domingo, 21 de junio de 2009

Convergencias




El último viernes, tras toda una tarde que se prolongó en la noche, atestigüé el declive tan propio del cuatrimestre universitario, ese bello ocaso de aulas vacías y foros huérfanos. Uno logra cultivar el disenso en esos espacios. El aire solitario de los pasillos conmina a descreer de casi todo sentido de verosimilitud del mundo externo. Salí de allí sin mucha prisa y remonté Río de Janeiro rumbo a Corrientes. Tengo la indecible costumbre de caminar bastante como aquel personaje del The Invisible Man de Chesterton en las argucias del padre Brown. Fue merced a esta afición que al regreso me topé con un pequeño acto que organizó Convergencia de Izquierda en la boca del subte de Callao. Por lo general quien escribe después de arduas horas escuchando la bibliografía entera de Adorno o las peripecias del pantano argentino encuentra bastante dichoso ceñir el pie sobre la acera de Buenos Aires (sobre todo un viernes a las cinco de la tarde) y rendirse a la visión externa de un mar de rostros. Aquella tarde esa impresión lo fue todo. Asueto de los desiertos de la Universidad, celebré la constancia de algo mas que os muros y escaleras que desembocan en jornadas de pasillos grises y escuetos hacia los laterales.

En el acto no habría más de cincuenta personas, atributo que me pareció bastante adecuado y bastante sintomático. El orador del discurso de cierre señalo un tópico que a estas alturas parece un dogma de estos escritos: fustigo la delusión de la izquierda y el guiño de ciertos actores políticos con los modos de publicidad propios de la lógica pequeño burguesa. El dictamen preciso, que unió a las diferentes perspectivas de un campo social que aparece fragmentado y con cierta acotada intención revolucionaria por las posibilidades reales de la praxis política, declaró un convencimiento muy propio. Hace unos años en un célebre reportaje (célebre al menos para mí) Alejandro Dolina le señalaba a Joan Manuel Serrat que el progresismo se ha acotado a unas pocas manifestaciones que tienen más bien que ver con la cultura y la manifestación artística contestataria, asumiendo un rol de actitud políticamente correcta y desplazando en ese sentido la moral conservadora. Lo reproduzco: “Hay toda la idea en Argentina y en el mundo diría yo, de que existe una actitud políticamente correcta. En los últimos años esta actitud política que podríamos calificar como admitida en todos los foros, con mayor o menor resistencia, ha ido girando hacia la izquierda y si cada vez son mas los elementos que antes provocaban irritación que ahora han integrado una actitud aparentemente aceptada por todo el mundo. Esto podría tomarse como un triunfo de la izquierda, a mí me da un poco de miedo eso. Tengo toda la sensación de que las ideas progresistas han sido acotadas cada vez mas en unos pensamientos que mas se relacionan con la cultura, con el mundo del espectáculo, con la actitud que uno puede tener hacia ciertos tipos de represiones menores que no por ejemplo a cosas que pensaba Marx, que imagino no eran exactamente estas.”

Estamos ciertamente muy lejos de plantear un cambio en los patrones de acumulación en Argentina y en tanto eso, se verifique en el axioma de la acción política emergente, existe un punto de no retorno en la posibilidad siquiera de incitar un debate acerca de las proporciones o lineamientos de esa dirección. Vale decir que nadie hoy cuestiona la legitimidad de un concepto tan llano como el de propiedad pero aun sin discutirlo por considerarlo inherente, ni siquiera se tiene la audacia de plantear un proyecto de consolidación burguesa en el cual se asuman prioridades concretas en virtud a la neutralización y avance sobre sectores tradicionales de poder en la Argentina. Aun en las objeciones, y muy ciertas, de reforma tributaria, el modelo de reproducción (y generación) de recursos estatales se ajusta a la lógica recaudatoria de un estado deficiente o improductivo. Se me podrá decir con acierto que la imposición de un sistema progresivo favorece y en mucho el consumo pero ¿Qué industrias o productos se consumirán a partir de esa reforma?

Desde hace tiempo me plantee el actual proceso político como un respiro para el campo popular. Diversas fuerzas, pertenecientes a corrientes militantes que agrupan a formaciones tradicionales y no tradicionales de izquierda aparecen en el campo político con una fuerza renovada después del letargo propiciado por los falangistas y el periodo de diez años conocido como la segunda década infame. Por desgracia si las previsiones acerca de los efectos de la crisis son ciertas, este respiro deberá ser aprovechado con premura porque en los antecedentes vislumbramos que las crisis económicas a escala mundial a partir de los cíclicos colapsos del sistema capitalista tienen como efecto proverbial el avance de las convicciones conservadoras, el racismo, la intolerancia y las purgas políticas y financieras con un fuerte control estatal en la emergencia de socializar catástrofes y solventar pérdidas. El interrogante es cómo reaccionara el campo popular, la izquierda y la gran masa de proletarios ante este advenimiento que será respaldado por una gran porción de su misma clase social.

En la resolución de este enigma aparecen las palabras de aquella noche cerca de Callao, como ecos o esquirlas en la conciencia que se prolongaron mas allá de las diez: la unión. La unificación del campo popular constituye el sinónimo de la inversión de la lógica actual que delinea funciones y preponderancias a partir del verticalismo descendente, sin mucha incidencia de las bases. Parece una conclusión un tanto precipitada; en verdad requiere pensar la convergencia como un punto de apoyo que desgasta la diversificación en nomenclaturas y voluntades individuales. Un solo frente debilitaría, de hecho, toda posibilidad de escaramuza en el terreno propio mientras hoy los intereses corporativos no tienen empacho en mezclarse y avasallar lo que se precie. Una verdadera carrera contra un tiempo que se agota y se cierra.

Otra alternativa radica en la probabilidad de que esta congregación de sectores de izquierda se produzca una vez consolidada la reacción. Sectores oficialistas veleidosamente progresistas se muestrean hoy mas propensos a probar con los antiguos recursos de un partido derruido hasta los cimientos, especulando electoralmente con los alcances de esta audacia. Ahora bien aparecen dos opciones simultáneas: Si esta estrategia fracasa, entonces sobre la marcha podría recomponer su error y buscar a los sectores que antes desprecio por cálculo electoralista básico. O le dejaría la puerta abierta a un período nefasto de vaciamiento del estado, orientado a salvaguardar los privilegios oligárquicos. Si es así el respiro habrá acabado.

jueves, 18 de junio de 2009

El fin de dos mundos



























Si bien mi memoria no admite esos días, como ninguna memoria al cabo lo hace, todo sucedió una misma jornada.
Toda tragedia admite signos antes de consumarse; descreo del valor de lo inesperado. Un 16 de junio se materializó el final de un presagio. Inminencias aparte, detractores y apologistas convergieron en un gran sainete que derivaría en la más sanguinaria y bestial restauración conservadora de la Argentina. Uno de los desvelos de quien escribe (no soy el único) es el interrogante de la base social o la sociedad civil que miró aquellos hechos sin proclamarse de manera mas rígida por la posibilidad de autodeterminación aun cuando fuera en el orden del sistema democrático burgués. Tal vez la contestación esté en el aval pasivo que hoy prestamos a diferentes cuñas burlescas. La operación que concluyó en el bombardeo a Plaza de Mayo sí admitió, en sus pormenores, un cariz inopinado. El contraalmirante Samuel Toranzo Calderón resolvió adelantar las operaciones al ser advertido por los Servicios de Inteligencia Navales de que su implicancia en el movimiento sedicioso había sido descubierto por la fuerza aérea y aprovechó el desfile aéreo naval en desagravio a la bandera. Los participantes, declararon algo verdaderamente desopilante: el delito buscaba la vejación psicológica contra la administración peronista pero las bombas operaron sobre la carne. la escuadra de treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra argentina que había estado sobrevolando la ciudad desde hacia bastante tiempo (22 North American AT6, 5 Beechcraft AT-11 , 3 hidroaviones de patrulla y rescate. Consolidated PBY Catalina), iniciaron sus bombardeos y ametrallamientos en la Plaza de Mayo. Arrojaron 9500 Kg. de bombas, causando la muerte a 308 personas y heridas a más de 800. Colapsaron los hospitales y la tragedia sería el antepaso a la comedia que se desarrollaría durante 18 años hasta culminar en el regreso.


