miércoles, 22 de abril de 2009

Septiembre de 2001


Fue sábado el primer día de aquel septiembre del año 2001. Año convulso, atroz, terrible que tiene hoy un carácter un tanto irreal, excepto por aquel día en particular, diez noches antes de que atestiguáramos la caída de las torres gemelas en Manhattan.
No poseo el temple para ver películas en solitario, necesito compartirlas y son muy pocas las que me han impresionado lo suficiente como para lograr el milagro de estar absorto frente a una pantalla durante dos horas. Sin embargo recuerdo que como todo en mi vida lo que me llevo a verla fue una mujer, fue la sonrisa de Chaja o de Laura Fraser que por suspensión de mi incredulidad se convirtió en aquella joven judía, liberal, como bien se comenta en una reseña, la miel mas dulce de Israel.


El film contaba los avatares de dos familias judías, una heterodoxa de la que proviene Chaja, una bella estudiante universitaria con una franca y despreocupada actitud frente a los convencionalismos de los ortodoxos jasídicos. El padre de Chaja, un tal Silberschmidl interpretado por Maximilian Schell, narra en los primeros fragmentos del film que escapando de los soldados nazis durante la Segunda Guerra Mundial, toma sus pertenencias mas queridas, las guarda en dos maletas y las entierra en un subterráneo. Al regresar a Antwerp donde las había enterrado, no logra hallar las maletas y su búsqueda se transforma en una obsesión.


Chaja, por su parte, busca independizarse y un viejo amigo de su padre le consigue un trabajo como niñera en el seno de una familia tradicional judía. Uno de los niños, Simcha, no pronuncia palabra. Su mundo es tan estrecho como las costumbres y los rígidos mandamientos paternos. Muy pronto los hábitos conservadores del padre de Simcha entran gradualmente en conflicto con la conducta de Chaja pero, al mismo tiempo, el vínculo entre ella y Simcha comienza a ser más estrecho, al punto de que la muchacha comprende que, más allá de las palabras, existen otras formas de comunicarse y de expresar amor. Ella afirma que Simcha es su “novio” aunque su verdadero novio la abndona antes de iniciarse la secuencia de acciones.


La relación entre ambos se profundiza y Simcha vocifera, para sorpresa de su madre, la onomatopeya del graznido de un pato, tras una de las tantas visitas al parque junto a Chaja. Una comunión nace entre ellos. Tanto Chaja como Simcha encuentran un amparo en el otro, un bálsamo, una huida. Se diluyen los sombríos convencionalismos, la mirada agazapada y distante.


La esplendorosa voluntad y simpatía de Chaja ganan la quietud mortuoria del pequeño y, a la vez, la fragilidad y la ternura de aquel, incitan el afecto de la niñera. Simcha descubre en su silencio el rostro de Chaja, su infinita sonrisa, sus ojos redondeados y traviesos. Este mismo afecto, paradójicamente o no, determinará la muerte de Simcha quien se ahoga por intentar alcanzar aquellos patos que tanto lo fascinaban en la fuente del parque que a menudo visitaba junto a Chaja. No obstante las desavenencias entre el patriarca judío y Chaja no merman ni siquiera tras la muerte del niño. El hombre sigue iracundo por naturaleza. Pero aun ante el funesto designio de ese desenlace, la madre de Simcha, reconoce el afecto de su hijo por ella e intenta mitigar en Chaja el dolor de la pérdida, absolviéndola de toda culpa.


Hasta aquí el resumen de la trama. No puedo evitar la evocación de los ojos y los modos del personaje de Laura Fraser, ni las confrontaciones con Jeroen Krabbe, la voz de Simcha imitando el graznido de los patos del parque, quizás el momento más brillante del filme, o el hecho tan fortuito y poco común de lograr acaparar mi entera atención.
Hace muy poco releía un reportaje a Roberto Benigni donde afirmaba, al pasar, con esa mirada inquieta y ladeada casi intermitente, que no estaba tan mal empaparse de las cosas que uno ama.


El gusto estético (o amoroso) es ciertamente un misterio. No existe una fórmula para el placer o para determinar aquello que nos incita el hechizo irracional del encanto. Se le pueden atribuir virtudes, inciertas seguramente, y disfrazar sus defectos y negar sus miserias. Las opiniones ajenas nunca cuentan demasiado. Existen grandes probabilidades de que la película que reseño no valga en nada al espectador versado y que las maravillas que le atribuyo sean tan solo íntimas supersticiones. Creo que eso no importa demasiado. La devoción ante la mirada de Simcha, su cara tersa y pálida, sus pómulos rojizos junto a la inclaudicable belleza de la sonrisa de Chaja, el atractivo de la forma y los detalles que hacen al encuentro del uno con el otro, anula cualquier porfiada conjetura. Y aun hoy recuerdo los gestos y la sonrisa de Chaja que asociaría algo después a otros gestos y a otras sonrisas.



El final del film es interesante en sí mismo: Chaja, tras la tragedia de Simcha, empieza a buscar las maletas perdidas por su padre. Aquella obsesión paterna se transforma en su propia obsesión. Ambos intentan recobrar algo de un pasado perdido y añorado, de lo que el tiempo arrebata y nunca devuelve, excepto a través de fantasmagóricas representaciones o indicios. Por desgracia, aquellas maletas también constituyen apenas los retazos de lo que en verdad se intenta recuperar. El carácter irreductible de la ausencia insolventa todo esfuerzo. Y aun así le da un sentido a lo que hemos perdido, lo transmuta en múltiples símbolos, le otorga la inmortalidad de la memoria. Nos devuelve, acaso, un fragmento vivo de lo que fue aquel tiempo, de su gente y su peculiar modo de transformar nuestras vidas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

recuerdo haberla visto en video... lo que si creo que el final es atractivo, una precaucion si cabe entre la nostalgia y la melancolia, entre la memoria y el tormento. Me encantó lo de "Nos devuelve, acaso, un fragmento vivo de lo que fue aquel tiempo, de su gente y su peculiar modo de transformar nuestras vidas."
un beso,
caro

Anónimo dijo...

Cuanta importancia pueden tener una maletas, verdad? si no que le pregunten a Antonini Wilson.jejj
muy buena la entrada
Chaja se pronunciaba en la traduccion Chaia puede ser?
un abrazo
lean

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