sábado, 13 de junio de 2009

El exilio interior




Recuérdalo tú y recuérdalo a otros,
cuando asqueados de la bajeza humana,
cuando iracundos de la dureza humana:
Este hombre solo, este acto solo, esta fe sola.
Recuérdalo tú y recuérdalo a otros.



Noche de desvelo. Ante la inminencia del cuarto cigarrillo que diluye su rastro entre la luz aterida de la cocina y el ventanal dislocado por la niebla, me asaltó la delicia de Margarite Yourcenar al referir a Genghi, el resplandeciente, cuando se exilió en su ermita y pudo por fin gozar el lujo que consiste en prescindir de todo. Quisiera paladear ese privilegio. Es quizá una de los caprichos de este tiempo.
Oportunamente se hablaba de un exilio interior. Hubo quienes nunca regresaron rezan por ahí. Otros hemos virado las esquinas del espanto, trémulos e indecisos, percibiendo en noches de fiebre y teratologías esos parajes. Resulta hoy indispensable (como casi todo) remontar la memoria del republicanismo español. Memoria que no sería inusual de no ser amparada por un argentino que vislumbra Madrid. Ciertamente mi abuelo fue un hombre de tierra fronteriza y ciudadano español. Pese a ello no tengo una idea clara de esos años pues su voz apenas recogía los hechos de tiempos mas cercanos y el tiempo la borró con demasiada ligereza. Las anécdotas, por tanto, son prestadas y fruto a la vez de cierta idealización que, conforme los hechos documentados arrecian (unido al presente del Partido Popular y sus derivaciones), adquieren una morfología definida.
Sería arduo hablar de Julia Conesa, de Buenaventura Durruti…


El republicanismo español como tal situó a España a la cabeza del progreso de su tiempo. El largo camino del Cid en la menesterosa conformación nacional de refundación cotidiana había alcanzado un punto inflexivo notable. Como sucedió aquí (o al menos fue el proyecto pendiente de una generación desparecida) los reveses del oscurantismo impuestos por la inquisición cuyo mas redituable ejercicio fue el de expropiar a los herejes de su patrimonio y sus tierras para mantener las arcas del estado absolutista manteniendo los privilegios del clero y la nobleza y la conquista de América. Ambos tuvieron el carácter sustancial de una cultura española que luego sembraría sus huellas en la pampa: el saqueo y el genocidio como corolario de aquel. El declive del imperio español tuvo sus raíces en esta improductividad de hecho frente a los procesos productivos reales que generaban autónomamente los recursos para sostener los nacientes privilegios de clase de la burgusía. Ello desarticuló el retrógrado uso de la legitimación de clase nobiliaria para habilitar nuevas formas de coacción con antiguos y nuevos fetiches legitimizadores del orden social. El empuje de ese residuo cultural se derivó a los retoños americanos y Latinoamérica reavivó esa cultura a partir de su incorporación tardía y deficiente al sistema global.


La tradición del republicanismo español era la esperanza de un salto definitivo. Un borrón, una divergencia en la historia y como tal mereció el castigo. Se ciñó sobre ella el mismo puñal que conocerían los intentos de torcer el rumbo insito de esa cultura, el mismo que plantaría su estela aquí en Chile tras la sedición del General Pinochet o Ernesto en Bolivia. La traición de la cohorte de la cúpula militar o de los mercenario vendidos por unos pocos morlacos casi siempre tuvieron en común una situación que trascendía el alcance mas vasto de una insignificante acción individual: un cierto consenso social de bases populares innegables respaldaron esas traiciones ¿Qué hubiera sido de la resistencia de los trabajadores de la Segunda República unida a la batalla de las Brigadas y los ciudadanos argentinos de contar con el apoyo de todo el pueblo español? ¿Hubieran llegado las tropas de Pinochet a la Moneda de haber mediado la resistencia de los civiles? ¿Hasta dónde hubiese llegado Ernesto de no haber mediado el recelo de los Rangers bolivianos? Un caso que puede servir como vara es el levantamiento carapintada en Campo de Mayo. Ante la ínfima posibilidad de que los militares asumieran la conducción política una multitud se congrego en plaza de mayo. Se planteó la posibilidad de confrontar a los sublevados. Alfonsín (el gran demócrata según el sainetesco maquillaje de los medios) prefirió marchar solo y negociar las leyes de obediencia debida y punto final. Luego nos deseo felices pascuas. El hecho anterior revela hasta que punto es decisivo el consenso social para los crímenes y los renunciamientos. Claro que para adquirir esta conciencia de impugnación que ni siquiera era de subversión o revolución social sino de denuesto (siempre más sencillo para la praxis argentina) fue necesario el concurso del horror latente. A la defensa del republicanismo español (y el régimen socialista chileno y Ernesto) no se requerían de desaprobaciones profesionales sino de un apoyo popular explícito al cambio.


