domingo, 7 de noviembre de 2010

Brinhild (A Ulrica)



"Sé que ya estaba enamorado de Ulrica;
no hubiera deseado a mi lado
ninguna otra persona."

Ulrica, El libro de Arena. Jorge Luis Borges



Sobre los enseres
arreciaba la nieve,
la sombra discurría
Entre los resquicios del aposento,
Se iba la noche y la primera mañana,
Se diluía la sucesión y el sueño
En el estremeciento de tus muslos,
En el amor y su promesa.

De tu boca,
Del susurro,
Emergió la frágil esperanza
De lo eterno.
Provisoria como la fécula,
Fluyendo hacia los ingenuos espejos
Que duplicaban el lecho,
Los movimientos,
Las caricias,
Eran mortuorias,
Con cierto aire a despedida.
Pues proseguirás el viaje,
Porque tan solo mi regazo
Era un descanso del vértigo,
El imprescindible permiso
otorgado a toda buena discípula
de Ibsen.
Y no serías mi Anna perdida
Y encontrada
Sino viceversa,
retornarías a las muchedumbres de Londres
a las vigilas perdidas
a las noches de azar y muerte
a un largo peregrinar,
inmemorial,
donde yo paso por una esquina
y tu por la opuesta,
y sin voltear.

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