Eso inició, como lo refiere Vazeilles, una pendulación de apoyo a los gobiernos civiles y militares que Perón operó desde el exilio. Verdaderamente el péndulo tenía su raigambre económica: las dos subestructuras (la agraria y la industrial) y su relación viciosa. Esta compensación recíproca que requería el sistema para pervivir, fue la mayor responsable del delicado desequilibrio que en algún punto algunos describían como la justa medida.
El terrorismo ya era una práctica habitual de la oligarquía. Esta vez la ocupación del estado admitía la hipótesis de que sería la cúpula militar sintetizada en los altos mandos de las tres armas quienes operarían en la toma del aparato del estado con una incisiva participación política de las fuerzas armadas. Si bien durante el fraude, las roscas, marchas y contramarchas habían servido correctamente los intereses oligárquicos, el bombardeo señaló la madurez de las fuerzas armadas, ya no para dirimir el gobierno a favor de una u otra facción de terratenientes de las grandes familias sino para ocupar el estado asumiendo la representación política de aquellos. Señalaron también, de manera extrema y precisa, hasta donde pensaban llegar. La continuidad democrática constituyó una entelequia. Fue el fin de un mundo.

El otro es más personal y se produjo 44 años después. Nadie lo sabe con certeza pero,tal vez, la asimilación de aquel final estaba en la memoria de quien determinó el segundo. Hace un tiempo imaginaba literariamente un encuentro. El tiempo no corroía el vaho de las ventanas y un joven podía verse a sí mismo en horas perdidas de la tarde, en una pequeña casa del conurbano, en una habitación inmemorial, en una siesta eterna. Podía creer que era feliz y que los instantes se volverían eternos con solo pensar que así serían. Podía creer que las ruinas jesuíticas remontaban a un lejano Imperio y a las Compañías de Jesús y que aquella pesadilla había terminado por siempre. Podía imaginar que recorría tierra roja con lo pies descalzos hasta la pequeña carreta que él empujaba hasta la casa. El 16 de junio de 1999 ese mundo, mi mundo también acabó.

sábado, 13 de junio de 2009

El exilio interior




Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.



Noche de desvelo. Ante la inminencia del cuarto cigarrillo que diluye su rastro entre la luz aterida de la cocina y el ventanal dislocado por la niebla, me asaltó la delicia de Margarite Yourcenar al referir a Genghi, el resplandeciente, cuando se exilió en su ermita y pudo por fin gozar el lujo que consiste en prescindir de todo. Quisiera paladear ese privilegio. Es quizá una de los caprichos de este tiempo.
Oportunamente se hablaba de un exilio interior. Hubo quienes nunca regresaron rezan por ahí. Otros hemos virado las esquinas del espanto, trémulos e indecisos, percibiendo en noches de fiebre y teratologías esos parajes. Resulta hoy indispensable (como casi todo) remontar la memoria del republicanismo español. Memoria que no sería inusual de no ser amparada por un argentino que vislumbra Madrid. Ciertamente mi abuelo fue un hombre de tierra fronteriza y ciudadano español. Pese a ello no tengo una idea clara de esos años pues su voz apenas recogía los hechos de tiempos mas cercanos y el tiempo la borró con demasiada ligereza. Las anécdotas, por tanto, son prestadas y fruto a la vez de cierta idealización que, conforme los hechos documentados arrecian (unido al presente del Partido Popular y sus derivaciones), adquieren una morfología definida.
Sería arduo hablar de Julia Conesa, de Buenaventura Durruti…


El republicanismo español como tal situó a España a la cabeza del progreso de su tiempo. El largo camino del Cid en la menesterosa conformación nacional de refundación cotidiana había alcanzado un punto inflexivo notable. Como sucedió aquí (o al menos fue el proyecto pendiente de una generación desparecida) los reveses del oscurantismo impuestos por la inquisición cuyo mas redituable ejercicio fue el de expropiar a los herejes de su patrimonio y sus tierras para mantener las arcas del estado absolutista manteniendo los privilegios del clero y la nobleza y la conquista de América. Ambos tuvieron el carácter sustancial de una cultura española que luego sembraría sus huellas en la pampa: el saqueo y el genocidio como corolario de aquel. El declive del imperio español tuvo sus raíces en esta improductividad de hecho frente a los procesos productivos reales que generaban autónomamente los recursos para sostener los nacientes privilegios de clase de la burgusía. Ello desarticuló el retrógrado uso de la legitimación de clase nobiliaria para habilitar nuevas formas de coacción con antiguos y nuevos fetiches legitimizadores del orden social. El empuje de ese residuo cultural se derivó a los retoños americanos y Latinoamérica reavivó esa cultura a partir de su incorporación tardía y deficiente al sistema global.


La tradición del republicanismo español era la esperanza de un salto definitivo. Un borrón, una divergencia en la historia y como tal mereció el castigo. Se ciñó sobre ella el mismo puñal que conocerían los intentos de torcer el rumbo insito de esa cultura, el mismo que plantaría su estela aquí en Chile tras la sedición del General Pinochet o Ernesto en Bolivia. La traición de la cohorte de la cúpula militar o de los mercenario vendidos por unos pocos morlacos casi siempre tuvieron en común una situación que trascendía el alcance mas vasto de una insignificante acción individual: un cierto consenso social de bases populares innegables respaldaron esas traiciones ¿Qué hubiera sido de la resistencia de los trabajadores de la Segunda República unida a la batalla de las Brigadas y los ciudadanos argentinos de contar con el apoyo de todo el pueblo español? ¿Hubieran llegado las tropas de Pinochet a la Moneda de haber mediado la resistencia de los civiles? ¿Hasta dónde hubiese llegado Ernesto de no haber mediado el recelo de los Rangers bolivianos? Un caso que puede servir como vara es el levantamiento carapintada en Campo de Mayo. Ante la ínfima posibilidad de que los militares asumieran la conducción política una multitud se congrego en plaza de mayo. Se planteó la posibilidad de confrontar a los sublevados. Alfonsín (el gran demócrata según el sainetesco maquillaje de los medios) prefirió marchar solo y negociar las leyes de obediencia debida y punto final. Luego nos deseo felices pascuas. El hecho anterior revela hasta que punto es decisivo el consenso social para los crímenes y los renunciamientos. Claro que para adquirir esta conciencia de impugnación que ni siquiera era de subversión o revolución social sino de denuesto (siempre más sencillo para la praxis argentina) fue necesario el concurso del horror latente. A la defensa del republicanismo español (y el régimen socialista chileno y Ernesto) no se requerían de desaprobaciones profesionales sino de un apoyo popular explícito al cambio.


Siempre se subraya que las técnicas que permitían fenómenos tecnológicos como el fonógrafo o la televisión estuvieron disponibles desde mucho antes de que existiera un uso social que los hiciera posibles. En efecto la disponibilidad de recursos a partir de los desarrollos teóricos cuyo máximo punto la decodificación de los rayos catódicos hubiesen dado a la luz mucho antes algunas de los inventos cotidianos que hoy pululan en los domicilios. Sin embargo hasta que su uso social (o su mercado) no estuviese previsto eran fútiles. No es muy frecuente que las críticas a los fallidos procesos de revolución social o a los tibios aspavientos de cierto progresismo reformista trémulo, resalten la importancia de la base social de un movimiento. Por desgracia quienes lo han tenido claro solo han hecho uso de esta verdad a partir de la prebenda primero, y la declinación después, tal es el caso de Perón al asentar su gobierno en la milicia, la iglesia y el movimiento obrero para después despojarlo y cornearlo con sus oscilaciones, tal es el caso (ahora ya como comedia repetida) de Néstor Kirchner con los organismos de derechos humanos, las víctimas del terrorismo de estado y ciertos sectores obreros que le dieron carta abierta y seguramente seguirán respaldándolo aun cuando se mueva entre ambigüedades desopilantes como las que ya se entreven. Los movimientos más utópicos, en cambio, han dejado de lado la revalorización de este concepto y enfrentados al marasmo de lo cotidiano han decidido cultivar el electoralismo rápido, conciso, pragmático y de escaso vuelo. Su destino, el fracaso, en virtud a la veleidosa y penosa imaginación de una revolución social de sus participantes mas ingenuos y de la tibia gestión administrativa transparente del estado de los otros, resulta entonces inevitable.


