viernes, 22 de mayo de 2009

Notas sobre la argentina de principios de siglo…XXI (I)



Acto solipsista, sí. Elucubrado en noche de insomnio recursivo, sí. Estas líneas admiten la cifra de perdidos quásares, el vértigo de una Andrómeda en fuga, el débil gemido de un fuelle orillero presagiando homenajes en sus dos márgenes contrapuestas, criollas y orientales, con una misma lengua y un mismo dialecto.
Ignoro qué ojos posarán su solitaria fiebre en estas notas, si es que los merecen o simplemente pierden su gracia al posarse en las retinas apagadas de quien las escribe y las olvida de inmediato. Valgan para repasar un tiempo que he vivido y que pretendo clausurar.

He deseado con fervor, como asignatura, como actitud ética, rescatar fragmentos del sutilísimo orbe del olvido. ¡Lo he imaginado tan difícil! Usted lector comprenderá que la memoria además de sus preferencias burguesas, de sus claudicaciones, de su escueta lealtad, ¡es tan fatigosa! que la concepción racional de los ingenuotes aspirantes a intachables académicos, lechuguinos y trastornadas profesionales del psicoanálisis propende a alivianarla de culpas y exonerarla de responsabilidades para ceder, luego, a la mas cruenta desidia ética en que los acontecimientos marchan a la manera de un tren descarrilado que surca frenéticamente una estación tras otra.


¡El olvido es tan vasto y tan generoso! Cuando mira y se sonríe, tiene la sonrisa de una bestia dientuda que incita, el rostro de muerte que nos espera en la mesa de un bar de la calle Corrientes. En verdad es arduo no sentirse atraído por el elixir que exhala como un ósculo que da al beato e implora un guiño del porteño alegre que lo ignora casi todo y deambula feliz por el entramado de estas deshilachadas baldosas macristas.
Notas sobre la Argentina de fin de siglo, extraño nombre. Ajeno. Digno de ser devorado por el olvido del capellán y el gigoló. Serán retazos de una memoria olvidada, redescubierta para ser fustigada con un nuevo olvido. Del valor del serendipity. Proceso dichoso del conocimiento. Extraño y pernicioso a la vez porque consiente llegar a donde no se tenia pensado, ni como punto marginal del itinerario primigenio.

Ningún monumento brilla más que la verdad. Si mi memoria, vapuleada y maltrecha ya por aciagas rutinas y onerosos hugonotes que asediaban la prédica del invierno de mi lejana utopía internacionalista, logra restañar apenas la vindicación de la curiosidad por lo aquí presentado, el cometido deja de serlo para rubricar una nueva página del olvido. Pero ¿olvido? ¿He escrito bien? ¿Estoy equivocado? Pues no. El olvido es escencial a la memoria; el verdadero dilema reside en las chucherías que arrojamos a la hoguera y desterramos hacia los sórdidos páramos de la distancia.

Clase media radical

El partido radical, cuyo primer vástago la Unión Cívica de la Juventud presidida por Leandro Alem encendió la virulenta revolución del noventa, no tuvo nada de autónomo. Por así decir fue la explosión de una generación de hijos de inmigrantes que accediendo a las prerrogativas de la educación publica y sus vasallos, pretendían ocupar los cargos administrativos, pugnaban por su derecho a las profesiones liberales y procuraban ganar posición y hacer carrera en la administración sobre la base del trafico de influencias. Los simpaticones muchachos de la clase media argentina buscaron en esta algarabía pueril la representación política por cuya intermediación preservar los privilegios dependientes de las erogaciones del estado que les habían permitido en mas de cincuenta años de ebullición nacional, desligarse de la condición del prole.
Las sesiones de Gessellschaftten de los ideólogos radicales se componían por integrantes de la burguesía agraria, una porción marginal de los propietarios terratenientes que no accedieron a la trenza conservadora entre Roca y Mitre de manera irrestricta. El grupo dominante argentino siempre se constituyo en un grupo con tendencias herméticas (platónica, racista, e irracional) y esta fracción de clase, acentuada y ensanchada tras la división entre criadores e invernadores que la técnica del enfriado de carnes inauguró, quedaba completamente excluida de las decisiones del estado. Cabe separar la base social de un partido del origen de clase cierto de sus dirigentes y líderes. El radicalismo era un partido policlasista con un programa de corte liberal. La base social del partido: individuos de clase media que no cuestionaban la estructura del régimen, ni el modelo económico agroexportador como factor decisivo del patrón de acumulación de capital, cuyo reclamo se limitaba al saneamiento electoral, esto equivale a decir, elecciones libres y el respeto efectivo de los preceptos constitucionales.


