que un tipo a menudo piensa en ti y sonríe
Aunque quizás no sean sus días más felices
Y yo, procuraré mantener la luz encendida
Por si se te ocurre volver de repente
Alumbrará este recuerdo incandescente
El camino de vuelta
Aquel que trazaron antes
Viejos fugitivos, nuevos amantes.

Ismael Serrano

viernes, 10 de abril de 2009

Disquisiciones


I

Hacer público lo íntimo es un acto del lenguaje. Lo verdaderamente fantástico es que entre la literatura y el universo y, en particular, los pormenores de este mundo, como bien afirma Guillermo Martínez, existe un puente construido con el procedimiento de la lógica del arte de la magia:presentar un objeto ordinario, sólido y aplicarle un efecto extraordinario que lo transmuta.

En verdad, todo acto de magia consta de unas tres partes: la preparación en la cual se presenta el objeto, el giro la aplicación cabal de la transmutación o alteración a nivel fenomenológico y el prestigio, último acto en el cual se corrobora la magnificencia del cambio o recomposición del objeto.

Por consecuencia del principio de razón sabemos que toda causa esta precedida de otras que regresivamente se multiplican. Es un fundamento básico de la física newtoniana que a toda acción sigue una reacción de igual intensidad y sentido contrario. Ahora, el procedimiento mágico anula esta propiedad al ojo de los espectadores. El mundo con su sucesión se desvanece porque al efecto lógico de una causa verificado por una conjunción proveniente del conocimiento basado en la experiencia y la tradición, acontece otra cosa: Tomar un elemento inmediato, cotidiano, común para que manifieste unas propiedades inesperadas.

Ahora bien, no es este el tipo de ilusión que yo quiero resaltar. Personalmente me agradan más los quehaceres que implican que a determinadas acciones no le sigan los efectos apropiados, lo que comportaría el hecho más inobjetable del deseo humano, la distorsión sucesiva. Por ejemplo: supongamos que hay un reloj sobre una mesa que se exhibe y luego se cubre con un pañuelo. El ilusionista agita un mazo impactándolo de lleno sobre el artefacto que debería ceder y quedar despedazado. De hecho se siente el crujir y las piezas discurrir sobre la mesa. Tal cosa no acontece; el reloj está intacto al ser descubierto, luego de retirar el pañuelo. Si se analiza correctamente se advertirá que no existe la posibilidad ínfima de que esto efectivamente sea así; la consecuencia lógica de la ruptura del reloj acontece de forma velada y el velo interpuesto también contiene procedimientos cotidianos rutinarios e inmediatos. Nada ha cambiado. Una interposición entre lo real y lo imaginado por el asistente funciona a nivel perceptivo cubriendo las indeclinables funciones de la sucesión. Se oculta lo que es intuido como hecho siguiente y que, efectivamente, ocurre dando paso a la invariación del objeto temporal y el principio causal. La fuerza aplicada ha roto el reloj aunque este persiste en su forma inicial. Función que representa la característica del imago. Y si esto es así, la ilusión es tan esplendida que vale la pena ser engañado. La habilidad o la ética del mago radica precisamente en no manipular o esperar nada del engaño excepto la querencia del público, sin mas condicionamientos mundanos. Inexistente la manipulación o la búsqueda de un interés, el montaje es guíado por el misterio del afecto, de la impresión en la memoria ajena, inclaudicable y desinteresada. En esta clase de ilusión el poder es enteramente socavado; ni el mago tiene mas ambición que el aprecio, ni el publico mayor gozo que la demostración de la falibilidad de la física y el tiempo (hecho que implica también una correspondencia sentimental).
El dueño del reloj brevemente destruido no exalta sin mas que el objeto pueda ser usado nuevamente o el conseguirlo tras la desgracia, sino la ilusión en sí misma. Esa es su recompensa, sea cual fuere el objeto. Jamás impera el cinismo al que nos hemos acostumbrado ya por obra de la desgracia y el desdén ajeno
Ante el mundo de lo real que se desvela continuamente en un cúmulo de miradas, de intenciones solapadas, de la ausencia de lo extraordinario, yo busco ser engañado. Intuyo que, en alguna parte, un mago y un público se buscan mutuamente, compartiendo la esperanza por la quimera sin condiciones (sin confundir, con sentido de macabro burgués, diría Wimpy o hubiera querido decir, una ilusión con un pagaré), sin aguardar nada a cambio mas que la memoria y el gesto amoroso del otro.


