miércoles, 12 de noviembre de 2008

Plata

Las calles, como las heridas,
encuentran al final una esquina,
un recodo...
Buenos Aires entre neblinosos amaneceres
y recurrentes vaivenes,
con sus nubes púrpuras
conjurando, secretamente
el misterio del universo,
con su aliento inconcluso
y sus fuentes
su luz de farol tenue,
se recubre de heridas
y, de ellas, siempre me ha parecido,
emerge mas tersa y hermosa.

Chapoteamos por charcos,
y veredas discontinuas y memoriosas
que recuerdan el estrépito sigiloso
de la risa de la primavera
y la imprime como huella en tierra.
Conjura ciertas cosas ínfimas:
el fin de siglo,
El clarear de la sombra,
El remanso acostado sobre la acera
Como la ciudad del sur que amo.

Pero esta siempre es mas mía
Porque descifra mi estertor de cansino paso,
porque me envuelve, me despedaza y alimenta
Con furia y soledad,
En el canto conjetural del reloj inglés.

Y el amanecer me devuelve la brisa de mi aliento,
El aroma de perversa melancolía de la orilla,
El restañar de la guitarra en lejano fado.
Como la ciudad del sur que amo.

Pero esta soy solamente yo
Y aquella, tú y mi esperanza.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

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