miércoles, 10 de junio de 2009

El pantano argentino

No creo que a nadie le importe pero anoté estas líneas hará unos dos años, y releyéndolas me parecen presagio de lo que vendría. He descubierto en este tiempo que muchos de nosotros hablamos demasiado de manera insustancial (no me excluyo). No obstante he vuelto a las fuentes, entre tumbos, y me encontré con el pantano argentino. Ya explicaré que es lo que creo en relación a ello.
Latinoamérica es el sueño parcial /de un laberinto circular y aciago,/ el cúmulo de la plétora mies, / envuelta en el inopinado y mudo lodazal. Estos cuatro versos fueron escritos, y valga la repetición de este concepto (hace un tiempo le decía a alguien cada vez que refería un hecho de mi pasado en otra vida... parafraseando esa sentencia griega de que el hombre de hoy no es el mismo que el hombre de ayer; sin embargo ciertas lealtades aun conservo), por alguien que no soy yo.
Inopinado y mudo lodazal fue el concepto que me surgió al pensar en latinoamérica y, en este año, lo descubrí en el libro de Vazeilles pero aplicado al caso argentino. Tal vez decía latinoamérica pensando en Argentina, tal vez.
Sospecho que aun siendo latinoamericano, y sin ser provincialista, no puedo abstraerme de esa querencia.


A quienes prodigan la locura que exalta y enardece el espíritu, embriaguez divina del genio creador ¡tal es la inspiración¡


A veces me canso de ser hombre
repiten en un solo eco Neruda y Serrano
y el brazo libertario se arrumba
en el frugal destino de un cansado álamo.

La piel me bota herida y cruzo severo los montes.
El rostro cansino, los parpados húmedos,
y aun me acuerdo de tu mirada postrera
acuciando al invierno,
dilatada en el fragor
de lánguidas aceras.

Nuestro destino nos ahoga, nos oprime,
Latinoamérica es el sueño parcial
de un laberinto circular y aciago,
el cúmulo de la plétora mies,
envuelta en el inopinado y mudo lodazal.

Se cuartea mi aliento al aire seco
de la cordillera desierta,
furioso brío de soledad ufanada,
revolviendo el dolor
de la antigua herida abierta.

No se qué lejano destino busco
la vida o la muerte, el oro o el metal,
pero se que mis botas desdeñan el lodazal
en pleno Cuzco,
aunque tal presagio, al cabo, sea fatal o impropio.

Pero cuál es la causa que me remonta
al día inconcebible de mi partida
aquel en que desesperado imploré
tu espera.
Tus labios no prodigaron palabra alguna,
tus senos tristes, tu mirada severa,
como el mar que ha perdido la gentil luna
en la huida,
tras la nube macabra y ceniza.


Nuestro destino nos ahoga, nos oprime,
Latinoamérica es el sueño parcial
de un laberinto aciago y circular.

La soberbia agónica de las armas,
el ditirambo repetido, asaz monstruoso,
a hombres muertos, a destinos de oprobio,
tiranizando el camino
de cierto dolor crepuscular.

Y no obstante, las paredes gritan, hablan,
y en el kilómetro cero crece la inopinada flor.
Mientras, Yo, erosiono los bosques del arrayán,
desmiento el peligro insondable del Amazonas,
suspiro, con ansias, sin frío ni calor.

Mas allá, tiranizando el sendero bifurcado,
la mítica esperanza fatigada
con su sino imparcial y complicado
y a su espera,
el brillo perspicuo del acero y su espada,
el fusil que atronará las noches de Octubre.

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