jueves, 3 de junio de 2010

Juegos de palabras, juegos de villanos


M.R.

Crispación. Es una palabra que oigo a menudo. Y en relación a los actos gubernamentales, a su más mínima gestualidad, esta aparece con mayor fuerza y obstinación. Se decía en Radio Nacional, hace unas semanas, que ciertas cuestiones de forma constituyen a la larga una cuestión de fondo y Carlos Raimundi insistía en la conformación de una gestualidad propia que lograra un cierto grado de consenso de los sectores medios para con el kirchnerismo. No es erróneo el razonamiento. El problema es el contexto de aplicación, los canales receptores de esa gestualidad.
Perón llegó al poder, o mejor aun, eludió la estancia prolongada en la Isla Martín García por una base social de extracto popular, organizada previamente en los sindicatos. Ellos lo excarcelaron y lo instalaron en la Presidencia de la Nación. Ellos le dieron materia prima y destino a su gestualidad.
El caso del kirchnerismo es inverso. La transversalidad fue posterior a la llegada de Kirchner a la presidencia. No obstante, los mecanismos de legitimidad se construyeron sobre la base de los sectores sociales postergados (en desmedro de las primeras y postreras astucias fraudulentas de Kirchner). Allí entraron los movimientos sociales y los representantes de la ya anacrónica y madura juventud peronista de los años setenta. Claro que la diferencia no es solo de orden sino también de magnitud, del grado representativo de esas bases. Perón entró en juego con un movimiento sindical sumamente poderoso, emergente y representativo de vastas regiones de la sociedad cuyo factor común era el amplio mundo del proletariado. Los Kirchner (tanto Néstor como Cristina) tuvieron que lidiar con un sistema productivo desarmado y putrefacto, por lo que solo encontraron sectores fragmentados cuya representatividad masiva es de un orden más cercano al compromiso y la sensibilidad que a lo puramente fáctico (en realidad esta objeción es parcialmente valida y sumamente dolorosa).

¿Dónde queda, viendo esta base reducida, la posibilidad de generar una gestualidad propia del kirchnerismo para comunicar y hacerse del favor de los sectores más escépticos y alienados? Sería interesante no solo pensar la necesidad de una mejor política comunicativa sino en los elementos de recepción de esa política potencial, en los alcances de estos factores y la posibilidad real de coordinar la emisión con una recepción real, teniendo en cuenta la región donde el texto instala la escena comunicacional. Vale decir lo enunciativo como la generación de sentido.
Como fuere, el fervor solo puede ser fruto de la acción concreta. La realidad que hoy se impone a los discursos reaccionarios de los grupos mediáticos y que en los últimos dos años ha hecho caer mascaras a la marchanta, es lo que ha venido a reemplazar esa gestualidad. Mientras, el arco opositor abusa de la estrategia hebrea para tomar Jericó y sus rosas íntimas: marchar lentamente en círculos, no atacar directamente, apretar cada vez más la curva y estrechar el asedio, sin dejar de hacer sonar en el aire la melodía trágica de las trompetas. De la realidad (distorsionada) siempre dramática.

Queda claro ya que los canales para generar ese consenso, para informar en cuestiones sensiblemente trascendentes, tal como requieren algunos sensatos hombres del centroizquierda, aun están en ciernes. Es un crío al que lo lastima la luz del sol. Y sin embargo es necesario exponerlo aunque le duelan los ojos. Para que observe y compruebe. Para evitar la visión velada que hasta hoy no le permitía ver el clarear y sus variaciones. La gestualidad de a poco va adquiriendo un sujeto que lo pueda descifrar, que comprenda las peculiaridades del código kirchnerista. Esta construcción en una sociedad adormilada, somnolienta, dio muestras de que necesitaba el sobresalto para oír después los argumentos y no viceversa. La inversión de este procedimiento es el desafío del porvenir kirchnerista.

Debo hacer una confesión. Antes de escribir esta nota oí en Radio Continental a un columnista nocturno preguntarse por el valor ético del ejercicio inquisidor y rastrero (falaz en este caso) practicado sobre el programa 6, 7,8 con la publicación de una nota que versaba sobre el monto cobrado por los periodistas que trabajan en ese programa. Cacareó una postura razonable aunque un tanto engañosa. Luego la locutora del mismo programa desaprobó, siguiendo el hilo de su compañero, la confrontación tan propia de estos tiempos. No se trata- dijo- de la discusión de posturas u opiniones diferentes sino de ver con qué te puedo tirar, de cómo te destrozo. Cierto. Claro que esa certidumbre equivale a pensar estas confrontaciones como deportes o simples manifestaciones lúdicas muy parecidas a la mancha pared.

Olvidó decir (o simuló olvidar) que cada embate ideológico de los sectores antikirchneristas responde a intereses particulares, a la conservación de instancias de poder, a mantener un grado efectivo de manipulación o mas simplemente apuntan a amorrocar una moneda mas en el bolsillo.



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