El único antídoto, nos lo revela esa anécdota de Campo de Mayo con alguna modificación sustentada en la memoria del horror y de la tradición que fundó el movimiento obrero allá a finales del siglo XIX pese a la disolución de hecho de estos sectores. Pero atiendo que la memoria es fundamental, el amarillo, el rojo y el azul de esa bandera que señala el advenimiento de la tercera y última República en España, el candor de los pañuelos en Argentina, las banderas rojas y negras, el fin de la idea de un interés que se superponga al resto en los colectivos, creando dimisiones y absurdas cruzadas personalistas. Convicción la de la base social que deberá restituirse para organizar movimientos duraderos y, sobre todo, verdaderos que se apoyen en un real progresismo, lo que requiere periodos largos y de lucha fatigosa y doliente. Los lapsos temporales necesarios son muy vastos y ante la inminencia de una crisis que se llevara puesto hasta el mejor con una burbuja financiera rota, con los bonos del tesoro norteamericano en poder de China y que resultaran incobrables, el incierto destino de ese equilibrio ente China y Estados Unidos, el avance del nacionalismo mas retrógrado en Europa y la recompuesta beligerancia de la Civilización Occidental cuyo horizonte promete la orquestación de guerras a escala mundial para financiar el déficit y recomponer el poderío imperial o cambiar de signo, las perspectivas de la conformación de esta base social adquiere sacudones de interrogantes. La piedra basa de la memoria y la reivindicación de la República y luego el socialismo es quizás la primer arma en la ingeniería de esa base de consenso y cambio. En España ante el avance impúdico del Partido Popular, en Argentina ante el sainete propiciado por la derecha nucleada en los restos putrefactos de en otros tiempos partidos populares como la UCR y sus anómalos engendros, el Acuerdo Cívico y Social, Gen, Con Fe, ARI y los espectros panperonistas Unión Pro y el Frente, junto con otros tantos que se asumen como peronistas y reniegan de un pasado comunista para no piantar votos y porque valorizaron que el programa mínimo e inmediato es mucho mas urgente (a sus expectativas).


No ha sucedido demasiado en esta noche; declina como la extrañeza de la Dama- del-pueblo- de –las- flores- que- caen que le parecía poco natural que Genghis la amase porque se tenía por muy poco. Hoy como nueve meses atrás me confío a las palabras de Luis Cernuda: Gracias, compañero, gracias/por el ejemplo. / Gracias por que me dicesque el hombre es noble. /Nada importa que tan pocos lo sean: /Uno, uno tan sólo basta como testigo irrefutable/de toda la nobleza humana. Bien habla de la base social y de su potencial para ser multiplicada. El cumplimiento de la Tercera República será solo una anécdota. El cigarrillo se apaga.



jueves, 11 de junio de 2009

miércoles, 10 de junio de 2009

El pantano argentino

No creo que a nadie le importe pero anoté estas líneas hará unos dos años, y releyéndolas me parecen presagio de lo que vendría. He descubierto en este tiempo que muchos de nosotros hablamos demasiado de manera insustancial (no me excluyo). No obstante he vuelto a las fuentes, entre tumbos, y me encontré con el pantano argentino. Ya explicaré que es lo que creo en relación a ello.
Latinoamérica es el sueño parcial /de un laberinto circular y aciago,/ el cúmulo de la plétora mies, / envuelta en el inopinado y mudo lodazal. Estos cuatro versos fueron escritos, y valga la repetición de este concepto (hace un tiempo le decía a alguien cada vez que refería un hecho de mi pasado en otra vida... parafraseando esa sentencia griega de que el hombre de hoy no es el mismo que el hombre de ayer; sin embargo ciertas lealtades aun conservo), por alguien que no soy yo.
Inopinado y mudo lodazal fue el concepto que me surgió al pensar en latinoamérica y, en este año, lo descubrí en el libro de Vazeilles pero aplicado al caso argentino. Tal vez decía latinoamérica pensando en Argentina, tal vez.
Sospecho que aun siendo latinoamericano, y sin ser provincialista, no puedo abstraerme de esa querencia.


A quienes prodigan la locura que exalta y enardece el espíritu, embriaguez divina del genio creador ¡tal es la inspiración¡


A veces me canso de ser hombre
repiten en un solo eco Neruda y Serrano
y el brazo libertario se arrumba
en el frugal destino de un cansado álamo.

La piel me bota herida y cruzo severo los montes.
El rostro cansino, los parpados húmedos,
y aun me acuerdo de tu mirada postrera
acuciando al invierno,
dilatada en el fragor
de lánguidas aceras.

Nuestro destino nos ahoga, nos oprime,
Latinoamérica es el sueño parcial
de un laberinto circular y aciago,
el cúmulo de la plétora mies,
envuelta en el inopinado y mudo lodazal.

Se cuartea mi aliento al aire seco
de la cordillera desierta,
furioso brío de soledad ufanada,
revolviendo el dolor
de la antigua herida abierta.

No se qué lejano destino busco
la vida o la muerte, el oro o el metal,
pero se que mis botas desdeñan el lodazal
en pleno Cuzco,
aunque tal presagio, al cabo, sea fatal o impropio.

Pero cuál es la causa que me remonta
al día inconcebible de mi partida
aquel en que desesperado imploré
tu espera.
Tus labios no prodigaron palabra alguna,
tus senos tristes, tu mirada severa,
como el mar que ha perdido la gentil luna
en la huida,
tras la nube macabra y ceniza.


Nuestro destino nos ahoga, nos oprime,
Latinoamérica es el sueño parcial
de un laberinto aciago y circular.

La soberbia agónica de las armas,
el ditirambo repetido, asaz monstruoso,
a hombres muertos, a destinos de oprobio,
tiranizando el camino
de cierto dolor crepuscular.

Y no obstante, las paredes gritan, hablan,
y en el kilómetro cero crece la inopinada flor.
Mientras, Yo, erosiono los bosques del arrayán,
desmiento el peligro insondable del Amazonas,
suspiro, con ansias, sin frío ni calor.

Mas allá, tiranizando el sendero bifurcado,
la mítica esperanza fatigada
con su sino imparcial y complicado
y a su espera,
el brillo perspicuo del acero y su espada,
el fusil que atronará las noches de Octubre.

martes, 9 de junio de 2009

Páramo en que el tiempo fluye hacia el costado



La calle San Pedro se hunde en un baldío interminable, no muy lejos del pantano. Lo atraviesa como un puñal. Más allá del ombú, y el traqueteado de las carretas, un péndulo contrastaba el cielo que declinaba entre las casitas de chapas. Un cardenal hacia temblar el bordecito de la acera al tocarla. El parquecito de la esquina era triste. Me senté en uno de sus bancos mustios un momento para descansar. Alguien me refirió que esa calle que provenía de un callejón y moría en el pantano guardaba un confín prodigioso. Por aquel entonces yo no tenía demasiado que hacer. La mayoría de las veces dejaba de hacer nada, calentaba el agua del mate, me bañaba, me vestía, primero la camisa, luego los tamangos, finalmente el chambergo, abría la puerta, salía, caminaba y seguía sin hacer nada. Caminaba ciego, conservando el recuerdo de la última vez que la había visto. Guardando esa imagen como un tesoro. Todo me parecía monótono. Repiqueteo de la campana de la capilla, el grito de los vecinos, la mañana, las noches, el zapallo, el brillo de los dientes dorados bucaneros. Incluso las novedades cíclicas de lo injusto cultivaban mi más cínico nihilismo. Concurría a eventos, al teatro, las luces, el canto y cada boca me la traían; y maldecía esquinas y el mediodía, odiaba la brisa calma de las noches, el aroma del subte y mi reflejo.