Siempre se subraya que las técnicas que permitían fenómenos tecnológicos como el fonógrafo o la televisión estuvieron disponibles desde mucho antes de que existiera un uso social que los hiciera posibles. En efecto la disponibilidad de recursos a partir de los desarrollos teóricos cuyo máximo punto la decodificación de los rayos catódicos hubiesen dado a la luz mucho antes algunas de los inventos cotidianos que hoy pululan en los domicilios. Sin embargo hasta que su uso social (o su mercado) no estuviese previsto eran fútiles. No es muy frecuente que las críticas a los fallidos procesos de revolución social o a los tibios aspavientos de cierto progresismo reformista trémulo, resalten la importancia de la base social de un movimiento. Por desgracia quienes lo han tenido claro solo han hecho uso de esta verdad a partir de la prebenda primero, y la declinación después, tal es el caso de Perón al asentar su gobierno en la milicia, la iglesia y el movimiento obrero para después despojarlo y cornearlo con sus oscilaciones, tal es el caso (ahora ya como comedia repetida) de Néstor Kirchner con los organismos de derechos humanos, las víctimas del terrorismo de estado y ciertos sectores obreros que le dieron carta abierta y seguramente seguirán respaldándolo aun cuando se mueva entre ambigüedades desopilantes como las que ya se entreven. Los movimientos más utópicos, en cambio, han dejado de lado la revalorización de este concepto y enfrentados al marasmo de lo cotidiano han decidido cultivar el electoralismo rápido, conciso, pragmático y de escaso vuelo. Su destino, el fracaso, en virtud a la veleidosa y penosa imaginación de una revolución social de sus participantes mas ingenuos y de la tibia gestión administrativa transparente del estado de los otros, resulta entonces inevitable.


El único antídoto, nos lo revela esa anécdota de Campo de Mayo con alguna modificación sustentada en la memoria del horror y de la tradición que fundó el movimiento obrero allá a finales del siglo XIX pese a la disolución de hecho de estos sectores. Pero atiendo que la memoria es fundamental, el amarillo, el rojo y el azul de esa bandera que señala el advenimiento de la tercera y última República en España, el candor de los pañuelos en Argentina, las banderas rojas y negras, el fin de la idea de un interés que se superponga al resto en los colectivos, creando dimisiones y absurdas cruzadas personalistas. Convicción la de la base social que deberá restituirse para organizar movimientos duraderos y, sobre todo, verdaderos que se apoyen en un real progresismo, lo que requiere periodos largos y de lucha fatigosa y doliente. Los lapsos temporales necesarios son muy vastos y ante la inminencia de una crisis que se llevara puesto hasta el mejor con una burbuja financiera rota, con los bonos del tesoro norteamericano en poder de China y que resultaran incobrables, el incierto destino de ese equilibrio ente China y Estados Unidos, el avance del nacionalismo mas retrógrado en Europa y la recompuesta beligerancia de la Civilización Occidental cuyo horizonte promete la orquestación de guerras a escala mundial para financiar el déficit y recomponer el poderío imperial o cambiar de signo, las perspectivas de la conformación de esta base social adquiere sacudones de interrogantes. La piedra basa de la memoria y la reivindicación de la República y luego el socialismo es quizás la primer arma en la ingeniería de esa base de consenso y cambio. En España ante el avance impúdico del Partido Popular, en Argentina ante el sainete propiciado por la derecha nucleada en los restos putrefactos de en otros tiempos partidos populares como la UCR y sus anómalos engendros, el Acuerdo Cívico y Social, Gen, Con Fe, ARI y los espectros panperonistas Unión Pro y el Frente, junto con otros tantos que se asumen como peronistas y reniegan de un pasado comunista para no piantar votos y porque valorizaron que el programa mínimo e inmediato es mucho mas urgente (a sus expectativas).


No ha sucedido demasiado en esta noche; declina como la extrañeza de la Dama- del-pueblo- de –las- flores- que- caen que le parecía poco natural que Genghis la amase porque se tenía por muy poco. Hoy como nueve meses atrás me confío a las palabras de Luis Cernuda: Gracias, compañero, gracias/por el ejemplo. / Gracias por que me dicesque el hombre es noble. /Nada importa que tan pocos lo sean: /Uno, uno tan sólo basta como testigo irrefutable/de toda la nobleza humana. Bien habla de la base social y de su potencial para ser multiplicada. El cumplimiento de la Tercera República será solo una anécdota. El cigarrillo se apaga.



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