domingo, 21 de junio de 2009

Convergencias




El último viernes, tras toda una tarde que se prolongó en la noche, atestigüé el declive tan propio del cuatrimestre universitario, ese bello ocaso de aulas vacías y foros huérfanos. Uno logra cultivar el disenso en esos espacios. El aire solitario de los pasillos conmina a descreer de casi todo sentido de verosimilitud del mundo externo. Salí de allí sin mucha prisa y remonté Río de Janeiro rumbo a Corrientes. Tengo la indecible costumbre de caminar bastante como aquel personaje del The Invisible Man de Chesterton en las argucias del padre Brown. Fue merced a esta afición que al regreso me topé con un pequeño acto que organizó Convergencia de Izquierda en la boca del subte de Callao. Por lo general quien escribe después de arduas horas escuchando la bibliografía entera de Adorno o las peripecias del pantano argentino encuentra bastante dichoso ceñir el pie sobre la acera de Buenos Aires (sobre todo un viernes a las cinco de la tarde) y rendirse a la visión externa de un mar de rostros. Aquella tarde esa impresión lo fue todo. Asueto de los desiertos de la Universidad, celebré la constancia de algo mas que os muros y escaleras que desembocan en jornadas de pasillos grises y escuetos hacia los laterales.

En el acto no habría más de cincuenta personas, atributo que me pareció bastante adecuado y bastante sintomático. El orador del discurso de cierre señalo un tópico que a estas alturas parece un dogma de estos escritos: fustigo la delusión de la izquierda y el guiño de ciertos actores políticos con los modos de publicidad propios de la lógica pequeño burguesa. El dictamen preciso, que unió a las diferentes perspectivas de un campo social que aparece fragmentado y con cierta acotada intención revolucionaria por las posibilidades reales de la praxis política, declaró un convencimiento muy propio. Hace unos años en un célebre reportaje (célebre al menos para mí) Alejandro Dolina le señalaba a Joan Manuel Serrat que el progresismo se ha acotado a unas pocas manifestaciones que tienen más bien que ver con la cultura y la manifestación artística contestataria, asumiendo un rol de actitud políticamente correcta y desplazando en ese sentido la moral conservadora. Lo reproduzco: “Hay toda la idea en Argentina y en el mundo diría yo, de que existe una actitud políticamente correcta. En los últimos años esta actitud política que podríamos calificar como admitida en todos los foros, con mayor o menor resistencia, ha ido girando hacia la izquierda y si cada vez son mas los elementos que antes provocaban irritación que ahora han integrado una actitud aparentemente aceptada por todo el mundo. Esto podría tomarse como un triunfo de la izquierda, a mí me da un poco de miedo eso. Tengo toda la sensación de que las ideas progresistas han sido acotadas cada vez mas en unos pensamientos que mas se relacionan con la cultura, con el mundo del espectáculo, con la actitud que uno puede tener hacia ciertos tipos de represiones menores que no por ejemplo a cosas que pensaba Marx, que imagino no eran exactamente estas.”

Estamos ciertamente muy lejos de plantear un cambio en los patrones de acumulación en Argentina y en tanto eso, se verifique en el axioma de la acción política emergente, existe un punto de no retorno en la posibilidad siquiera de incitar un debate acerca de las proporciones o lineamientos de esa dirección. Vale decir que nadie hoy cuestiona la legitimidad de un concepto tan llano como el de propiedad pero aun sin discutirlo por considerarlo inherente, ni siquiera se tiene la audacia de plantear un proyecto de consolidación burguesa en el cual se asuman prioridades concretas en virtud a la neutralización y avance sobre sectores tradicionales de poder en la Argentina. Aun en las objeciones, y muy ciertas, de reforma tributaria, el modelo de reproducción (y generación) de recursos estatales se ajusta a la lógica recaudatoria de un estado deficiente o improductivo. Se me podrá decir con acierto que la imposición de un sistema progresivo favorece y en mucho el consumo pero ¿Qué industrias o productos se consumirán a partir de esa reforma?

Desde hace tiempo me plantee el actual proceso político como un respiro para el campo popular. Diversas fuerzas, pertenecientes a corrientes militantes que agrupan a formaciones tradicionales y no tradicionales de izquierda aparecen en el campo político con una fuerza renovada después del letargo propiciado por los falangistas y el periodo de diez años conocido como la segunda década infame. Por desgracia si las previsiones acerca de los efectos de la crisis son ciertas, este respiro deberá ser aprovechado con premura porque en los antecedentes vislumbramos que las crisis económicas a escala mundial a partir de los cíclicos colapsos del sistema capitalista tienen como efecto proverbial el avance de las convicciones conservadoras, el racismo, la intolerancia y las purgas políticas y financieras con un fuerte control estatal en la emergencia de socializar catástrofes y solventar pérdidas. El interrogante es cómo reaccionara el campo popular, la izquierda y la gran masa de proletarios ante este advenimiento que será respaldado por una gran porción de su misma clase social.

En la resolución de este enigma aparecen las palabras de aquella noche cerca de Callao, como ecos o esquirlas en la conciencia que se prolongaron mas allá de las diez: la unión. La unificación del campo popular constituye el sinónimo de la inversión de la lógica actual que delinea funciones y preponderancias a partir del verticalismo descendente, sin mucha incidencia de las bases. Parece una conclusión un tanto precipitada; en verdad requiere pensar la convergencia como un punto de apoyo que desgasta la diversificación en nomenclaturas y voluntades individuales. Un solo frente debilitaría, de hecho, toda posibilidad de escaramuza en el terreno propio mientras hoy los intereses corporativos no tienen empacho en mezclarse y avasallar lo que se precie. Una verdadera carrera contra un tiempo que se agota y se cierra.

Otra alternativa radica en la probabilidad de que esta congregación de sectores de izquierda se produzca una vez consolidada la reacción. Sectores oficialistas veleidosamente progresistas se muestrean hoy mas propensos a probar con los antiguos recursos de un partido derruido hasta los cimientos, especulando electoralmente con los alcances de esta audacia. Ahora bien aparecen dos opciones simultáneas: Si esta estrategia fracasa, entonces sobre la marcha podría recomponer su error y buscar a los sectores que antes desprecio por cálculo electoralista básico. O le dejaría la puerta abierta a un período nefasto de vaciamiento del estado, orientado a salvaguardar los privilegios oligárquicos. Si es así el respiro habrá acabado.

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