En la placita exoneré ese malestar y respiré con asueto de pena. Y ahí lo supe: había encontrado lo que buscaba esa tarde, un páramo, un extraño sitio en que el tiempo discurre hacia el costado. Allí los hechos subvertían invariablemente el adagio de rigor de lo sucesivo; esa extraña complicación formulada por Newton. Vale decir que había reacción sin acción o viceversa. A la muerte no le seguía el olvido o la desaparición. O podía ocurrir que uno zapateaba y alguien se enamoraba, si se arrojaba agua al suelo, clareaba el arco iris. La predicción no existía por allí; en ese espacio la ciencia no era posible. Nada admitía el rigor de lo racional, ni el más mínimo o formal control. Había buscado ese lugar para saciar mi propia y egoísta pasión por demostrar que esa idea era básicamente factual. Quería amarla allí y llevar a cabo todo lo que hice para lograr lo que en el ordinario mundo sucesivo resulto en su olvido.

Tenía esa esperanza y me aferré a ella. Si en el tiempo real yo la había querido y solo pude advertir de su parte desdén tal vez en ese sitio sucedería lo inverso, tal vez… me senté en el banquito inmóvil toda la tarde. El dilatante juego del péndulo me ubico en otra escena. en un bar llamado la esquina en la calle 47 en la Plata. Después del café fume un cigarrillo y tras exhalar las primeras volutas se me acerco un chico de unos seis o siete años a la mesa. Lo mire mientras el replegaba los extremos de una pequeña hoja. Su hermana apenas unos años mayor recorría las mesas vendiendo unas chucherías curitas, alfileres, lapiceras. Me quede en silencio siguiendo el planear de sus manos haciendo un doblez tras otro. Hola le dije de pronto, el me contesto bajito. Como te llamas pregunte- inmediatamente proseguí eso es un avión. Si –respondió- te lo regalo. Su hermanita llegó inopinadamente le tendí unas monedas sin saber nada mejor que hacer, reconociendo en esas caras las de otros a los que he enseñando matemática o física en jornadas que ya ni recuerdo en su cabalidad pero cuya impresión moldea mis pasos y me rescata en horas de declive. Al irse doblaron la esquina y los perdí de vista. Mecí el avioncito contra la mesa. Me maldije a mi mismo de las horas perdidas. Me recordé unas breves palabras.

Minutos después, una pequeña de ojos tristes con su hermanita me increparon, una con un rosario (¡vaya equivocación para interpelarme!), la otra con una cajita repleta de pañuelos descartables. En menos de media hora regresaron ambas parejas de niños.
La 47 y la 8 es una intersección peatonal. Al salir uno avista muchas cosas. Se cuestiona a sí mismo cuál es la gracia del tiempo que perdemos en charlatanerías, en ubicar rostros, en procurarnos favores. Caminé hasta que descubrí la 46 y enfilé hacia la san martín. Otro lugar al que acudo cuando siento el discurrir de la soga en mi garganta. Un hombre gris, rubicundo, de mentón afilado y paroxístico, me anotició de este lugar en San Pedro en mi pequeña ciudad. Claro que no era el único, advirtió, además de las dificultades que comportaba el hallarlo. Caminé y me detuve ante los acordes de la letra de ese tango Chiquilín de Bachin de Ferrer. Hace poco en un artículo de Armando Añel Guerrero Radiografía de una apariencia, se anotaba en relación a tres trovadores cantando Yolanda de Silvio Rodríguez y una pareja de clientes: “El trío, a unos escasos metros, aborda la conocida canción de Carlos Puebla dedicada al Che, mientras sus clientes, sus supuestos y educadísimos clientes procuran hacerle entender que les importa un bledo Guevara o Yolanda, el Faro de Alejandría o la dictadura del proletariado.” Y concluye “Música para turistas. Música negociada en los altares de la calle Obispo. Música para extraer de los bolsillos de la izquierda latinoamericana unos cuantos centavos de propina. Música para vender lo que ya no seremos a los que no quieren ver lo que somos.”

Inquirí cuántas veces el aplauso calla el grito del canto; a las verdades dormidas de la poesía, las hunde en el olvido. Esto merece una ambigüedad clara. La verdad radica en la combinatoria. La letra asume carácter en los hechos. El hombre mundano hace diferir en la asociación la inteligencia de la memoria cuya raíz de la inteligencia. Si advertimos el carácter contrahegemónico de ciertas composiciones, es notorio que no puede terminar en la satisfacción egocéntrica del placer estético. Este placer debe derivar en la ética. Hay individuos que se regodean de su gusto estético por vanidad, no porque le importe un bledo el desembarco en un manglar allá por 1957, el asalto a La Moncada o simplemente el fusilamiento de un tipo en plena ruta. No porque verdaderamente amen o sientan los amores de oficina, el no estar sola, la magia de un encuentro inopinado o la entelequia de dos que son como uno. En algunos casos son un medio para satisfacer otras pulsiones individuales y egoístas. Vale decir que el otro más allá de la composición o la letra bien pulida les importa un carajo. Se remiten al momento de la melodía acompasada y pomposa, de la letra estridente muy acomodada y libertaria, a la cháchara posterior y después se extinguen los fuegos, se diluye el capricho. Al cabo del tiempo yo descubrí que mi memoria es vasta pero mi capacidad de combinar ambos niveles, escasa. No soy un hombre inteligente, solo memorizo cosas. Espero que por lo menos atesore algo de lo que dejo translucir aquí para no librar en la agonía una exclamación dichosa en la aclamación de unos instantes y de un placer personal y solipsista.

Transcurrieron dos horas. Transcurrió la visión de los niños, de la esquina, del bar… Todo muy bien, ahora, ¿como vendría ella hasta aquí para comprobar el efecto de esta vergencia del tiempo? Era imposible. El experimento jamás llegaría a concretarse. Clavé el rostro hacia el suelo. Recordé unas breves palabras, dos citas y un cedacero. Si un griego como Platón en Cratilo pudo recordar que no hay una necesaria conexión entre las cosas y las palabras entonces no estamos tan perdidos. Me detuve en la esquina sin bruma en que la arena dejaba su paso a la tierra. Una lágrima discurrió por mi mejilla, luego el mentón y al caer, una flor emergió entre un médano, se oyó una risa, un hombre enfrentó unos ojos que conocía desde hacia mucho tiempo y amaba, cayeron muros, se derrumbaron monopolios. Me tropecé antes de la próxima esquina; el zapato se me rasgó. Es la tercera ley de Newton, me dije, y continué en silencio.

lunes, 8 de junio de 2009

Notas del (o de un) inconsciente




1. ¡Cuánta preocupación ha erigido la fiscalización en las elecciones! Partidos de izquierda (centro, también) y de derecha llaman a la fiscalización y ¡lo hacen con argumentos similares! Ahí aparece la propaganda del cambio empieza un día. Curiosamente en la nómina de ese partido esta Federico Pinedo, el nieto de aquel del plan de 1940, el ignominioso, botarate y sinvergüenza Ministro de Hacienda de Justo, pues el único cambio es que por fin los conservadores acertaron a algo que se parece a un partido político como lo es el pro y ya no cometen fraude. Ahora se empeñan en ¡la fiscalización y la transparencia de los comicios! Ven, ven, algunas cosas si cambian…va a estar bueno el conservadurismo… Por otra parte las inquietudes de ciertos punteros de los nuevos partidos por los fiscales radica en los mecanismos de control que imponen al oficialismo para evitar las cortinas de humo (y por hacer las propias).

