domingo, 26 de diciembre de 2010

Temblor de luna en los charcos

Te vi caminado a su lado,
parejo, con desgana,
como si arrastraras
el naufragio de antiguas derrota.
Vi tu sombra dilatando el paso
sin que él quisiera atestiguar
el renovado milagro de tu talle en el asfalto.
Pensé en lo que hubiese dado
porque la gota
deslizada por tu mejilla
hubiese rozado mi cara.

Pensé que si marchase yo a tu lado
no te dejaría morir en cada esquina
ni alimentaría ese gesto cansado, con la rutina
antes moriría, aciago.

Temblaría
la luna en los charcos, ante el júbilo
y mareas pequeñas de azul pintado,
colmarían el cielo amurallado,
no dejaría que tu cuerpo aguardara impaciente
el roce de mis manos
ni tus ojos el temblor de mis labios,
tus caderas se mecerían en mi regazo
hasta que la tarde y la noche claudicaran
en el banco de un parque,
vencidas de tanto recurrir.

Pensé que si marchase yo a tu lado
no dejaría que tu mueca derrapara
en la hondonada, cuidaría las orlas
de tu silencio, las guardaría
en mi propio silencio, serian mi tesoro,
y tu sonrisa se quedaría plantada
en mi solapa y en la piel
redondeando aun mas
esos ojos redondos como los de Girondo,
salientes.

Pensé que si marchase yo a tu lado, sobre tu hombro
discurriría la hoja despendida
que se posó en mi hombro hace un año o dos,
no estarías vencida por el letargo
de viejas quimeras, mirarías al mundo sin pesadilla
con la flor del paraíso entre tus manos.

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