miércoles, 16 de junio de 2010

Cartas a Timoteo: Tiempos de Kambio


“Eres un recien llegado
y yo ya soy tu aprendiz…”



¿Qué te puedo decir Timoteo…

Con insistencia, a veces fatigosa, con pesadumbre, los mas cercanos a mí me han interrogado sobre los motivos de mis simpatías hacia el partido oficial ¿como puede ser – inquieren - que quien reivindicase ciertos valores inconmovibles, puros, deviniera en la mas turbia de las contradicciones argentinas como lo es el partido gobernante o esta derivación mas acorde a lo que alguna vez supo ser aquel movimiento de masas nacido el 17 de octubre de 1945? En vano diré que soy peronista sin opción (cierta filiación en mis venas). Sin rigor de serlo, sin ganas. Pero respecto de mi irreprimible empatía frente a los gestos del partido oficial, puedo esgrimir: ¿Cómo no estar deslumbrado? Al fin y al cabo podrán, y con razón, inculparme de no rendirme al infantilismo de la izquierda que registró en las vísperas de 1946 uno de los giros mas incomprensibles con su participación en la Unión Democrática cuya continuación parece encontrarse hoy en los sainetes solanescos y de otros tantos emergentes como Libres del Sur o Barrios de Pie que unidos a la tradición miope (¿y de rancio conservadurismo de derecha?) del Partido Obrero y la Nueva Izquierda parecen la prolongación imperecedera de aquellos que La Prensa de los Paz (hoy Clarin De la Noble) insufló con sus páginas adocenadas y tributarias.


Ahora mismo los veo, compañeros, cuando aparecen sin empacho, haciéndose emular las siniestras simpatías de los Paz hacia el comunismo, por los estudios del Sr. Grondona quien sin tapujos expresa su cercanía hacia sectores que, en otras circunstancias, le suscitarían el espanto o el desprecio. ¿Como se entiende esto? Y, es muy complejo, Timoteo, Compañeros. La variante mas sencilla la escribe el pasado de Mariano Grondona en sus columnas de La Nacion cuando llamaba a Onganía el marido de la patria o exaltaba las astucias mercantilistas somníferas prodigadas por Carlos Saúl Menem, aquel bufón mesiánico cuya tarea ocasional de colaborar con la oligarquía era una cuestión meramente coyuntural porque siempre constituyó un factor de poder por separado de lo mas rancio del linaje local. Ese es el intelectual de Oxford, de Cambridge que Solanas se ufana en visitar. Solanas bien lo sabe. Trágico, en cambio, es que confundan las estratagemas muchas veces al limite de Néstor Kirchner con el rigor de las propias. Ni Solanas, ni Libres del Sur, ni Barrios de Pie, ni el socialismo tienen la potestad de un proyecto colectivo que rinda a los aliados. Porque si los traidores mas encumbrados de la doctrina peronista pueden comulgar hoy con la insignia del partido oficial por decisión de los escalafones mas altos, es porque el proyecto a nivel nacional les baja el copete y los rinde a una dinámica que proviene de la pareja gobernante y de los emergentes sociales mas allá, y contrariamente a veces, a lo que ellos desearían. Son avasallados por una necesidad colectiva que adquirió voluntad política en él y en ella, por las razones que fuesen, aunque sería de una mezquindad imperdonable cuestionar siempre las acciones ajenas aun cuando colegimos que son las que gritaba todo un pueblo, la multiplicidad de conciencias avasalladas por treinta años de miseria, dolor e indiferencia. Todos tenemos motivos particularísimos y un cierto compromiso hacia los demás. Los mejores inclinan su ánimo hacia la segunda premisa pero la condición humana requiere la pervivencia de la primera. Entonces, ante la evidencia inequívoca de que otros no procederían igual, ni por la letra engalanada de la historia, ni por la especulación cortoplacista de la contienda electoral, ya no me quedan dudas.


No es fácil decirte Timoteo el por qué de mis simpatías hacia el partido oficial. Quizás porque he acusado que la fantasía de las prédicas puristas y los proyectos de máxima son atajos deslindados de toda intención real de ejecutar los primeros pasos. Quizás porque percibo un absoluto desprecio discursivo por el destino de los sectores pobres en virtud de un aventajado posicionamiento político, con menos brumas. Porque tristemente esas fórmulas retóricas provienen de la centroizquierda o de una elite nostálgica de la revolución rusa. Quizás porque los militantes de izquierda me han demostrado que su pasión pequeño burguesa alienta los pormenores de esa militancia y que en algunos casos solo representa un rasgo de identidad que otorga un cierto prestigio entre pares para facilitarles relaciones sociales, puestos laborales o afianzar la idea de que ellos son iluminados, de prosapia, que su inteligencia solipsista, mediocre, excluyente y canalla es el fin mismo en su círculo retrógrado y mezquino. Que se conforman con el café de la oficina o el vértigo de los viajes de excursión por el hecho mismo de la travesía y la ponderación de la imbecilidad pequeño burguesa que se satisface en dos o tres jornadas de hotel y unas cuantas actividades de turista rentado.


Tal vez por eso Timoteo. Y me preguntarás, luego, como lo sé. Tal vez no lo sé, Timoteo. Sí he visto. He trashumado las filas de esos que se arrogan una preocupación infinita por los avances de la derecha argentina pero en quienes era absolutamente palpable la desconexión con las expectativas, las dificultades, las pasiones de aquellos hombres y mujeres que conforman la patria. De los habitantes de la periferia, de los suburbios, allí donde el sol alumbra otros desvelos mas que las vacaciones de semana santa o las excursiones por la Falda. Mucho de ello he encontrado, Timoteo, en los partidos emergentes. También, una pasión por la lucha mas que por la victoria. Un purismo hipócrita y descarnado que solo se refugia en las iconografías del Che o Emiliano Zapata. Una entelequia donde para llegar ni siquiera se camina o se camina del brazo de las sombras y los espectros.
No lo sé, Timoteo. No lo se. Tal vez sea una mezcla de todo. Que se yo. Vos sabes como es esto. Un dia uno se despierta y…


Les agradezco a ellos por despertarme de ese largo letargo que en años anteriores solo me permitía abrir apenas los ojos, mirar, sospechar y volver al imponderable ala de Morfeo. Gracias a los dos que vencieron esa pesadilla del no sentir dolor que es como dice el querido negro Dolina lo que duele mas. Yo diría que no sufrir es lo que duele mas pero allá yo, Timoteo.
¿Y cómo no estar deslumbrado? Cuando la hipocresía y el cinismo mas brutal hoy te escupe la cara de frente, sin disimulos, promoviendo la fuerza para confrontar ese desprecio inmemorial que surge de las entrañas del gorilaje. Cuando se puede levantar la guardia porque definitivamente tanto él como ella han tocado la campana, Timoteo. Y ahora estamos de pie, parados y peleando con el contrincante en la mitad del ring.



Que mas te puedo decir, Timoteo….

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