jueves, 4 de noviembre de 2010

GRACIAS

He escuchado decir gracias muchas veces en mi vida. A veces como un formalismo, cosa que suelo evitar en la medida de lo posible. La he escuchado por gestos pequeños, por mantener la puerta abierta, por ceder un privilegio o una bagatela. Y la democracia de la palabra no puede abarcar, imponiendo la justa medida de las cosas, la extensión que en cada momento adquiere. Porque es, en principio, una palabra estrecha. Escueta palabra. Minúscula. Insufieciente. No siempre lo que decimos se parece a nosotros comentaba Borges por allí y desafortunadamente la mayor parte de las veces el epiteto no reemplaza el gesto, ni abarca la hondura de lo que sentimos, ni ayuda a la comprensión cabal de los efectos. Cuando el 2 de septimebre se promulgó la norma de nulidad de las leyes de obediencia debida y punto final una vez mas, pronunciar gracias volvió a ser insuficiente. Como en los gestos pequeños que te rescatan este, inconmensurable, épico ¡sí, épico! disipador del terror y la incomodidad de los días anteriores a la elección presidencial del 2003 con la candidatura del otrora dos veces presidente, ese gesto solo esa fé sola, me hizo saber hasta qué extremo gracias solo es un convencionalismo mas en una urdibre de actos que lo encumbran y le devuelven su imperio.




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