2. Resulta que ahora se aclararon los tantos. Ante la imposibilidad de acción los golpistas hablan por televisión. O quizá aprendieron que pueden exhibir abiertamente su faccionalismo porque en el cambalache todo da igual. Las clases de Mariano Grondona (sí, sí el mismo que decía que Onganía era el padre de la patria, el gran caudillo) son realmente interesantes: se le formula una pregunta y él responde exhibiendo el tono democrático que lo caracteriza, ese espíritu cívico inclaudicable. Y para fortuna del televidente y el canal, su versión de la historia y los socialismos reales, utópicos o lo que fuese, reemplaza sin fisuras y sale mas barato que reproducir cine de ficción. Básicamente –pensaran los directivos del canal- el genero es el mismo.


3. Hace un año o dos la COPE española (la cadena de los obispos) publicaba un escrito donde denunciaba censura de prensa y acoso. Mientras tanto insultaban sin más al gobierno y ciertos dirigentes del partido popular. ¡Traidores a la base social! ¡Sin programa de gobierno! y otras tantas expresiones soeces. Incluso el año pasado llegaron a justificar el genocidio en Gaza pero eso es harina de otro costal. ¿Quien dijo que el ciudadano español difiere de nosotros o su literatura se extravía en senderos divergentes? De igual modo vi como los representantes del campo (la iglesia ha perdido un poco su peso faccioso) Biolcati, De Angeli, repudian escraches y ratifican que son víctimas pero luego insultan a mansalva. Extraña conducta. Sobre todo porque los precios que se le reclaman al INDEC por su escaso oficio de medición son los que ellos determinan para el mercado interno (inflados) o sino eligen exportar hasta el ultimo grano. Algo que Stolbizer deja claro: la necesidad de exportar y para ello bajar el arancel de retención para que la actividad sea exitosa. Pero bueno, De Angeli comparó alguna vez los sucesos presentes con el Grito de Alcorta, conflicto derivado de las presiones que los arrendatarios imponían a los chacareros, no de retenciones impuestas por el estado a la exportación como derecho de aduana. Esa división social no se ha modificado mucho. Hay propietarios ausentes aun hoy, y mixtos, que trabajan la tierra pero las retenciones afecta al exportador si ellos trasladan hacia abajo los costos es porque se amparan en la lógica de producir igual, no invertir y abaratar el precio de la mano de obra. La COPE y los ruralistas argentinos tienen razón en definitiva. ¡Los están coartando! Pues en el papel de víctimas solo pueden insultar y no organizar golpes de estado o sediciones de las Fuerzas Armadas para que un Videla o un Franco pongan orden. ¡Les están coartando su plena libertad, que diablos!

4. Una nota graciosa de Perfil se titula Las Paradojas de la Historia. Allí se cuenta que el canallesco Federico Pinedo recibió una carta de comerciantes de Río Gallegos para que los eximieran del impuesto a los réditos o impuesto a las ganancias, entre ellos el comerciante Carlos Kirchner abuelo del actual presidente del PJ. Perfil dice que aquel impuesto era un impuesto a los ricos y no se equivoca. Pinedo estaba realmente empeñado en que las arcas de la nación se alimentaran de la justicia tributaria para redistribuir la riqueza, sí, sí…
Claro que Pinedo y su banda de matones a sueldo y operadores filofascistas, no tenían luego ningún problema en facilitar la evasión impositiva de los frigoríficos ingleses monopólicos y la declaración de ganancias muy por debajo de lo real para disminuir el monto gravado por estos impuestos. Desde luego a los comerciantes de Río Gallegos les aplicaba todo el rigor de la ley. Eso les pasaba por no seguir el ejemplo británico: no declarar ganancias y eludir el pago ¡es mucho menos trabajoso que andar haciendo cartitas para que llegasen de Santa Cruz a Buenos Aires! ¡Por dios! (discúlpenme este lapsus)

5. El pasado cuatro de Junio se realizó frente a la jefatura de gobierno de la ciudad una función de circo. No me pude llegar hasta ahí pero al payaso principal lo conocía no hace falta nombrarlo. Vaya sainete. ¿Habrán pedido permiso para representar la función? porque para preparar manifestaciones hay que pedir permiso. Es decir hago huelga y pido permiso para parar la producción ¿puedo patrón? usted perderá plata ¿Me deja? Seguramente dirá ¡no!. Pero ese es otro asunto. Para manifestarse hay que solicitar permiso La ra ri re ri re ron… y bue...es una practica pedagógica la del Jefe de Gobierno basada en la de los infantes que piden permiso para ir al baño. Ridículo. ¿Como me lo vas a negar? Recuerdo pedir permiso para ir al baño de pequeño; hoy, siendo un chico otra vez, iría sin emitir palabra alguna. En fin, no está mal. Los explotados obreros patagónicos, peones y demás, en el ya célebre conflicto de Río Gallegos deberían haber pedido permiso para rebelarse, tomar las estancias y exigir el pago de los haberes atrasados así les ahorraban tiempo a Varela y compañía para fusilarlos. ¡Que desconsiderados! Y los de Zanón para tomar la fábrica ¿por que causa no solicitaron la venia? Ah… ¿porque se quedaban sin trabajo y en la calle? ¡No es excusa!

Buenos docentes de Capital Federal: soliciten permisos para los paros que piensen hacer de ahora en más. No vaya a ser que incumplan ese fervor por las pautas que tanto se esfuerzan por imponer al alumnado.

6. ¿Qué dice el profeta aznarías local esta semana? primero hablo del fascismo de Adolfo Kirchner, me pregunto si Carrió representa el papel de los aliados EEUU, Gran Bretaña y otros (¿de ahí saldrá entonces la necesidad de contactar al FMI otra vez? ¿de esta identificación?), luego del Éxodo ( en la analogía con esta versión de Carrió, Moises de su mano se ahoga en el Mar Rojo) y un país que está saliendo (¿a donde?), ahora apuesta a las acusaciones de mesianismo y admite que ¡ve el futuro! Me pregunto si estas visiones suceden cuando se presenta con frecuencia al programa de Mariano Grondona. No se la puede culpar ¡son nauseas, en verdad! pero no, esta mujer tiene una palabra o una premonición para todo, incluso para los caballos. ¿Como que no? Si le apostó a Prat Gay y Patricia Bullrich. Tan mal ojo no tiene. También está preocupada por las encuestas. Raro que un pronosticador explícito incluso con sus pregones de vamos a arrasar (eso no lo dudo, lo que no estoy seguro es si ello ocurrirá en las elecciones o después en caso de triunfo) se preocupe por anticipaciones que no salgan de sus labios. ¡La suerte está echada! Unos papelitos no la cambian ¿o sí? Por lo pronto hay que consultarle quién gana en la quinta de Palermo así nos anticipamos a la voz engalanada de Don Vicente Cataldi y hasta nos haga ganar unos pesos. total si luego procederán a hacer ajustes…

El fantasma (I)

No digo nada; lo ofrezco a la delectación





En aquel verano, yo acostumbraba a pasar las tardecitas en la plaza de Devoto. Había descubierto que el lugar era triste, y me parecía conveniente para un hombre como yo. Me había dejado la Mujer Amada y mi dolor incomodaba a mis amigos y familiares. Un primero de marzo se me presentó el fantasma.
-Buenas tardes. No hace falta que me diga que usted detesta hablar con desconocidos. Seré brevísimo: soy una aparición y lo necesito.
El hombre parecía bastante concreto y hasta tenía un aire familiar, como si nos conociéramos del tren. Le ahorré cualquier manifestación de asombro o controversia.

-Hable.