El tipo genérico del individuo de clase media habia sido el de mendigante de los personeros del régimen y en tal condición se contentaban con el ínfimo ascenso social que provenía de sus funciones como gerenciadores de los intereses de la oligarquía. El aumento de la población urbana acrecentó estas vastas capas hasta el punto de tornar inminente la explosión de una congregación de voluntades políticas que hiciera suya esa voz popular. La realidad material de una clase naciente y de furibundo brío fue mayor que la obstinada y recalcitrante presencia del régimen conservador. La ley Sáenz Peña sancionada en 1912 y puesta en vigencia con la elección de Yrigoyen en 1916 configuro la letra escrita de esa explosión. Interesa destacar que nunca hubo una oposición entre la clase media y la oligarquía. Sus disputas provinieron de manera tibia y sin demasiada incidencia en lo esencial del régimen conservador en los gastos del estado que garantizaran la reproducción de la clase media y la conservación de sus privilegios en relación a su acceso a las profesiones liberales y la administración publica. Esta conformación sociológica argentina dejo una huella profunda en la posterior conformación de clases y tras el fatídico retroceso propiciado por los infames personeros de la restauración del 76 se ha vuelto a una conformación similar y sin variaciones.


La clase media argentina se identifica con la clase dominante y aspira a imitar sus modos y su aire repulsivo de inmodesto repudio a todo lo que tenga tufillo a masa popular más o menos organizada. En este contexto no sorprende ver hoy a los representantes de esa clase exaltando el punto de vista estrecho de los círculos mas nefastos de la oligarquía nacional. Tras la nauseabunda trapisonda neoliberal de los noventa unos cuantos individuos de los medios que ni siquiera eran empresarios sino unos apenas mediocres trabajadores de los medios montaron a partir de las ventajas financieras y de inversión tras el golpe de fortuna que significó introducir un novedoso formato importado o lo mas novedoso y alelado e una incipiente televisión privada, una serie de empresas de los medios que como en la anterior etapa neoliberal de la junta incitó la formación de nuevos ricos, cómplices al régimen, sumado al traspaso de la deuda privada, de los por entonces instigadores civiles del golpe, al estado
Paradójicamente, mientras el país quemaba las naves, estos agraciados iniciaban su fortuna personal a costa de las hipotecas reiteradas del estado, los pagos a intereses onerosos y vergonzosos de los servicios de la deuda al FMI y el sostenimiento de una convertibilidad ficticia y traída de los pelos. La gracia consistió en que mientras ellos se constituían en los nuevos radicales argentinos, vilipendiando y mofándose de la tradición radical, sin saber cuanto de sus improntas provienen de ese partido, ahora no solo no cuestionaron al régimen, como sus antecesores sino que, abiertamente, apoyan los postulados de la clase dominante argentina, los grupos empresarios locales de mayor poder, la aun fraccionada y debilitada clase terrateniente y los capitales foráneos al punto de conformar un nuevo vértice neoconservador rancio.

Otra virtud del gobierno actual para apuntar: desterrar de los ámbitos académicos esta sospecha y desenmascarar la comunión entre los sectores de clase media y la tradicional oligarquía nacional cuyos círculos de poder suman ahora un nuevo eslabon o dos: los enanitos oligárquicos neolibrerales cooptados en los partidos populares cuy fuente mas visible radica en Eduardo Duhalde y el narcotráfico. Entonces uno se pregunta casi por instinto: ¿De qué vale discutir de parodias en la televisión o de jocosas imitaciones estudiantinas que, en realidad, no logran enmascarar su implícito faccionalismo y el sesgo impopular, discriminatorio, rancio y degenerado de todas las manifestaciones atroces de la ideología de los sectores dominantes, excluyentes y eugenésicos? ¿Es pertinente agregar algo a esta intención abierta y descarada de presión constante por parte de Tinelli y el grupo Clarín, sin referir la irresponsabilidad injuriante y criminal de la oposición conservadora?

Las cartas de estos gentiles hombres de la alta clase media con sus mauricios, sus franciscos y sus felipes están en juego. Sus intereses se agotan en la conservación y reproducción del régimen de castas imperante y preservado por los sucesivos golpes militares y los demócratas entreguistas. Ellos ya hicieron su movimiento.

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