II

Dos de los modos fundamentales del eterno regreso el platónico u astrológico y el de Niezteche dictan una curiosa analogía con el estudio cosmológico. Una de las conclusiones mas relevantes en materia de la dinámica del universo actual y su carácter proceden desde la ponderación de que el estudio de las partículas elementales la porción mas ínfima del universo dan lugar al desarrollo del modelo cosmológico. Veamos los antecedentes: la dinámica de las partículas fundamentales los dos componentes básicos del universo el hidrogeno y el helio se obtienen tras la nucleosíntesis primordial fue descripta por Bethe, Gamow y Alpher. Básicamente se plantea que tras un periodo de tiempo en que la densidad y la temperatura disminuyen las velocidades de colisión entre protones y neutrones permiten que tras la colisión no se destruyan entre si y puedan unirse en un núcleo estable. La carga resultante atrae a los electrones dispersos y el átomo se conforma en virtud de las propiedades de la materia. Esta conclusión que permite explicar la abundancia de helio e hidrogeno, en los periodos iniciales establece un límite hasta la síntesis del carbono, más allá los elementos más pesados y cotidianos en la tierra eran inconcebibles desde la lógica de la nucleosintesis. Fue finalmente el refutado Frank Hoyle conceptualista del Estado Estacionario, quien les dio la respuesta. Los materiales pesados de ordinaria existencia en la tierra fueron producidos en el interior de las estrellas, incluso nuestro cuerpo, nace desde la profundidad de aquellos primigenios astros. El proceso de combustión de las estrellas manufacturó los átomos a partir de reacciones de fusión.
El correcto e irreprochable registro con que se describe las interacciones a pequeña escala son en buen medida la formula de las especificaciones a grado universal. Infinitesimales porciones del cosmos y su interacción emiten un dictamen acerca del funcionamiento a mayor escala. Creo recordar que para Cantor, reseñado por Borges, un metro de universo equivalía, exactamente, a seis millones de kilómetros por la tesis del antecesor de los números quebrados. Si conjeturamos esto como verosímil suponemos luego que la equivalencia cuantitativa se traslada a equivalencia cualitativa y una porción de un metro posee las mismas propiedades que aquellos seis millones de kilómetros.
En el eterno retorno, el modelo astrológico implica que equilibradas las diversas de los siete planetas estos volverán al punto inicial de partida. Con cada revolución se completa el año perfecto. Esta visión microcósmica del regreso es compatible en buena medida con el modo nietzscheano que habla de fuerzas o la de Lebon de átomos. Las dos plantean un período, unas cuantas posiciones combinadas y una vuelta al inicio de la combinatoria. Tanto a escala planetaria como al de las partículas elementales. El grado de intuición de que estos dos términos, el mayor y el menor están íntimamente asociados por identidad o analogía es casi siempre eso, solo una conjetura bastante plausible.
Hace un tiempo olvide que los actos de los hombres también están atravesados por dos coordenadas la individual y la social. Instantáneamente, es fácil deducir que las dos son una y conforman la respuesta a una estructura material dada. Tanto el acto individual como el social son asentimientos a lo que las condiciones materiales prefiguran.
En última instancia descubrí algo realmente nefasto. Me lo reveló una tarde alguien que enrostraba gran parte de sus propias limitaciones y defectos a otra persona (su espejo, tal vez). Lo individual, y las miserias circunscriptas a ello (mas aun si manifiestan deseo de cambio, sin sublimar primeramente su propia existencia y sus propias conductas), son la sintética réplica de un cuerpo social mas vasto y complejo, pero no autónomo de sus componentes.

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