Jorge Luis Borges
Luna desnuda la noche en silencio
Perdido por perdido sea bienvenido
Señal de gracia sin luz sin descanso
letra de Leon Gieco
Murmuraban que todo enigma es una sustitución. Una cosa se hace pasar por otra y en realidad, agazapado en un rincón (¿del pensamiento?), el verdadero objeto aun perdura en la construcción verbal que lo envuelve y lo oculta a la percepción primigenia. Así se nos aparece el tropo.
Hace menos de un siglo alguien descubrió que los jóvenes poetas de una generación se inclinaron por unas apenas pocas combinaciones, desechando todas las demás e infinitas posibilidades. Por fortuna algunos aun hoy nos demuestran en menor o mayor grado que es posible rescatar metáforas originales de ese ánfora invisible y arduo de conjeturar que es la inspiración humana. Una de las ultimas que me arrastró a pensar estos versos el mundo es el cascabel/ de un gato asustado persiste en la desolación de chupando un palo sentado/ sobre una calabaza para referir parejamente al vértigo y al desengaño
El tropo
Del disco alado que envuelve
El espejo reticente, lo exalta,
Con sustituciones de eternas
Ánforas, de símbolos y de sombras.
Soberbia mascara de vocablo
Ungida por el doblez derecho
De la mano fraterna que la erige
Y la olvida de inmediato.
Atribuciones de la palabra
O el verso. Afirmaciones vanas,
El enigma no exonerado
De la conjetura o el fervor.
Hay en el lenguaje de Dios
Una cadena infinita de derivaciones
que apenas rozamos con el alfabeto
O la voz imprecisa.
Mi palabra es esta u otra
Su significado, la sucesión
Su pormenor, su entretejido.
En fin nadie dice lo que dice
O cree decir otra cosa.
"Cuando a finales del siglo XIX el cine empezó su andadura de manos de los hermanos Lumière y de Edison, era un fenómeno de feria, un producto de una era de prodigios tecnológicos... y mágicos.
Básicamente, hoy, más de un siglo después, en otra era de avances tecnológicos, sigue teniendo esa fascinación.Y no sólo por los efectos especiales y las maravillas informáticas, si no también por la capacidad de contar historias enrevesadas, con trucos y trampas variadas, que, sin embargo, sean capaces de concitar la atención del espectador y manejar sus sentimientos y emociones.
El truco final no es sólo un homenaje al mundo de la magia y a una era fascinante, es también un despliegue de pirotecnias tan efectistas y efectivas como los trucos mágicos que presenta.
No habiendo leido la novela en la que se basa la película, ignoro cuánto de este arte de birlibirloque guionístico hay en el material original y qué es cosecha propia de los hermanos Nolan, pero sea cual sea el caso, hay que felicitar a los responsables. Porque el film es tan tramposo como las artes mágicas descritas en el mismo... pero igual de triunfador en su efecto.
Estamos ante una película estructurada como una muñeca rusa, con un flash-back que encierra otro, con un misterio que esconde otro más. Como en los buenos trucos de magia, se muestra casi todo y se dan prácticamente todos los datos. El espectador puede intentar deducir quien está detrás de cada acción, de cada personaje... y hasta puede adivinarlo. Y si no lo hace, en la resolución verá que cada pieza estaba en su sitio.Una segunda lectura de la película estaría en la caracterización, en el enfrentamiento de tintes bíblico entre dos amigos, Hugh Jackman y Christian Bale, que devienen enemigos mortales. Hay mucho de Cain en ese Robert Angier (Jackman), trabajador y carismático, que suple su venganza hacia el antiguo compañero por una envidia que el muy próximo a Abel Alfred Borden (Bale) verá convertida en odio.
Hay un tercer nivel, poco desarrollado pero fundamental en su breve aparición por las pistas que aporta, y es el de las mujeres en la vida de los dos protagonistas.
Si algo se le puede reprochar al guión es que hay hacia el final un giro temático (o más bien de género cinematográfico) que chirría un poco... alguien podría sentirse engañado por este cambio, pero también podríamos decir que estamos ante "el prestigio" definitivo, ese momento que maravilla y sorprende al mismo tiempo. Que cada espectador decida.