—Como usted sabrá, un alma en pena es la consecuencia de un desperfecto jurídico de ultratumba. Algunas personas no llegan a merecer enteramente el cielo, el infierno y ni siquiera el purgatorio. Se establece entonces un régimen especial que mantiene al involucrado en situación de espectro por plazos que suelen prolongarse hasta el cumplimiento de unos sucesos determinados. Pues bien, yo era escritor. Un escritor bastante exitoso. Un editor ingenuo confió en mí y me pagó una fortuna por un libro que todavía no había escrito. Yo me gasté el dinero y me morí antes de completar ni siquiera una página. Ahora estoy condenado a penar hasta que fuerzas superiores vean terminado el libro que prometí.

—¿ Y por qué no lo escribe?

—No se me ocurre nada. Los seres eternos no pueden escribir. Pero usted puede ayudarme. Escriba para mí.

—Yo tampoco puedo escribir. Amaba a una mujer: yo la miraba y se me ocurrían ideas. Ella ya no está.

Alejandro Dolina

domingo, 7 de junio de 2009

Franco también venció a Baltasar Garzón

Un tiempo atras me suscribí a un periodico español, Nueva Tribuna. Una vez mas descubrí algo sin buscarlo como se producen los descubrimientos mas maravillosos de nuestra vida. En sus espejismos digitales, me encontré también con Daniel Serrano y las Cartas al director de Don Rodolfo Serrano.
Sobradas pruebas me ha dado de coincidir con la sonrisa socarrona que exhalan sus artículos (he dejado translucir lo que opino del Partido Popular, ese engendro falangista, en casi todo el blog). Quise, entonces, transcribir este maravilloso sueltito; una orla mas de la simpatía precedente.

¿Cómo escribir el futuro sin reconciliarnos con el ayer? ¿Cómo sacar a la luz pública lo mejor y lo peor de aquellos años si seguimos echándole tierra encima a las fosas comunes de la ignominia? En Chile, ahora mismo, se estarán frotando las manos aquellos que pusieron el grito en el cielo cuando Baltasar Garzón logró detener en Londres a Augusto Pinochet.

La guerra civil española no fue una guerra civil. Al menos, en todos los lugares de España: en buena parte del sur, desde sus primeros días y ante la aplastante y contundente victoria de los golpistas, aquello se convirtió en una deliberada operación de exterminio de todo tipo de heterodoxia. Esas mismas prácticas siguieron a medida que el fascismo y el tradicionalismo español fue arrinconando al ejército que defendía la legitimidad democrática de la Segunda República. Mientras las potencias occidentales se encogían de hombros, se tapaban la nariz y no hacían nada mientras que la Italia de Mussolini y la Alemania de Hitler se entrenaban en la Península Ibérica para lo que después constituiría la Segunda Guerra Mundial. Pero mucho peor que aquella guerra civil que no llegó a ser del todo una guerra civil, fue lo que vino luego: durante la posguerra prosiguieron las ejecuciones sumarias, el robo de niños y su secuestro ilegal, junto con una feroz censura y la práctica cotidiana de torturas y condenas por delitos de opinión, que prosiguieron hasta incluso después de muerto el dictador Francisco Franco en 1975. Estamos hablando de un periodo histórico absolutamente siniestro, en cuyo transcurso se gestó en gran medida el germen de la sociedad que hoy vivimos, en gran medida analfabeta desde el punto de vista político y presa todavía de viejos rencores y con una gana ubérrima de silencio y olvido, todo lo contrario que debería ser la correcta aplicación de la tímida Ley de Memoria Histórica que todos los españoles nos otorgamos durante la anterior legislatura. Resulta algo más que una paradoja que el Tribunal Supremo admita a trámite una denuncia de la organización ultraderechista Manos Limpias contra Baltasar Garzón, que inició diligencias previas para intentar que la Audiencia Nacional enjuiciara a lo que queda de franquismo, justo setenta años después de la victoria de aquel general chusquero. Que los herederos ideológicos de aquel totalitarismo pretenda sentar en el banquillo a un juez demócrata por intentar hacer, aunque fuere, justicia poética es toda una contradicción de la democracia, insólita por lo demás en el escenario europeo. Franco, desde luego, está ganando aquí y ahora su última batalla contra las libertades, como si se hubiera convertido en su admirado Cid Campeador, que salía a pelear incluso después de muerto. Está muy bien que pasemos página, pues eso parece ser lo que quieren los votantes conservadores, cuyos representantes siguen sin querer asumir que la derecha parlamentaria que sueñan no tendría que parecerse en nada con aquella dialéctica de los puños y las pistolas que preconizaba José Antonio Primo de Rivera. Y eso también parece que buscan los responsables socialistas, que entienden que ya se ha hecho lo que ha podido para intentar saldar cuentas con ese espinoso asunto de nuestro turbio y sangriento pasado.

¿Cómo escribir el futuro sin reconciliarnos con el ayer? ¿Cómo sacar a la luz pública lo mejor y lo peor de aquellos años si seguimos echándole tierra encima a las fosas comunes de la ignominia? En Chile, ahora mismo, se estarán frotando las manos aquellos que pusieron el grito en el cielo cuando Baltasar Garzón logró detener en Londres a Augusto Pinochet, devolviéndole aunque fuera por unos días y con la elegancia del estado de derecho la bofetada mortífera que propinó al gobierno legítimo de Salvador Allende, a partir de aquel siniestro 11 de septiembre de 1973. Cuando la justicia española, a partir de las diligencias ordenadas por dicho magistrado, le amargó la vejez a semejante gorila, muchas voces americanas –y no sólo de la derecha-- protestaron, en tanto argumentaban que España encausaba verdugos del cono sur de dicho continente, pero era incapaz de sentar en el banquillo de los acusados a sus propios matarifes. Franco y los suyos, visto lo visto, se saldrán de nuevo de rositas. Y Baltasar Garzón tendrá que perder tiempo en defenderse de los fachas y de algunas togas que quizá sientan más simpatía por las pomporrutas imperiales que por el diablo de los Rolling Stones. El mundo al revés: cualquier día juzgarán a Abel por haberse dejado matar por Caín.

http://www.nuevatribuna.es/noticia.asp?ref=8288

JUAN JOSÉ TÉLLEZ

sábado, 6 de junio de 2009

Un pantano lóbrego y cenizo


En mi pequeña ciudad hay un tendal de calles que solía recorrer de muy niño. Un pantano lóbrego y cenizo. Devoraba como un monstruo bifronte todo lo que las atravesaba. Esquirlas de fuego sacudía hacia la acera. Un viejo tuerto, cascarrabias, inmoral custodiaba uno de sus flancos. Era terrible y curioso. Para cruzar aquel paraje y salir intacto, el transeúnte debía responder una adivinanza al viejo guardián. El enigma admitía siempre dos respuestas: una verdadera y otra falsa. Por desgracia o por fortuna, la verosimilitud o la falacia de la contestación dependían de la sinceridad del inquirido, no tanto de una conexión necesaria y empírica, ni siquiera lógica, entre el enigma y su solución. Nunca lograba complacer al anciano. La resolución que yo le exponía oscilaba entre las dos operaciones, lo verdadero y lo falso, pero yo obviamente no era sincero en mi prédica. Digo sincero y no veraz porque bien se sabe que la sinceridad es un atributo espontáneo del sistema nervioso, casi un espasmo; todos somos sinceros, solo algunos veraces. El viejo me miraba de soslayo, reía con calma y me sacaba a los palos de la esquina. Así toda mi niñez. Nunca logré surcar el otro extremo de la cuadra. Nunca logré ser sincero, prefería la veracidad como una espada en medio del lecho, con sus ribetes de amarga desazón y eterno desvelo. Algo espantoso para un infante.
La calle continuó siendo esa ciénaga durante mucho tiempo. Disolvió vidas, recogió cenizas, quebrantó alas bajo un cielo de tormenta. El anciano vigilante fue discurriendo en su longevidad hasta que un día lo vimos desintegrarse. Desde entonces la calle no fue la misma pero lo mismo de siempre sucedió, la hormigonera, el adoquín, los vasallos, los feudales…


