lunes, 11 de mayo de 2009

Nueces

Quería reproducir alguna de estas estrofas cuyas dos voces a duo marcan la acompasada cadencia de un recuerdo. La estación es la clave mágica del relato. Todo tren de ida admite uno de regreso; entre el vaho y la niebla persistente que oculta los rieles, se nos invita a imaginar que habrá más allá. Aunque mas bien, ahora que lo pienso, nos invita a construirlo.


Él era solo un niño,
de trenes sin destino,
buscaba su camino
y de repente algo
cambió su vida en la estación.
Allí estaba ella,
única con pulseras,
con flores en el pelo
y la sonrisa comiéndole
la cara con algodón.

Cuántos días, cuántos meses,
cuántos años, esperando que la vida
lave todo el desengaño.
Cuántos días, cuántas nueces,
veinte años, separados no lograron
apagar ese amor, ese amor... ese amor

Pero llegaron tiempos,
oscuros y violentos,
en que toda la vida
era un callejón que no tenía salidas,
solo desolación.
Ella partió de prisa, voló como una brisa,
huyendo de esos días y él lo comprendió.
Porque estalló en pedazos su corazón.

Cuantos días, cuantos meses,
cuantos años, esperando que la vida,
lave todo el desengaño.
Cuantos días cuantas nueces
20 años separados no lograron
apagar ese amor ese amor.

Pero un día se encontraron
como trenes de ida
y vuelta en el andén
se besaron, se besaron
y todo empezó de nuevo otra vez.

Cuantos días, cuantos meses,
cuantos años, esperando que la vida
lave todo el desengaño.
Cuantos días, cuantas nueces 20 años,
separados no lograron apagar
ese amor ese amor... ese amor.

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