En lo que sí se debería estar de acuerdo es en que la reconstrucción de época es excelente, la fotografía soberbía, la interpretación -especialmente Hugh Jackman y Michael Caine- más que eficiente y que el pulso narrativo de Christopher Nolan hace que las más de dos horas de celuloide pasen veloces. Como bien dice Rafael Marín en su bitácora, estamos ante la primera gran película del año. Una demostración más de que la calidad y el cine de gran consumo no tienen por qué estar reñidos."
Para leerla en su contexto original sin la dilación del espantoso exordio:
http://patcohansbar.blogspot.com/2007/01/el-truco-final-el-prestigio.html
Solo avizoro un mar remoto en huida plena,
las promesas postreras, tus labios en los míos,
el hálito compartido, sereno, absorto,
y ahora sé que eran el preludio de la pena,
filtrada por la alucinación de la voz y sus bríos.
No cambio nada, ni el extenuado pasaje
por el desierto de Atacama, ni la tertulia improvisada
con los trashumantes mineros,
que secretamente presagiaron
el sendero diverso.
Y, sin embargo, en el Machu Pichu,
en el revelador leprosario de San Pablo,
tu rostro me perseguía, incansable,
mientras mis manos desprendiendo versos
se perdían como naufrago sin faro
en la búsqueda del vocablo impreciso .
¡Si te rozara apenas mi llanto escondido!
Te odio y te amo con el fulgor
de la aurora no exonerada,
y sus dagas me impregnan con dolor
los incesantes crujidos de tu voz,
aparecida y antedicha,
ahora vedada.
Recién en Caracas tus senos conjeturales
desaparecieron por siempre de mi memoria
hundidos en el lejano lupanar de la razón
que constituyen lejanos, infinitesimales arrabales.
Y son últimos.
Sucesivamente mi memoria evocó otras memorias,
fui tal vez otro hombre,
y Chichina perduró en la eternidad del anterior.
Fueron suyas las ínfimas cavilaciones, las escorias,
mi pulcro y sublime estertor,
las dubitativas concepciones del estudiante,
sus erróneas e infantiles ilusiones.
¡Seré racional!
cuando el presagio del incienso
no destruya las aceras
y espectros con verdes cuchillos en sus fauces
reaviven la sombra dormida
tras la huella de una esquina.
¡Seré racional!
cuando los candados rechinen su vergüenza
y los notarios apabullados por el rigor de la espuma
huyan despavoridos entre papeles y rúbricas,
cuando se derrumben en estrépitos, naufragios
ante un jardín de repleto de alabastro.
¡Seré racional!
cuando aúllen las mujeres sus verdades dormidas
y sus vientres se incendien,
cuando tus dedos repasen las imperfecciones
de una pared de cal ligeramente empapelada.
¡Seré racional!
cuando mires el aire envanecido
y sepas que no quieras perder lo que ganas,
cuando los fatuos fantasmas de Joyce
no se desvanezcan en la memoria por la ausencia.
¡Seré racional!
cuando un elfo me desvele
con silencios y sombras en mitad del Tenampa,
cuando me alimente el humo de tu boca
renaciendo mi pecho con la estela del neón.
¡Seré racional!
cuando mi hastío discurra en el bermellón,
y los postes, los cabriolés y las luciérnagas desfallezcan
ante un espejo cubierto de orlas grises,
cuando tu ausencia remita ciertos versos
de una sílaba.
¡Seré racional!
cuando se deshagan los tirantes de mi garganta,
y un húmedo estilete derrame aceite
sobre tu cuerpo desnudo en medio de la calle,
cuando vea en sueños una serpiente
y el Quetzalcoatl o el Cujubí se cuelen en mi bolsa.
¡Seré racional!
cuando del sínodo de tu boca
salgan las palabras entrelazadas al carmín,
cuando el mundo se rompa en el crujido de una canilla
cuando me ofrezcas una leve mirada
y mi alma se ahogue con el último sorbo de café.
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