lunes, 28 de julio de 2008

Anotaciones sobre la canción de autor

No hay nada mas parecido a la nostalgia que la canción de autor; miríadas de aromas dejan a su paso, suscitando ese placer por las lágrimas dulces y por los finos razonamientos que solo resiste la soledad y la comparecencia ante el tiempo que pasa. Curiosamente, incluso para ese declive, esto es misterioso en más de un sentido. Pero es imposible soslayar lo mucho que tienen en común, esa presentida unidad, que es el carácter homogéneo de un grito surgido desde la hondura del ser en resistencia a las herida de lo que sucede y sucede, sin remordimientos, atavios o dilaciones.

Allá por el año 1935 la pluma de Alfredo Le Pera ensayaba: Vivir...con el alma aferrada a un dulce recuerdo/que lloro otra vez... /Tengo miedo del encuentro/con el pasado que vuelve/a enfrentarse con mi vida.../Tengo miedo de las noches/que pobladas de recuerdos/encadenan mi soñar...

Un año antes escribía: Si arrastré por este mundo/la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, bajo el ala del sombrero cuántas veces embozada/ una lagrima asomada yo no pude contener./ Si crucé por los caminos como un paria /que el destino se empeñó en deshacer o que veinte años no es nada,/que febril la mirada,/ errante en las sombras,/te busca y te nombra./Vivir.../con el alma aferrada/a un dulce recuerdo/que lloro otra vez...

Borges señaló, parejamente y con acierto, que el tango nos daba la certeza de haber cumplido ya con las obligaciones del amor y la valentía. Y algo de eso hay.

Creo mas que nada que la canción de autor nos devuelve los ecos de los eventos que pasaron, tal como la imaginación nos dicta que han pasado y los versos de Le Pera parecen sostener, asimismo, que la batalla contra el tiempo es la fuente y el cause de la angustia pequeña del autor; angustia que en algunos casos adquiere la forma de pregunta: ¿qué hay de aquel amor que nos señaló?/ya no queda ni la sombra/ ¿qué será de tí? /¿dónde fuiste a dar?/ ¿aun te queda alguna peca? o de afirmación: y de aquellos años verdes solo queda un breve aroma de una carta y de un helado de vainilla.

Y aun más: Bergia inicia la composicion advirtiendo, no al que efectivamente quedará absorto o extasiado, por la letra, sino a los otros, a los poco habitués de la nostalgia, o a la posible destinataria: quieras o no quieras recordar y ya advierte de que viene la cosa.

Ismael serrano hace lo mismo en Donde estarás pero el compás de esta canción difiere a la anterior en cuanto a su posición en la escala del tiempo. Mientras Bergia refiere un pasado demasiado lejano y casi conjetural, Ismael remite a algo mas tangible o próximo, casi reciente. La consecuencia de ambas es la misma pero mas atenuada en cuanto a la inclinación del oyente del segundo al ejercicio de esa angustia del discurrir.

Idéntico movimiento notamos entre Qué andaras haciendo ahora con cualquier otra pieza de Bergia o la variación afortunada de Te conocí en fragmentos como: Y ahora te miro/ tras tantos años. /Creo que aún te debo/ muchas canciones, /regar las flores de tu regazo./ El tiempo y sus mareas fueron meciéndonos con sus latidos. /El fiero canto de un guerrero cisne/ anunciaba un nuevo siglo. /Cayeron hombres, levantaron muros y aún seguías conmigo. Mas allá de la perfección de su cadencia y sus entreveros de presente , pasado y porvenir, como si dictaran favorable sentencia a la afirmación de San Agustín de que cada punto presente del tiempo contiene a los otros dos, indican, en este caso, un triunfo conjunto o una celebracion de pasado. Vale decir en todo caso que el presente también acarrea al pasado y al porvenir en sí mismo y no como extensión o metáfora.


Serrat en Aquellas pequeñas cosas antecede prodigiosamente a ambos y, en algún punto, alude la precaución de Le Pera de un estado en el cual uno ya no es lo que ha sido y la íntima e irremediable vergüenza de esta flagrante negligencia : Son aquellas pequeñas cosas,/que nos dejó un tiempo de rosas/en un rincón,en un papel/o en un cajón.

Pero en realidad toda la canción es la nostalgia, desvainada en letra y musica; Una de sus mas perfectas representaciones, sin la oprobiosa necesidad de un referente externo.

