martes, 19 de octubre de 2010

Carta de respuesta a oyente

Estela:

Como siempre agradecerte tu calidez, la presencia, el tezón de regresar sobre lo dicho, algo muy dificil en este tiempo -y en todos-de animada retórica aforística y nostálgicos de la sofía. No sé si hago bien en responderte esto pero sospecho que la veracidad es aplicable a este caso particular. Cobos no es una casualidad, como tampoco lo es Redrado, Martín Losteau, Alberto Fernandez, Felipe Sola -otrora diputado kirchnerista- y tantos otros cuyo catálogo volvería tedioso este correo y aun los insospechados o menos conspiscuos que se revelarán si el proyecto sigue y así anhelo. Los movimientos no surgen de una masa amorfa compuesta por gente sin pasado, sin el consabido antecedente que acaba por arruinarlo todo (yo mismo expuesto a la luz de mi historia personal en muchos aspectos no resultó exonerado). Durante mucho tiempo operó la Argentina neoliberal y los adultos de esas trágicas horas son, en grado diferente por cierto, responsables de su permanencia temporal.

Mi generación se encuentra en el límite entre el fin de ese ciclo hegemónico y el comienzo de una lógica que pone en la escena un paradigma diferente. No obstante así como Gramsci escribió en base a la estructura semántica y los recursos conceptuales de Benedetto Croce, Marx en los de Engels y Feuerbach, la modificación de carácter en las operaciones de la lógica social no se sustrae completamente de lo que ha sido. Quiero decir se conforma en gran medida por los hombres y mujeres que atestiguaron esa decadencia y hasta incluso colaboraron en su consumación. Las ambiciones personales, el camaleónico reflejo, la esperanza de sus semejantes permite, a veces, que ciertos individuos descreyentes activos de una detrerminada dirección se animen a recorrer la calle paralela al corso porque en definitiva advierten que varios contingentes de la caravana han marchado para allí y confían entonces en procurarse una inmejorable posición. Ahora bien la tensión entre el verdadero rostro -si es que existe uno- o la máscara mas afin al sujeto y la máscara superficial empieza a crecer. En un momento la máscara superficial cede. Inevitablemente cede. Mas tarde o mas temprano. Y si uno objetara la cercanía de los traidores la fábula de las fábulas de occidente (las sagradas escrituras) nos hablaría de un semidios ingenuo. Ahora si bien ese dios hombre era conciente del traidor tambien sabía que se trataba de una parte imprescindible del relato que se nutre de las dos vertientes: los leales y los traidores. Esa eterna abstracción que denominamos lógica es lo que guía el curso de los acontecimientos y se confía en que la fuerza de esa visión o proyecto se sobreponga a la dimisión individual. A medida en que estas aumentan, se prueba cada vez mas la potencia de lo colectivo y la lógica que la conforma. Cobos es en última instancia esa figuración. La cara visible, en una cierta coyuntura, de ese poder rastrero conformado a través de la historia de nuestra latinoamérica y fortalecida tras la última restauración en 1976 en Argentina. Pero Cobos no es Cobos. Cobos como Menem es nada en sí mismo y los dos, sin embargo, son actores trascendentes de la lógica neoliberal así como las corporaciones económicas y mediáticas ausentes -vaya a saber uno por qué- de la interminable bibliografía universitaria y del imaginario social sugerido en lo verosimil cinematográfico. Qué quiero decir con esto: ¿por qué nuestra facultad de ciencias sociales no se cuestiona nunca el rol de los agentes mediáticos en la cosntrucción del sentido común y el deber ser argentino? ¿por qué para los programas de la uba en los primeros años la cuestión de las dimisiones historicas y la entrega de la patria a la orgia de la desigualdad es simepre potestad del aparato estatal y sus ocasionales ocupantes? ¿por qué nunca los colacan en la relación necesaria con los Macri, los Bunge Born, los Fortabat, los Biolcati, los Martinez de Hoz (ahi lo intentan), los Murdock? la cuestión de Cobos entonces es solo un arista del problema. La implicancia de su rol en el estado pude acarrear el albur de hacernos olvidar por un momento de los verdaderos poderes. Esos no se traicionan, actúan en los momentos precisos en bloque, porque son leales a su propia supervivencia. Los traidores siempre son hombres pequeños, mediocres, carentes de una fuerza primigenia y escencial, pavotes que se alejan de la avenida del corso principal porque quieren la cosa fácil para su consabida y minúscula conformación, porque creen que su destino no es el destino del pueblo. Creen ser lo que no son. Creen ser los dueños y tan solo son esclavos voluntarios a la espera de una migaja.

En este sentido se sabía (así espero) que era Cobos, como se sabía que era Solá. En el momento colaboraron con algo de lo que descreían profundamente y ahora colaboran en favor de aquellos que son lo que a ellos les hicieron creer que son. En definita constituyen el limbo entre aquella inquebrantable voluntad de un pueblo y sus sojuzgadores. Van y vienen. Que debiera renunciar es cierto; al ser una cuestión de dignidad es probable que esté imposibilitado a semejante conducta por propia naturaleza. En ultima instancia no es él el que interesa. Enn este momento es Cristina Fernadez, Nestor Kirchner y la lógica sostenida por esa conciencia adormilada durante tanto tiempo hoy en expresión de mayoria volcada a la manifestación política. Eso importa. Y llegará el momento en que gracias a ellos dos, a Eva y Perón a todo el movimiento obrero organizado y sus poetas y juglares, solamente importe la máxima abstracción de esa conciencia traducida a curso, pensamiento y praxis revolucionaria permanente.

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