sábado, 17 de julio de 2010

Una espiga confinada entre vientos

A Franca Jarach, a los compañeros

Se presentía la humedad
de las paredes del pabellón,
El humo de los cuartos contiguos
El bramido mudo de la picana
La bota sobre la cara y las costillas.

Imaginaba, sin ver, las circunstancias
Que configurarían mi muerte
Y anulaba toda posibilidad, ¡cierto!
Y trataba de figurar cada muerte,
Cada una mas tremebunda que la anterior,
Mas brutal.

Mi nombre no pronunciado por tu boca,
la memoria desfigurada por la ausencia
los días sucesivos que pasan,
indistintos,
como una espiga confinada entre vientos

Era como ese olvido que es fuego
en la conciencia inerte,
tan mortal,
tan corriente,
infinitesimal,
pequeño,
una esquirla en el mundo
que sufre y se desangra en plegarias,
en promesas.
Un mundo, al cabo,
Un mundo dentro del mundo.
Un pantano en que el cuerpo discurre
Para nunca alcanzar el fondo.

Se presentían los golpes,
El jirón de mi piel embadurnado en sangre y uña,
Las visiones del jardín,
El ciruelo rosado bajo el cual el poeta Fuad
se suicidó,
El aliento del carcelero,
La conjetural miseria de sus ojos,
Su desprecio.

¿Habrá un fragmento vivo de la memoria
que me ampare?
Solo sé que no sé lo que digo.
Si son espejismos,
Musgos en un mar desierto,
Si algún ademán tuyo
me refiere de un modo misterioso
Si no fue en vano
La madrugada,
El destello de los arrabales últimos,
La soga en la garganta,
El rumor de nieve de los fusiles.

La puerta se abre,
Los barrotes crujen,
Solo se que no se
Mas que lo que pienso
En las tinieblas,
En el mundo impasible
Que me han construido,
Acotado en la mas absoluta mezquindad periférica.
Algo (o alguien) se me acerca
Pero solo puedo dolerme de la otra herida
mas prolongada
mas real, acaso,
un mundo, al cabo
un mundo dentro del mundo
infinitesimal
pequeño
donde ella era el núcleo y la periferia
donde no existía el rigor del carcelero
ni el humo de los cuartos contiguos
ni el mudo bramido de la picana
ni la bota sobre la cara y las costillas.
Donde no se presentía la humedad del pabellón
Rechinando en sus resquicios
La eternidad

Y antes de cerrar los ojos
Cansado,
Lánguido,
Con el pecho estrujado,
Sanguinolento
Me pregunto:
¿Cómo será el rostro
del hombre o la mujer
que frente a uno y otro
me haga justicia?

P.A.

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