La nostalgia de las canciones de autor constituyen un grito desesperado, una objeción. Es, probablemente, quedar solo y gritando en medio de la plaza, del parque, de la feria deshabitada; una interpelación al tiempo, notable noctámbulo que resiste la vigilia y el fulgor de las madrugadas solitarias o acompañadas. Y acecha, implacable, sórdido....

Las generaciones actuales (salvo deliciosas excepciones) han tenido la deferencia de desdeñar este tipo de canciones, por suerte. Así desprecian el tango (sólamente les atrae la grácil y furtiva exaltación del baile y el encanto de aquel sobre los turistas y los barrios del norte de la ciudad), y la canción de autor, desde otros géneros, gana terreno únicamente por el beneplácito del mercado que apela a caracteres ajenos a lo propio de la letra y la música.

No sé si esto es digno o execrable. Yo disfruto mucho de la canción de autor, sea un tango o no. En parte, por lo que alguna vez confesó Alejandro Dolina (El libro del fantasma, Tratado de música y afines), cuyas convicciones o artículos, muchas veces han tomado forma de melodía y declamación; en parte, porque me suscitan ese resquemor y esa angustia por el tiempo, por esa batalla inútil que es la madre de las batallas y que, como bien se dice ,está condenada a la consagración de lo que se diluye perpetuamente, sin posibilidad del majestuoso alegato o de la objeción práctica.

Ese placer indolente de la contemplación de una estela sucinta, de un pasado y un porvenir que se entremezclan furiosamente en el presente, en la creencia y en la vigilia, es mi dicha y mi tesoro. Como nos espeta Nunca te dije:


Quedan atrás días alegres,

viejos bares, tu buhardilla, mi seiscientos,

un paraguas y una rana,

un teléfono sin número,

una almohada abandonada

un «se vende» en la ventana.

o

Parece que fue ayer pero han pasado
ya unos veintitantos años.
Madrid era una caja de sorpresas,
yo tenía aquel dos caballos.


No había que dormir, no importaba el porvenir,
cada noche por delante.
Hasta el amanecer entregados al placer
como siempre dando el cante.


Vimos pasar algunos trenes con pañuelos
que decían adiós.
Los compañeros del colegio,
las caricias de aquel primer amor.


Aquello era vivir sin tener que decidir
cuál era nuestro destino.
A mí me daba igual, tenía vitacal,
mi guitarra y una amante.


Y resulta que aunque no esté mal a veces
es terrible estar sólo.
Amanece pero no es igual,
no queda nada después de todo.


Cantábamos en los setenta aquellas canciones
de Stephen Stills "love the one your with"
empaquetados en tu vespa por las calles
de aquel viejo Madrid.


Buscando algún lugar donde poder tocar
todas nuestras ilusiones,
tendremos que ensayar, mañana hay que tocar
quién me deja una guitarra.


Echo de menos las fantasías
de aquellos días que no volverán.
Tus deliciosos veinte años cuando
te decidiste a ser mamá.


Soñando un porvenir, mañana hay que seguir
como siempre hacia adelante.
Qué le vamos a hacer si me tocó perder
por dudar de la evidencia.


Y resulta que no me da igual,
ahora es terrible estar solo.
Amanece pero no es igual,
no queda nada después de todo.


Fueron días felices que ya no volverán.
Hay que echarle narices que otros días vendrán.
Parece que fue ayer pero han pasado
ya unos veintitantos años.

Y resulta que sí da igual, y algunas cosas retornan como reflejo o recompensa o simplemente placer estético....



N. A: Nótese que cuando refiero nostalgia hablo de melancolía. No es complejo advertir que la nostalgia es funesta; prefiero el foco apuntando hacia adelante en el escenario. La melancolía, o la certeza de la derrota que nos depara el curso de los años, es el sentido verdadero del azar de nuestros actos (o debería serlo). Depende de como afrontemos esa gresca fatal e injusta. Los bellos personajes del maestro Benigni en El tigre y la nieve nos dan una muestra de los dos extremos de esa confrontación con el destino: la del poeta italiano Di Giovanni o la del islamico Fuad. Yo prefiero una de ellas; no hace falta decir cuál.







1 comentario:

Anónimo dijo...

"algo de aquellos tiempos de asueto
Cuando el tiempo era mas ancho
y aun quedaba primavera
cuando quise regalarte unos zapatos"

el correlato de toda insistencia hacia lo que se va para siempre y no regresa. Pero creo que otros faros marcarán el paso y los años. Otros sueños siempre nos esperan.
Laura

Nuestros visitantes

Estadisticas y contadores web gratis
Estadisticas Gratis