domingo, 27 de junio de 2010

Retratos


P.A. y M.R.

Barthes habló exténsamente sobre el noema de la fotografía, ubicando la especificidad del dispositivo en el tiempo y no en el espacio. Ese atributo específico de la fotografía se resume a un "estuvo allí". El mismo André Bazin señalaba que la objetividad de la fotografía le confiere un poder de credibilidad ausente a toda obra pictórica. Metafísicamente la esencia del objeto delante del lente se desprende para generar una representación que va más allá de lo puramente icónico o indiciario. Hay algo que trasciende al objeto retratado, algo emanado de aquel (un intangible) capturado por la impresiones fotolumínicas del contorno de los objetos. Nuestra presencia (la disposición instantánea de nuestra presencia) ha quedado capturada en el papel fotográfico ahora cada vez más alineada a las peripecias de una cálculo matemático binario. Pero el ojo aun no ve la escrupulosa combinatorias de ceros y uno.
En la edición del viernes 25 de junio de 2010 de Página 12 vi a Franca Jarach, vi su sonrisa. Todos somos concientes que cuando posamos para una foto (salvo que sea espontánea e inesperada) la expresión del rostro es un mero formalismo conferido al dispositivo. Sin embargo el rostro de Franca transgrede esa premisa.
Singularmente hermosa aparece Franca allí, con la expresión de una sonrisa medida y familiar, sutil, propia de un escenario cómplice.

Franca tenía al desaparecer apenas 18 años. La detuvieron el 25 de junio de 1976 según se cree en la calle. Al día siguiente llamo por teléfono a su casa sin tenerse noticias de ella después de ese hecho. Una sobreviviente de la ESMA atestiguo que la vio en ese campo de detención y de allí se supone fue trasladada y posteriormente arrojada al Río de la Plata. Era una alumna prodigiosa, militante de la UES, peronista, perteneciente a una familia antiperonista y aunque ella poseía un espíritu critico opto por la línea peronista porque presentían que allí estaba el pueblo (La conjetura permite suponer que esa condescendencia detenta una base empírica cierta, una perspectiva honda y analítica respecto de los caracteres emergentes tras el golpe del 55. la misma postura sustentada en Perón- Godot de Feinmann). Solía asistir a un taller gráfico una vez por semana, regenteado por un grupo sindical de la juventud peronista ligada a montoneros.
Casi siempre (y me cuestiono a mí mismo por la recurrente exaltación que los años deberían haber mitigado) me conmociona, ante la impresión de la belleza o la juventud, el grado de perversión de sus captores, su insensibilidad, su sacrílego irrespeto hacia lo que nos constituye como seres humanos, su indignidad. Uno no acaba de comprender nunca que alguien sea capaz de extinguir esa mirada para condenarla a ser un mero noema, irrecuperable en su plena materialidad, pese al asedio de las arrugas y el paso indeclinable del tiempo. Sin embargo, Franca sigue allí, siempre joven, con su expresión dulce, remozada, hermosa. Los ojos cómplices, los pómulos rosados y el rostro arqueado, preciso, jalonado por la caoba resplandeciente que se desliza sobre y un poco más allá de sus hombros. Sigue allí. Diciéndonos algo. Algo inmemorial. Algo perdido.
Impresiona aun más su juventud en el entrecruzamiento racional con la tragedia. Ignoro si es una cuestión cultural o personal pero en estos casos (y en tantos otros) la conciencia en retrospectiva reprocha la imposibilidad de haber hecho algo. De sacrificar los sueños propios, enardecidos por el vértigo de la vida, por la vida de Franca. Un ligero trueque del destino. No lo se. El noema por suerte vislumbra a Franca. Hiere con la fuerza de lo imperecedero de nuestra memoria para que la advertencia de Primo Levi “Lo que ocurrió una vez, puede volver a suceder”, solamente sea eso, una advertencia.


II

Por supuesto no nací ateo. La creencia o no en Dios se funda, bien se sabe, en la fuerza de la cultura. Sin embargo cada vez que oigo o veo al padre Luis Farinello creo en Dios (o, lo que es mejor, se inflama mi profunda necesidad de lo prodigioso). Es el único que logra ese particular efecto en mí. Lo conocí brevemente por cuestiones de trabajo, me dedicó algunas palabras y en ese breve paso por la percepción adquirí esta peculiar fe. Hace poco Luis después de una visita a Medio Oriente donde siguió el camino de Pablo decía “hay que sembrar cantando en el mar, es una tarea heroica pero es lo único que nos queda”.

El comentario adquiría su singular fuerza después de los horrores que la travesía le mostró en Gaza. Pero contextualizado se refiere a cada uno de nosotros en esta particular coyuntura de la patria. Mas singularmente aun, al altruismo de lo cotidiano en un mar revuelto. Para mí, en cambio, a la creencia en un dios del que los años y las circunstancias cada vez me alejan mas, que quisiera que estuviese allí, que lo deseo infinitamente, pero con quien discrepo cada vez más. Farinello (y otros), cada tanto y consecuentemente, me recuerdan ese impreciso deseo.

LUGAR


A la mañana paso


cerca de un sitio


rodeado de muros


altos grises tristes sucios


de carteles, de vote lista azul


un día miro adentro


es una villa miseria.


Gente más gente.


Vestida de tela barata


desnuda de felicidad.


Una chica me ofrece limones


"cien la docena, cómpreme".


Tiene trece años,


más o menos mi edad.


Un almacén ruinoso,


con ratas, con suciedad


con microbios funestos.


Es un sitio rodeado de muros


sucios de crímenes humanos


que son sólo los nuestros.




Franca Jarach (1957-¿1976?) Poeta nacida en Italia nacionalizada argentina. Estudiante en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Militó en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios) de orientación peronista. Secuestrada y desaparecida; se supone que fue "trasladada" (en la jerga de los represores de la dictadura: ser arrojada al Río de la Plata, desde la altura) en julio del 76. Su trabajo, duramente impregnado de la realidad social de su momento, no permite la menor concesión al llamado "lenguaje poético". Vislumbramos en la dimensión de su palabra de juventud, la voz propia que habría adquirido de haber alcanzado la madurez. No dejó libro de poesía publicado.

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