Ese tendal se mecía apacentado contra baldíos interminables. Delineaba potreros hasta el último recodo del horizonte. Con la creciente urbanización y el centro comercial llegaron a expropiar esas tierras y el esplendido y monstruoso pantano desapareció. Aquella muerte fue la única que me alegro. No soy afecto a que las cosas desaparezcan sin más; una de las tragedias más grandes en el universo es el olvido. Desaparecer es ser olvidado o incitar al olvido, la madre de todas las injusticias, algo inaudito e insoportable (ya refiere Sir Arthur Conan Doyle en la pluma de John H. Watson que hombre verdaderamente malvado es aquel que no tiene en la tumba una mujer que lo llore; un apéndice de esta idea es que el olvido ajusticia toda inmortalidad, nos denigra, nos envilece). No obstante esas hectáreas que miles de paisanos expropiaron y tomaron para sí representaron una dicha. Lloré la ausencia del viejo orate y de ese enorme lodazal pero ubiqué una esperanza en los proles que ocuparon cada milímetro de ese suelo. Con el andar de los tiempos, unos años después sobre el colectivo redescubrí esos parajes. Los veía esta vez sin mirar. Un tanto extrañado. Día tras día camino de la facultad. Las esquinas relucían y un aire de progresión notaba a medida que pasaban las semanas. En definitiva la expropiación es un acto casi cotidiano. Claro que cuando habilita un albergue para más de doscientas familias se paladea diferente. Mi pequeña ciudad sigue siendo pequeña con algunos reductos en que los jardines son solo un presagio.


Hace unos días he vuelto a pasar por ese tendal de calles de mi ciudad pequeña. No hay pantano lóbrego, ni cenizo. No hay canto pequeño, ni murmullos destrozando el rocío. El viejo no está pero lo recuerdo. Sigo sin poder desprenderme de las cosas que he querido (sin excepción), aunque en ocasiones me aleje de ellas, sé, en algunos casos, que siguen allí imperennes, para volver (y dar una vuelta más). Vi que después de miles de idas y vueltas la han recubierto de brea y adoquín. Y si bien el viejo, el lodazal con su pantano, el enigma, el potrero no están aun perduran los ademanes de aquellos tiempos. En el partido de Morón hará una semana y media observé lo mismo. Calles severamente transitadas por vehículos pesados que hace tiempo están despedazadas empiezan a contemplar el paso de la aplanadora, e traqueteo del percutor, del obrero reparándolas. Todo a un tiempo como un escaparate un tanto absurdo que busca revalidar algún tipo de autoridad en la materia, como si hurgara los visos de una legitimidad a partir de un obrar un tanto improvisado y caótico. Apurados por gestionar favores a la comunidad para asegurar un simpático recuerdo en el electorado. Lo mismo en Ciudad de Buenos Aires (ad infinitum). Y es curioso que vertientes en apariencia tan opuestas actúen ispo facto de igual modo. Vazeilles, un viejito simpático que después de desplegar su enorme sabiduría dice lo que le sale del corazón porque está viejito (conste que lo dijo él; el apodo se lo puse yo mucho antes sin derroche de originalidad por cierto) nos hizo notar que las diferencias formales en los debates políticos de principios del siglo anterior eran solamente una apariencia, una falsa cáscara que recubría una matriz ideológica similar. En su libro el Pantano argentino repite: “en el inconsciente colectivo queda pendiente la tarea histórica que esbozaron el clasismo sindical y la nueva izquierda de los ´70 como la transformación revolucionaria del país.”


Dejando de lado el caso de Ciudad Autónoma de Buenos Aires cuyo jefe de gobierno (parafraseo a Vazeilles) no logra articular no ya dos ideas juntas sino ¡dos frases juntas!, los otros intendentes del conurbano nos muestran una afinidad en las prácticas de organización partidaria, de gestión, de urgencia electoralista (léanse estos dos casos similares en Avellaneda y Morón aunque sin una correspondencia extrema.). Lo cual parece inevitable en este contexto.
Si la memoria no me falla la UCR de principios de siglo ejecutó mismo sainete que muchos partidos progresistas ensayan hoy día. La Unión Cívica criticaba el fraude y proponía el saneamiento electoral. Después de eso quedó vacío y de no haber sido por Yrigoyen y su noción casi napoleónica del ejercicio del poder ejecutivo como arbitro de clases, su combustible se hubiese acabado antes de 1930. Fue precisamente el aislamiento a que sometieron (con la consecuente traición del vicepresidente Martínez, ummm… me hace acordar a alguien) y la animosidad contra ese intransigente lo que acabó con la Unión. Quiero creer que esta sospecha no es cierta pero los hechos me inclinan hacia lo contrario. El nacionalismo burgués de Perón tenía un límite intrínseco bien preciso, más allá de las ambigüedades del Perón grande o pequeño. En una nota estupenda de Prensa Obrera se señala esto con certera precisión (aunque yerra en la división de pensamiento entre una oligarquía explotadora y una burguesía nacional orientada al mercado interno, la burguesía nacional también era parte de la oligarquía y burguesa, al fin, con inclinación leve al mercado interno, pero fracciones de clase): “la cuestión en debate radica en las ideas y en los limites insalvables del nacionalismo burgués, no en los supuestos silencios de sus pensadores mas importantes.” (Límite del que los partidos progresistas adolecen discursiva y fácticamente).


La gestión transparente y seria de un estado capitalista con un reformismo un tanto tibio, con prácticas discursivas interesantes pero hechos absurdamente previsibles, con mesas cerradas en bares exclusivos, con los atisbos de ciertas ideas afortunadas que no encuentran eco mas que en oídos dispuestos a extinguir voces para ganar popularidad (y posiciones) en la emergencia, cuando los ensayos políticos se construyen desde arriba hacia abajo, es casi imposible creer que se sostenga en pie la alternativa o al menos logre con su cometido pregonado. Porque señores, eso, como sucede con los medios de comunicación no es alternativo sino alterativo. Un medio alternativo emite propuestas comunicacionales por fuera de lo propio del sistema (algo que resulta imposible de manera completa), cuestiona el poder, imprime su huella en la práctica revolucionaria concibiendo estrategias contrahegemónicas que pongan en vilo los fundamentos de la propiedad, la ideología y la dinámica de acumulación de capital. Un medio alterativo, en cambio, tiene el formato de un medio masivo a menor escala y presupuesto y unos atractivos firuletes que lo hacen parecer (la corrección del ordenador al mal escribir el verbo me sugirió parche una buena definición de lo dicho) algo diferente cuando no lo es. Ello, me parece, se le puede atribuir a las nuevas propuestas progresistas de nuestro país. Esta íntima impresión es propia de esos dos lugares, en dos espectros diferentes del conurbano pero tan parecidos. Debo decir que me asaltó como ráfaga y la he repensado bastante para elaborarla. No fue, sin embargo, el único indicio que me llevó a pensarla. Claro que no confundo estas afinidades que son producto de las contradicciones colectivas de los argentinos y de un pasado común con la irresponsabilidad, criminalidad, violencia discursiva y desparpajo cobarde, vil, antidemocrático de sectores opositores al actual gobierno. Nada puede esperarse de esta fracción tan oligárquica, tan platónica, tan fascista. Como tampoco lo que va de suyo a la actual conducción política: el índice ficción (eso de que Moreno es mas bueno que el pan) y la historia ficción de este proceso. Léase como un llamado y una esperanza. Sé que la promesa de revolución social no corresponde a estas fuentes, que aun queda como tarea pendiente de aquella generación del setenta, pero es mi convicción de que por lo menos de estos incipientes partidos, de la disciplina y experiencia que imponen para bien o para mal, siempre y cuando no sucumban a ese escabrosa tentación de mantener lo residual, saldrán los hacedores de esa tarea. Siempre en la conciencia de estas falencias, en la paciencia por construir el socialismo que tanto sueñan pero desde la base y no con la ayuda de dedos que señalan y manipulan o, tras derrumbarse en la tentación de la imagen y la carencia de un programa real. Maquillar o arbitrar el sistema no constituye un programa partidario a estas alturas y después de tantos traspiés, de continuos y superfluos llamados al saneamiento de la gestión y de aplicación de leyes vigentes, todas ellas emanadas de una fuente originaria cimentada en la injusticia y los irrefrenables y leoninos intereses oligárquicos, creo que ya es indudable su inutilidad o regresión.

