domingo, 10 de mayo de 2009

Fue maravilloso aquel año


Al fin el tiempo nos reunió /como a planetas que orbitan. /Coleccionabas soles, me dijiste, /te enseñé mis heridas. /Tú te soltaste el pelo /y amarraste las horas con tu cinta.

Fue terrible aquel año, morían niños en África. /Y aquí mismo en mi calle mataban a un mendigo sin patria, /a una infeliz prostituta, a una esposa maltratada. /Terrible fue aquel año, los Balcanes humeaban.



En el 2005 algo sucedió. Era mi primer año en la facultad de Sociales. Tras la quietud incontenible y opresiva de Paseo Colón, de mis intentos perdidos persiguiendo una inconcebible estrella polar en los pasillos de ingeniería, vislumbré mi destino para siempre. Recuerdo la noche exacta en que resolví desertar. La pena de quienes acertaron a oír mi resolución y alguna que otra insatisfecha hondonada en que se filtraban el rocío y la incertidumbre.

El mundo era una pesadilla. El 27 de noviembre un desenfrenado e incontenible malestar se desató en Francia tras la muerte de dos jóvenes musulmanes que huían de la policía en Clichi-Sous Bois al este de Paris. Conmoción que alcanzo el punto máximo después de las declaraciones del ministro de defensa de Sarkozy que apuntó descortésmente que los primeros manifestantes no merecían mas que la nomenclatura de escoria. Los automóviles particulares se consumían entre llamas en las pantallas del telediario y una nostalgia inverosímil por el mayo francés invadió a los antiguos partidarios de Daniel Cohn Bendit. Los muchachos huían en el fragor de esa paranoia colectiva que afectó a Europa tras los atentados en Madrid y Nueva York, agravando las tensiones preexistenntes entre los europeos y sus inmigrantes, reavivando el antiguo espectro de la Europa nacionalista.

La invasión a Irak cobraba mas víctimas entre civiles y milicianos norteamericanos y el huracán Katrina vapuleaba a New Orleáns donde centenares de hombres y mujeres abandonaban sus hogares y reclamaban socorro al gobierno de Washington. Una vez mas quedo claro que existen dos clases de ciudadanos incluso en el país autoproclamado como la mayor democracia del mundo.
El 19 de abril Joseph Ratzinger era ungido Papa de la Iglesia Católica con el nombre de Benedicto XVI. En lo sucesivo las posturas oficiales de la iglesia avaladas por el sumo pontífice han conocido los rigores de la edad media y el mas rancio de los conservadurismos. Su predica contra el Islam y los métodos anticonceptivos devolvieron a la doctrina cristiana a su expresión mas primitiva y paradójicamente mas verdadera.

El 23 de marzo los científicos nos anuncian el avistamiento de luz de planetas extrasolares, avanzando en la presunción de Michael Mayor y Didier Queloz quienes a través de un método indirecto de detección descubrieron el primer planeta de esta clase en 1995.
El primero de marzo era elegido Tavaré Vázquez presidente de la republica oriental del Uruguay consagrando el primer gobierno de izquierda del país. Luego con sus intervenciones en materia internacional y en el ya celebre conflicto del río Uruguay en torno a las pasteras, demostrarían cabalmente que esta solo era una nomenclatura vacua.

El 16 de febrero se firmó el acuerdo de Tokio con el objeto de acordar la reducción de la emisión de gases que provocan daños irreversibles en la capa de ozono. Estados Unidos lo firma pero rechaza su ratificación movido por el claro e indeclinable dato de que es el mayor emisor de estos gases. Los intereses de un sector productivo nuevamente se imponen bajo presión al bienestar del hombre.

Los hombres continuaban persiguiendo quimeras insaciables. Las hendijas de mi ventana suspiraban el ánimo de los días soleados de un caluroso abril que delataba que los veranos son cada vez más largos y continuos. También más fatigosos. En ese mes la conocí. Por casualidad, como sucede casi todo en esta vida. Fue una mañana algo fría, los estrépitos, las bocinas de la avenida, las miradas y los rostros apacibles se detuvieron; yo sabía que ella estaría allí, solo que aun no la había visto tampoco la conocía. Quien la había llevado hasta ese lugar nos presentó. Ella no tenía mayor motivo para estar allí era, ciertamente, un sinsentido. Sin embargo ahí estaba, con su sonrisa agigantada y su mirada tímida y curiosa a un tiempo. Nadie puede saber cómo uno mira al otro por primera vez cuando lo conoce. La habré observado con asombro, con ansías, con el corazón bullendo exaltado, con los ojos desaforados y dichosos. Hubo algo en ese primer encuentro que me dictó un presagio. Presagio que hoy cuatro años después conservo. Hablando con ella en la estación, el sutil espejismo amarillo de su pelo y su talle ínfimo y preciso hicieron que el aire de ese abril tomara la forma de una utopía básica.

De alguna manera el arremolinado camino de las hojas muertas, de los árboles desfalleciendo en mitad de la acera, esa calle que, como puñal, hería la vías del ferrocarril, fueron una buena noticia. Te conocí y esta vez los trenes paraban en la estación. Cuatro años han pasado de ese prodigio. Ciertas canciones tomaron tus nombres. Ciertas intermitencias vedaron nuestras voces. Habremos batallado contra la soledad y habremos perdido. Firmamos papeles despenachados. Dilapidamos soles. Cubrimos de gritos las plazas y de llantos inmensos los cuartos. Habré sentido la cadencia de tu voz cuando tu nombre me volvía en aquel pasaje de Ana volverás a escuchar/ las piedras que contra tu ventana /lanzó la felicidad. O en
te veo y me declaro culpable/ de desear tu presencia /más que desear la paz. El tiempo dicta que aun sigues por ahí, jodida y radiante.

Los hombres continuaban persiguiendo quimeras insaciables. Yo solamente podía verte a tí en los espejos. Todo ocurrió conjuntamente en el año 2005, desde aquella mañana de abril en la que nunca tendrías que haber estado allí pero estuviste.


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