sábado, 28 de junio de 2008

RECUERDOS DE OTRA BUENOS AIRES


Estoy ahora mismo en el living, palpitando frente al monitor. La tarde fue extraña en el sur de Buenos Aires; curioso el clima y curiosas las insomnes hojarascas revoloteando en la brisa, como yo y mi sombra, diluida al paso por la acera. Ultimamente, el clima en Buenos Aires suele ser incierto; en mitad del invierno frío y lánguido, despuntan días de un calor suave pero agobiente, al fragor de las precauciones que tomamos en consideracion a esta precisa epoca del año. No es raro: el año pasado nevó (lo último encierra una paradoja tan flagrante que ni me agoto en enunciarla) tras 89 años de esperas. La crónica de las postreras nieves en Buenos Aires constaban en mi memoria por un hecho crucial: habían tenido lugar en el año de nacimiento de mi abuelo, de mundo, como le decían. Me trajo también a la memoria cuanto lo extrañaba, cuanto deseaba que me viera convertido en un hombre de convicciones firmes, persuadido por el canto inmemorial de los vencidos o simplemente soñando despierto en las vísperas, ante la idea de un cambio social, del prúrito de la fuerza mancomunada del obrero, el estudiante y los desauciados. Mas que nada anhelaba con todas mis fuerzas verlo y que me viera, contarle mis miedos, mis deseos de detener el tiempo y el vértigo y que el tiempo y el vértigo eran desde su partida un monstruo mitólogico de ingentes e insaciables fauces arrinconándome durante las noches y las ficticios chapoteos por los tejados de las casas linderas a mi edificio.
El día de la nieve en Buenos Aires algo cambió en esta ciudad. Mi memoria ha perdido para siempre la impresion general de aquel día. Sé que me tocó ir al trabajo en la radio y que despuntaba la semana mas fría de ese invierno. La gente no concurría a casi ningún lado extasiada por esos corredores blancos que se formaban encima de los techos de los automóviles o en el césped de los parques. Los niños y sus mayores se divertían escudriñando el aguanieve, dándole forma a las alucinaciones de naturaleza ancestral y ajusticiando los deseos de casi tres generaciones privadas de ese milagro. Yo presencié el espectáculo lejano, mas dichoso por el placer de los demás que por el propio beneplácito, un poco en la radio, otro en los arrabales incrédulos en que duerme hacia la orilla la retahíla de faroles frente a mi edificio. Sospeché algo hermoso, indescriptible, solemne y anárquico, en ese ritual de asombro colectivo; percibí la estela difusa de un ingenio; me impregnó la certeza de una felicidad transitoria y dilatadamente periódica que solo se poduce cada mucho tiempo. De ahí las imagenes inconcusas de mi abuelo y mis nostálgicas comparecencias.
Hubieron, también, fotos, catálogos, concursos para atesorar mejor ese instante sucesivo en que la confluencia de factores desconocidos, incitaron el prodigio de 1918. Todo podía cifrarse como elementos de un ciclo o de varios. Mi mente seguia pensando en Salvador. Algo después me anoticié de que ese nombre provenía del latín , y era el alusivo al Cristo. Otro prodigio del cosmos, la cojunción de los astros en la estrella de Belén dictaminó o preanunció su nacimiento. Su vida, su patética y alegórica historia bastaron para herir la imaginación de los hombres hasta el fin de los tiempos, para cambiarla y rehacerla.
En aquel invierno de 1918 el fenómeno de cause natural se produjo algunos meses después del nacimiento de mi abuelo; El le cambió la vida a unas pocas personas y entre ellas a mí.
Creo que de no haber existido yo hoy sería de otra manera y esa omisión me hubiera privado de la alegría de conocerlo, referirlo o extrañarlo. El mundo no habría sido igual. Sería otro. Mas quieto, mas plano, mas vacío. Seguramente no habrían dichas; ni vestigios de un sueño obsequiando su huella a la vigilia.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

yo recuerdo mucho el invierno anterior y la nieve. la pase admirada por ese espectaculo que luego se extendio durante semanas creando el hito de un año. bellisimos recuerdos extrapolados
besos. mari

paloma duarte dijo...

Maravillosamente relatada tu experiencia, Dios sabe cuanto me hubiese gustado escribir como lo haces con tan sentidas palabras y en su conjunto un delicioso sonido para los oidos. Anonimo femenino

Anónimo dijo...

Te felicito es muy lindo, Yo tengo una idea, para mí bárbara, es tener encima algo físico que represente las personas que ya físicamente no están, esa moneda o foto o lo que sea es tenerlo siempre y en todos los lugares con sus cosas buenas y malas, sólo sin su parte corporal, bueno seguí escribiendo así.

Miguel

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