En mi pequeña ciudad hay un tendal de calles que solía recorrer de muy niño. Un pantano lóbrego y cenizo. Devoraba como un monstruo bifronte todo lo que las atravesaba. Las calles eran de barro. Un viejo tuerto, cascarrabias, inmoral custodiaba uno de sus flancos. La densidad de aquel distrito era modesta; los olvidos, moderados. Uno moría menos pero también vivía en menos conciencias. Para cruzar aquel paraje y salir intacto, el transeúnte debía responder una adivinanza al viejo guardián. El enigma admitía siempre dos respuestas: una verdadera y otra falsa. La resolución que yo le exponía oscilaba entre las dos operaciones, lo verdadero y lo falso, pero yo obviamente no era sincero en mi prédica. Digo sincero y no veraz porque, bien se sabe, que la sinceridad es un atributo espontáneo del sistema nervioso casi un espasmo; todos somos sinceros, solo algunos veraces. Intente ser veraz. Yo no era afecto a que las cosas desaparecieran sin más. Menos olvidos me habían arrojado su aliento frío, de espanto y de muerte. En aquel tiempo era más inocente y feliz…




Notas:
1. El macrismo en Capital es como la función de aquel arlequín Flambeau para apropiarse del diamante, alelada, hilarante, un espanto hecho y derecho. Gran parte de los estudiantes, trabajadores y sindicalistas son como el padre Brown pidiéndole gentilmente que se baje el árbol y se deje de monadas.

2. Me hace gracia cuantos partidos o agrupaciones se han denominado encuentro. Heller tiene el suyo Encuentro popular para la victoria, Sabbatella su Encuentro por la Democracia y la Equidad y Nuevo Encuentro. Me pregunto con quién se encuentran si naufragan todos separados.

3. En una nota de El Argentino edición Buenos Aires (me perdí de leer el de La Plata por poco hace unos días) gilles enfoca muy bien las objeciones contra la oposición que a semejanza de la española es muy retrograda como toda derecha que se precie pero parece tuerto a la hora de translucir sus valoraciones del oficialismo. Otra vertiente progresista que cae en los vicios descriptos.

4. ¿Alineación ideológica? me temo que sí (por lo menos en el padrón). Aunque algunos suscriptos a los partidos progresistas en primera, segunda o tercera fila queman sus naves muy rápido en virtud del dedo que marca los cargos a ocupar.

5. Una cuestión al margen ¿Pettinato y De Narváez comparten (o compartían) la misma tintura para el pelo? pues me parece que a ambos les produjo el mismo daño cerebral que desembocó en esa expresión propia de un lobotomizado junto con Moria Casan desdeñando a Hebe de Bonafini.

6. Me encanta la oratoria de los partidos de derecha radical y de Unión Pro (¡cantando la marcha peronista! Me aturdí por segunda vez en cuatro meses) son por un lado espeluznantes y por el otro muy jocosas, dignas de Loki. No se han privado de nada: han resucitado muertos, han cantado al ritmo de Queen, han inaugurado la sesión anual de la Feria del Libro aun siendo analfabetos, han pronosticado un futuro apocalíptico (el Acuerdo Cínico e Inmoral) como el buen profeta Aznarias (José María Aznar, alias el borrachín) en España; Elisa Carrió sería algo así como John Connor frente a Terminator Kirchner, han hecho tantas, tantas cosas…

7. Queda muy poco para esta nota salvo cuatro líneas :

Demasiado “yo les prometo”
Demasiado infierno para un corazón
Que sueña con darte un abrigo
Y salir de ese olvido a otro mundo mejor.

Victor Heredia






















miércoles, 3 de junio de 2009

Volviendo a La Plata (I)


Que el trashumante se pierde irremediablemente en La Plata es un mito insostenible. Buenos Aires es indudablemente más compleja y atroz, sobre todo por Corrientes cuando entre el aire azul de la esquina y el mohín furibundo de sus laterales se asoma el nombre de José Evaristo Uriburu o de Leopoldo Lugones. La gente casi ni te mira, sacudiéndote el talón por encima de los tamangos. El humor se tira a la marchanta. Entre los boquetes se avistan esos carteles alelados con la leyenda Haciendo Buenos Aires que a estas alturas connotan la variante de un chiste macabro. Hay sobre Pellegrini colchones regados por la acera con niños tirados a pleno punzar del sol y a nadie le importa demasiado. Los carteles se multiplican prohijando las promesas de nuevos encuentros, de renovación, de propuestas; insustanciales en sí mismas si las ponderamos en el elucubrado aparato burgués de la publicidad electoral. Los turistas españoles se desgarran ante la visión impúdica de una mujer que deambula con tres chicos a cuestas mientras mendiga en el metro. La mentira y el desamor se camuflan en los encuentros furtivos de una pareja de amantes. El beso languidece frente al obelisco. Las hojas muertas dilapidan el recuerdo de aquellos días de descubrimientos mutuos.


La Plata diverge bastante. Yo volví hace poco, durante toda una mañana y toda una tarde. Me atrevo a formular una hipótesis: para el porteño despistado, sin el mínimo sentido de orientación aquel lugar tiene algo de pasado. Lo invade quizás la sensación extraña de que ya ha descubierto y recorrido sus calles, y que, si las ha conocido tal vez, extasiado frente al grito de sus muros, ha hurgado las metáforas que originan sus recodos mas allá del enigmático trazado de las diagonales. No obstante todo ello implica, en el fondo, una forzada fantasmagoría y en contrapartida, una elegante objeción: el postular que cualquier fantasmagoría admite , en última instancia, una realidad, sea la del delirio o la locura. No la refuto, ni apruebo. Básteme decir que la conclusión carece de importancia real.
Por las calles de ese sur, si se tiene precaución, se pueden oír sus murmullos en plena travesía, mientras la vergüenza queda lacerada por el acuciante rigor de sus interrogantes. Es cierto, que probablemente se corre el albur de desfallecer, cuando al llegar a la catedral el rumor invade el embaldosado y una efigie enorme rescata las huellas del olvido. El rostro pálido de la estatua de Mariano Moreno recuerda esa sensación de ahogo tan frecuente en estos días en que los pulmones no toleran la lluvia, ni las nieblas inopinadas. Uno sigue.

El encadenamiento cardinal de las calles incita a vencer el amparo del agotamiento, la cuerda que corre por la garganta. El horizonte es otro. Las ligustrinas aun albergan el mate y los abrazos de otras tardes. Aquella mañana decliné sentarme sobre el césped brioso de la plaza San Martín o en la de Mariano Moreno; supuse que el rastro de antaño aun seguía impreso. Las luciérnagas giran en solitario, errabundas, mágicas. Otros las recuerdan por nosotros, recostados sobre aquel rincón de la izquierda exactamente en el mismo sitio. La ciudad vocifera, en cambio, un solo nombre. La calle enfrentada al palacio municipal devuelve la nomenclatura, salvándonos de las ímprobas repeticiones de Roca, Sarmiento, Aramburu o Ramón Falcón.

En declive de confesión debo decir que, misteriosamente, esa ciudad me trae la memoria de un pasado conjetural que nunca existió y, sin embargo, admite variaciones que me son familiares. Lo que Buenos Aires me devuelve de extrañeza, La Plata lo hace en ubicuidad, más allá del dolor, en el silencio atronador del huraño, en el éxtasis, en la plenitud. Es acaso el reencuentro con un placer heredado en sueños, en la fiebre de una noche oscura e inmemorial.

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